Por: Juan David Escobar Cubides
Haber detonado semejante bombazo en una escuela de policía para atacar a jóvenes que apenas gozaban de su formación, es un acto canalla propio de la bellaquería humana. Quienes así lo hicieron son, prosaícamente, unos burdos miserables, pusilánimes y deleznables. No puede haber calificativos menos gruesos, dado que el daño es irreparable. En efecto, los genocidas del Eln manifestaron toda su maldad visceral al cocinar dicho atentado, el cual se traduce en una afrenta imperdonable dirigida a magullar los derechos humanos y la política de seguridad de los colombianos.
En un Estado de Derecho como el nuestro, con aspiraciones fundacionales de sujeción a la ley, propias de un sistema democrático serio y organizado, el apego a la normatividad es un principio irrevocable. El orden coactivo, la estabilidad institucional y el bienestar social son pilares fundamentales para preservar la convivencia humana. Por ello, no es admisible incurrir en actos terroristas de ninguna clase, mucho menos, bajo el pretexto de obtener alguna gabela política o jurídica. Los menesteres de Colombia impiden que así se haga, inclusive cuando padecimos a un expresidente que así lo hizo con las Farc.
El precedente es funesto: los bandidos del Eln alegan ser acreedores de los mismos beneficios que les atribuyeron a sus homólogos de Farc, y por ello incurren en todo tipo de vejámenes para lograr su cometido. Primero, han despedazado la infraestructura vial y de comunicaciones; segundo, han secuestrado a infinidad de personas inocentes; tercero, asesinaron a una juventud promisoria que se estaba preparando para servirle a esta patria. Pero, no obstante lo anterior, pobres ingenuos si creen que este gobierno claudicará ante ellos. Acá la nueva cúpula militar está dispuesta a enfrentarlos sin vacilación, hasta capturarlos o darlos de baja. Eso está claro. ¡Más les vale a esos cobardes que se preparen para lo que les espera!
La cosa es sencilla: a los criminales debe combatírseles con magna vehemencia y contundencia, sin reconocerles estatus de beligerancia, toda vez que hemos comprobado como los enemigos de la patria, mal utilizan este estatuto del Derecho Internacional Público, para abruptamente masacrar y atentar en el territorio nacional. Y esto no puede ser así porque, la soberanía y la legitimidad- entendida esta última como el juicio de obediencia de quien soporta o padece del poder- no son transigibles con quienes, sumidos en la perversión y en la anarquía, pretenden devastar los cimientos más sagrados de la democracia colombiana.
El genocidio reciente de los Elenos, habida cuenta de la situación, produce una ruptura merecida de los protocolos en el marco de una negociación, puesto que iba dirigida a un blanco en específico que se encontraba en total estado de indefensión.
Fueron acribillados más de 20 jóvenes que carecían de la posibilidad de defenderse, como bien NO ocurre en cualquier combate de batalla campal. Por tal razón, es más que acertada la medida de finalización de esos nefandos diálogos con ese grupo criminal. Nadie puede oponerse, ni manifestar lo contrario: los hechos objetivos al ser de mayor gravedad acarrean graves consecuencias. Y así lo deben asumir los organismos internacionales, como la ONU o la CIDH.
Por lo antecedente, consideramos que el combate frontal, es la única alternativa viable para finiquitar este problema. Y dicho fin lo podremos cumplir, haciendo un uso efectivo la fuerza institucionalizada, ostentada por nuestro glorioso Ejército Nacional. El rumbo debemos retomarlo y para ello hay que desplegar acciones militares implacables contra los narcoterroristas infundados.
De la misma manera, es menester atacar el narcotráfico como aliciente de criminalidad y a los autores intelectuales de este macabro genocidio que, por demás, están escondidos en Cuba. ¡La dictadura Cubana debe entregarlos por mera colaboración recíproca, so pena de convertirse en el peor auxiliador de asesinos dentro de la historia mundial!
Posdata # 1: Hay quienes todavía tienen el descaro de defender al Eln, según ellos, por sus “inagotables anhelos de paz.” ¡Están locos!
Posdata # 2: Produjo extrañeza observar a la periodista Vicky Dávila, oponerse a la ruptura de los diálogos alegando los derechos humanos de los genocidas. ¿Y los jóvenes cadetes asesinados qué? ¿Eso qué es? ¡Duele mucho!
Posdata # 3: La peor amenaza para la paz es concederles todas las peticiones a los terroristas. Ahí tienen el reflejo exacto de lo que ha ocurrido con los criminales Iván Márquez y El Paisa.
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