Después de la eufórica celebración que se vivió en todo el país por el excelente desempeño de la selección Colombia de fútbol ante la selección polaca el pasado domingo, se ha evidenciado en los medios de comunicación, prensa e inclusive en las redes sociales una ola de unidad y amor de patria que se anhelaba a gritos.
A pesar de que hace unos días durante el primer partido de la selección frente al conjunto japonés ya se daban muestras del poder de unidad que provee el fútbol, ocurrió un momento histórico para el país en la zona de normalización de Llano Grande Dabeiba, Antioquia. En comunidad, víctimas del conflicto, Fuerza Pública, ex combatientes de Farc y de AUC compartieron en un mismo escenario la pasión del mundial.
Sin duda, la polarización que causaron los recientes comicios electorales, en su segunda vuelta, llegó a afectar en algunos casos de manera significativa el entorno familiar, de amistades y conocidos que no coincidían entre opiniones. No obstante, cabe recordar que la tolerancia juega un importante rol como valor definitorio de una democracia participativa. Se trata de debatir, analizar y escuchar argumentos diametralmente opuestos, con la capacidad de respetar y atender a los mismos.
Lo que es un hecho es la urgente necesidad de una transformación profunda en la sociedad colombiana, tema que por suerte tanto el candidato de izquierda como de derecha resaltaron a lo largo de sus campañas.
En sus respectivos Planes de Gobierno, específicamente en el pilar de educación, ambos candidatos le abrían la puerta a la posibilidad de impartir en los niños y jóvenes una cátedra de “educación en derechos, ciudadanía, política y reconciliación para formar la verdadera generación de la paz en Colombia” en el caso de Gustavo Petro y “cátedras de cívica y urbanidad para sembrar la fibra ética en el pueblo colombiano” en el caso de Iván Duque.
Esta apuesta por las nuevas generaciones apunta a la construcción de una verdadera identidad colombiana y sentido de pertenecía por su nación, ya que con un conocimiento de nuestras realidades, recursos y potencialidades se puede comprender y apreciar la importancia de la reconciliación. Lo que nos debería causar tanta o más pasión que el fútbol.
No obstante para consolidar este objetivo, cada generación debe aportar su granito de arena, sin importar el dirigente de turno. Tenemos el ejemplo de Irlanda del Norte, sufrió un conflicto de 500 años de guerra y entendiendo el valor de la educación junto con la disponibilidad del pueblo de perdonar, más no olvidar, lograron sobreponerse a sus vastas diferencias. Todo en favor de la prosperidad y desarrollo nacional.
Al no interpretar la venganza como proyecto y el odio como identidad es cuando los acuerdos culminan de manera exitosa. Por ello, la invitación es a mantener la misma fe intacta y ese apoyo incondicional que tenemos para ciertos asuntos, en la reconciliación nacional.
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