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Leonardo Urrea

Por: Leonardo Urrea

Es falso que Colombia esté peor que Venezuela. A pesar de todas nuestras falencias como sociedad, hace un siglo, en Latinoamérica sólo Haití era más pobre que nosotros. Hoy somos la cuarta economía más grande del continente en términos absolutos, y en los últimos 100 años hemos presentado avances significativos en índices de desarrollo humano (Meisel-Roca, Jaramillo-Echeverri & Ramirez Giraldo, 2018(http://www.banrep.gov.co/es/publicaciones/cuadernos-de-historia-economica/mas-de-cien-anios-de-avances-en-el-nivel-de-vida-el-caso-de-colombia)).

Si este artículo es publicado después de las elecciones presidenciales, su sentido y argumentación no habrá perdido validez, ese es el punto central: Colombia ha llegado a un punto de madurez económica, social y política donde el camino para convertirnos en una sociedad más próspera y menos inequitativa está trazado. Independientemente de quien llegue a la Casa de Nariño, existen unas reformas necesarias desde el punto de vista económico que, de darse en el sentido correcto, pueden convertirnos en menos de medio siglo en el próximo milagro económico de occidente. Este artículo se encarga de forma sucinta, de indicar las reformas que considero elementales y necesarias, para que Colombia continúe y acelere su proceso de desarrollo económico y social con responsabilidad fiscal.

No obstante los avances en varias esferas, aún somos un país en vía de desarrollo: Tenemos un déficit importante de infraestructura vial; exportaciones poco diversificadas; un alto nivel de desigualdad;  grupos delincuenciales organizados; toleramos la corrupción; las empresas grandes, medianas y pequeñas tienen aún cargas impositivas significativas; existen altos niveles de evasión; la calidad del gasto público es baja; y aun estructuras de caza de rentas (algunas corrupción pura) tienen cooptadas ramas del poder público. Todo esto en conjunto genera que la labor económica del Estado (que a mi criterio debería ser mínima y efectiva, más que máxima e inútil) funcione como un estorbo para la acumulación de capital, la generación de empleo, y el traslado de factores de producción de sectores de baja productividad a otros de mayor productividad, lo cual, dicho sea de paso, es el camino hacia el desarrollo económico de largo plazo. La acción del Estado en vez de promover el desarrollo, lo está entorpeciendo en muchos frentes.

Con este panorama en mente, existen tres ejes centrales sobre los cuales podrían girar las reformas que considero sentarían unas bases más sólidas para el desarrollo: 1) Equidad; 2) Productividad; y 3) Eficiencia del Gasto Público.

En materia de equidad, la papa caliente es el sistema pensional, donde el problema central es un sistema que tiene restringida su cobertura por el nivel de informalidad (53% del empleo), bajos niveles de cotización y un esquema de subsidios estatales que el BID y ANIF han denominado “Un Robin Hood al revés” y “Bomba Fiscal” respectivamente, con el agravante de generar un déficit de casi 4% del PIB. Fedesarrollo calcula que las personas más pobres tendrían que trabajar 220 años para obtener una pensión y que bajo las condiciones actuales la cobertura disminuiría hasta 17% para 2050 (https://www.dinero.com/edicion-impresa/pais/articulo/propuesta-reforma-pensional-fedesarrollo/255327). El Informe de la Comisión del Gasto 2018 hace un diagnóstico muy completo del problema (http://www.minhacienda.gov.co/HomeMinhacienda/ShowProperty?nodeId=/OCS/P_MHCP_WCC-096783//idcPrimaryFile&revision=latestreleased), empero, la reforma pensional debe ser analizada en profundidad para no cometer los mismos errores del sistema chileno, los cuales están detallados en este informe (http://www.comision-pensiones.cl/) y abordaré en un trabajo posterior.

El segundo eje propuesto, reformas para incrementar la productividad, tiene que ver directamente con la labor del Estado para generar ambientes propicios a la acumulación de capital (inversión), la generación de empleo y la innovación.

