El 25 de noviembre es el día de la no violencia contra la mujer, y muchos hombres parecen solidarizarse con esa fecha. Sin embargo, una vez finaliza el día, muchos de ellos, quienes sacan “pecho” en las redes solidarizándose y enviando notas extensas, caen en errores que violentan a la mujer, muchas veces no siendo plenamente conscientes deque sus acciones agreden…Y todo ocurre en el marco de esa lucha que lleva años construyéndose y consolidándose.
La reflexión de hoy es un llamado de atención que no va dirigido únicamente a los hombres, sino que también pretende llegar a las mujeres que con determinadas acciones y palabras, por inocentes que parezcan, pueden estar reproduciendo acciones de violencia de género. En ese sentido, les voy a contar mi experiencia y mi sentir frente al tema. Debo expresar, de ante mano, que no me declaro feminista ni he sufrido algún hecho violento que de merito para tener algún tipo de trauma, pero la cosa es que, aún sin haber sido víctima de estos hechos, hay momentos en los que me siento vulnerable frente a situaciones cotidianas que se consideran normales.
Resulta que cuando voy por la calle por lo general me siento intimidada. Muchas veces tengo que cambiar de acera cuando diviso un grupo de hombres a lo lejos, y eso es porque detesto con todo mi ser que me digan alguna palabra soez o incluso un piropo “bonito” porque me siento acosada, como un pedazo de carne andante al que todos pueden echarle el ojo y gritarle cuanta cosa se les pasa por el cerebro.
Señores: aunque sea un piropo ‘bonito» nos sentimos mal. Perseguidas, observadas y hasta agredidas. A veces me pregunto cómo reaccionarían los hombres si las mujeres les gritaran cosas en la calle, los “morbosearan”, les silbaran o balbucearan las frases con las que suelen dirigirse algunos “caballeros” en nuestra sociedad. En principio se sentirían agradados, pero después de un tiempo, seguramente, pasarían a considerarse intimidados y agredidos.
Amigos, es una realidad. Y así la acepten, o no, el echo es que las mujeres somos violentadas por nuestra condición de género. No se trata de violencia en el marco de una riña que terminó hiriendo a una mujer. No. A la mujer se le violenta por el único hecho de serlo, porque algunos hombres se creen, después de tanto tiempo y tantos derechos adquiridos, con el derecho único sobre nosotras.
En las parejas, aunque parezca normal, hay acciones que no están del todo bien: la nalgadita cada que se les ocurre; el pensar que por ser su pareja está obligada a tener relaciones sexuales, y en caso de que no acceda se le debe maltratar física y psicológicamente; la prohibición de amistades; las palabras que presentan propiedad sobre el otro; o el yo te toco porque soy tu pareja. Eso no está bien, no sin consentimiento, no cuando se les dice: ¡NO!
Cuando hay mujeres que se quejan ante la sociedad es porque algo está pasando. Estas quejas no son porque sí, con ellas se está queriendo mostrar la realidad que el mundo no quiere ver: y es que en pleno siglo XXI, después de tantas luchas victoriosas, las mujeres seguimos siendo agredidas, con “pequeñas” cosas como las que les enuncié, o con grandes y penosas acciones como el feminicidio.
Señoras: la fortaleza está en nosotras. Cuando decimos no, es NO. Y si toca denunciar, se denuncia. Y señores, con actos tan pequeños como el no morbosear a una mujer en la calle o el no mirarla y comentar con su amigo lo “buena que está o «lo grande que tiene el trasero”, no se imaginan todo lo que aportan a la construcción de una sociedad equitativa y respetuosa en términos de género y de mujer.
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