Por: Cristian Torres Rodríguez
Este editorial tendrá lugares comunes como el rechazo a la violencia de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y a lo mejor, será uno más entre tantos que exigen de manera infructuosa a esta organización armada e ilegal su cesación a los actos terroristas. Sin embargo, no hay tiempo para el cansancio y por eso la insistencia de invitar desde esta tribuna a todo tipo de manifestación y movilización, excepto la violenta, ¡para hacerles entender a los del ELN que Colombia no los quiere!
No es la violencia militar o espontánea la que resuelve los problemas, porque violencia trae más violencia, tampoco los problemas se resuelven con insultos, ya que cualquiera que se diga contra esta gente, seguro es poco y no reparará a las miles de víctimas mortales directas e indirectas que a diario fabrica el ELN. Además, el Estado colombiano no se puede rebajar a matón de esquina y el presidente Juan Manuel Santos debe ser coherente con su premio Nobel de paz, ¡Qué dilema el de Santos!
Aunque todos los colombianos, excepto la minoría inane del ELN, estén conmocionados por los más recientes actos terroristas cometidos en el país por parte de esta organización, su aplanadora sigue y en el camino van dejando sangre inocente de soldados y civiles campesinos y, toda suerte de atentados. Por eso hay que recordarles que “están equivocados de enemigo y que sus prácticas están destruyendo su dignidad”, como lo escribió en El Tiempo el ‘pazólogo’ y sacerdote Francisco De Roux en una carta abierta a ‘Pablo Beltrán’ del comando central (Coce) del ELN, cuando secuestraron a la periodista Salud Hernández-Mora.
Es difícil escribirlo y aún más entenderlo, pero el ELN debería aprender de las FARC, quienes aprovecharon la generosidad del Gobierno Nacional, que de manera inteligente les ofreció la reincorporación social y política a cambio de que dejaran de matar y secuestrar. Pero no lo entienden y su lógica obtusa va en camino de hacer campaña por los políticos que más odian, ellos son así de paradójicos, como su comandante Gabino, que con cinismo posa de ambientalista mientras derrama petróleo en los ríos.
La estupidez de coger a patadas la mesa de diálogo en Quito indica que aunque la culebra esté viva, más temprano que tarde, el ELN desaparecerá por razón o por la fuerza y desde la ciudadanía es responsabilidad, por orgullo nacional, manifestar el rechazo contundente a los métodos sádicos del ELN. Así como cuando el 4 de febrero de 2008 gran parte del país fue capaz de decirle a la FARC ¡No más!, tal vez otra manifestación pública, quien quita, los ponga en Quito a negociar y no a mamar gallo, para que en adelante demuestren sus ideales con otros métodos, el país se trague los sapos y por fin entiendan, desde la legalidad, las votaciones y el diálogo, que este terruño está muy lejos de ser Colombia Soviética.
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