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lorenaFinalPor: Lorena Castañeda

Los colombianos leemos 1,9 libros al año, según el Dane. Es una cifra lamentable sí partimos de la base que la estadística cubre las ciudades principales del país, es decir, los lugares donde es fácil el acceso a la compra de libros o en su defecto a bibliotecas u otros medios.

Sin ser fatalista, pero si con un acento de preocupación, considero que la cifra sería peor si se tuviera en cuenta las regiones más apartadas del país o las escuelas más ocultas de la geografía colombiana. Lo digo en serio, porque desde el fenómeno de la «maldita niña», como lo bautizó nuestro Presidente Santos en una de esas grandes frases que solo él sabe expresar, no se hace un censo de las escuelas rurales del país por parte del Ministerio de Educación, ni se tienen en cuenta las necesidades básicas escolares y por eso la cifra no mejorará jamás.

Pero, ¿qué se debe hacer para llamar la atención de los competentes en el tema? Realmente, es complicado, porque cuando los candidatos a elecciones van al campo, si es que van, llevan mercados, canecas de pintura o dinero pero muy pocas veces se toman el trabajo de entender la situación de fondo en el campo colombiano. El fondo del asunto, está en mirar el campo en su grandeza como tal, en la importancia de la actividad económica y además en brindar educación tanto a los pequeños como a los grandes, en mostrarles el poder de un libro, porque eso si que cambia vidas. Ahora, anhelo que con el censo agrario que se empezó a hacer en el campo hace poco, se tenga en cuenta lo que aquí hablo.

Aunque aplaudo con fervor la tarea que se hace desde el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones con el programa de «Computadores para educar» y con aquellas tabletas que hacen levantar con la mano a los niños de las escuelas, creo que ésta política se queda corta si los profesores no tienen libros para enseñan a leer a los niños y también si los beneficiados solo son los colegios de las cabeceras municipales.

Mucha tinta se ha escrito sobre el poder de la educación y es que sin duda alguna, los libros, los lápices, los cuentos y la fantasía de aprender, son y será el motor del desarrollo de cualquier país y eso es lo que pretendo con el escrito de hoy, hacer notar una vez más, que la paz no se hace firmando un papel entre los principales protagonistas del conflicto armado, no, la paz se cultiva en las aulas del campo y de la ciudad.

Por ésta razón, con la Fundación Jornal venimos haciendo el proyecto «Una Biblioteca para el Futuro», nosotros recogemos libros usados y nuevos en el lugar que sea y armamos bibliotecas para los niños y los adultos del campo, quienes con alegría los reciben, los leen, los cuidan y los preservan para sus hermanos, primos y vecinos de sus fincas. La tarea es sencilla, pueden donar los libros que ya no usan y darles una segunda oportunidad para que las generaciones venideras y nuestros hermanos campesinos puedan ver y crear otros mundos diferentes a los que la guerra les ha planteado.

A ustedes, señores lectores los invito a unirse a la campaña que hacemos desde la Fundación Jornal, espero me acepten la cuña, pero todo lo que se haga en pro de la educación, los niños y el campo, merece ser publicitado de cualquier manera.

@Lore_Castaneda

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