En este frente, las reformas tendientes a la generación de un mercado de tierras (http://www.banrep.gov.co/sites/default/files/publicaciones/archivos/cgc_abr_2015_2.pdf) (catastro, predial, titulación) son claves para la inclusión económica de las zonas rurales, para que los inversionistas agroindustriales y campesinos puedan desarrollar sus actividades, y Colombia pueda aprovechar su potencial de producción de alimentos con beneficios para todos los actores del sector. En América Latina, la titulación de tierras, los programas de fortalecimiento de salud de plantas y animales, los programas de adopción tecnológica, y la provisión de infraestructura rural para interconexión de mercados, han mostrado tener efectos positivos en la inversión agrícola, el valor de las propiedades, y en la eficiencia de los mecanismos de precios del sector (Nota Técnica IDB-TN-1242 BID 2017(https://publications.iadb.org/bitstream/handle/11319/8156/Gasto-Publico-Evaluaciones-de-Impacto-y-Productividad-Agricola-en-ALC.PDF?sequence=9)). Colombia definitivamente debe realizar las reformas en este sentido, sin arriesgar la propiedad de buena fe (no robada), y cuidarse de las lógicas clientelistas que entorpecen las políticas.

Otra reforma crucial en el eje de productividad, es el sistema de inversión en Ciencia y Tecnología. Un nivel de inversión en este sector de 0,3% del PIB es vergonzante inclusive respecto a nuestros vecinos latinoamericanos. Está demostrado en la literatura económica que el proceso de desarrollo económico es fundamentalmente uno de cambio estructural. Dentro de esa transformación, el generar nuevos productos, crear y mejorar procesos, y asegurar inversiones para ampliar y adoptar la frontera tecnológica, son los mecanismos para que las empresas puedan ampliar sus posibilidades de competencia, ser más productivas, y fortalecer el proceso de acumulación. Esta reforma del sistema de Ciencia y Tecnología sería el empujón necesario para el proceso de diversificación productiva hacia sectores intensivos en conocimiento (Ocampo 2018) (http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jose-antonio-ocampo/el-petroleo-no-es-el-futuro-172288). Así, una política de desarrollo empresarial es necesaria, y dentro de ésta, el cambio de un sistema impositivo cargado sobre las utilidades empresariales, a uno sobre las rentas de las personas naturales, lo cual incentivaría la inversión privada (Comisión Tributaria(https://comisionreformatributaria.files.wordpress.com/2015/03/informe-final-de-la-comisiocc81n-versiocc81n-final2.pdf)).

El tercer eje, el de la eficiencia del gasto público, tiene como reformas centrales la inversión en infraestructura necesaria para la integración regional, el enfoque de la inversión en educación hacia resultados de calidad (principalmente reestructurando el sistema de formación y evaluación de profesores, e implementando la jornada única), y la transformación del sistema de salud, de uno enfocado en la prestación de servicios curativos, a uno de prevención que minimice costos, y maximice la salud de los colombianos. Con un sistema sólido de vías terciarias, el Plan de Electrificación Rural, y una universalización de banda ancha, muchos municipios con potencial económico, podrán incorporarse en los corredores comerciales y aportar a la generación de riqueza nacional. Es obvio que para esto se necesitan recursos en un panorama de estrechez fiscal, pero con inversiones del sector privado bien estructuradas, y un mejor uso de los recursos existentes (porque 17% del PIB en impuestos no es poco para un país como nosotros), se puede lograr.

Independientemente de cuál sea el presidente elegido, la senda del país está dispuesta. y ahora que estamos oficialmente en la OCDE, tendremos que respetar las buenas prácticas de gobierno internacional.

Nota: Soy consciente de que en este tercer eje estoy dejando de lado un tema que es estructural para el nuevo presidente: la corrupción, que ha mostrado ser ambidiestra, y que auguro, dará muchísimos titulares los próximos años independientemente de quien quede con el Solio de Bolívar. Dado que es un tema de alta importancia para nuestro país, y tiene unas consecuencias económicas, sociales y políticas muy profundas, dedicaré mi próxima columna al mismo.

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