A propósito del inicio de nuevo año escolar, hay un tema en en el escenario educativo actual que está logrando, con mucho esfuerzo, posicionarse en la agenda de la política educativa nacional. Se trata de la educación inclusiva, la inclusión educativa, las escuelas inclusivas.
Hace algún tiempo una maestra, durante una conversación espontánea, preguntaba sobre por qué hoy en las escuelas se ven más niños y niñas en condición de discapacidad. «Es como si se hubiesen multiplicado», expresaba preocupada…
A lo cual alguien más le respondía: «Personas con discapacidad, hoy mejor reconocidas como personas con diversidad funcional, siempre han existido, lo que pasa es que antes eran socialmente rechazadas, las familias las escondían y negaban su condición, impidiéndoles con ello el acceso a la escuela y a un mejor desarrollo».
Para ahondar en el tema, es preciso observar estos datos, que son reveladores del problema. Según el Sistema de Matrícula Estudiantil de Educación Básica y Media, Simat, para el 2018 había 180.743 estudiantes con discapacidad en todo el país, y de ellos solo el 5,4% llega a la Universidad. Además, el 53% de estos alumnos tiene discapacidad intelectual, dificultando esto el tránsito al sistema educativo formal y, por consiguiente, al mundo laboral.
Asimismo, solo el 42% de ellos aprueba la primaria, el 20% la secundaria y el 31% no alcanzan ningún nivel educativo. Por otro lado, el 32% no sabían leer ni escribir, y la desescolarización alcanzaba, para ese año, el 41%.
Sobre esto puede hacerse, al menos, tres reflexiones particulares. 1. La preocupación inicial de la maestra refleja la de miles de educadores colombianos de los sectores público y privado, que deben atender toda la población estudiantil por igual, la mayoría de veces sin contar con la cualificación profesional y los apoyos pedagógicos que requieren los estudiantes, y los que hoy exige la ley (Ley Estatuaria de Discapacidad 1618 de 2013). Esto supone, por parte de la Instituciones educativas, las Secretarías de Educación o las alcaldías (según sea el caso), el Ministerio de Educación y el propio maestro, formar y formarse en las exigencias de lo que implica incluir a una persona en condición de discapacidad al aula, con el fin de posibilitarle una educación pertinente, de calidad y con los apoyos particulares que requiera.
2. El educador debe, a su vez, transformar su propia mentalidad, al reconocer la diversidad de formas de aprender como oportunidad. Esto, dado que las personas aprendemos de distintas maneras (haciendo uso de imágenes, sonidos, texturas, etc). En una aula no se puede menoscabar la capacidad de ningún estudiante, marginándolo en un rincón, repitiendo planas o coloreando dibujos sin intención pedagógica clara.
3. Los estudiantes son sujetos de derechos y la educación es un derecho de todos (Const., 1991, art. 13; Ley 115, 1994, art. 46). Esto plantea que no deben existir dos escuelas, una escuela para discapacitados y una escuela para no discapacitados. La escuela, la institucionalidad y las familias, atendiendo al cumplimiento del Decreto 1421 de 2017 (que invito a estudiar con detenimiento) deben plantear oportunidades para la educación y para las personas con diversidad funcional, teniendo en cuenta —entre otros principios— el enfoque de Diseño Universal de Aprendizaje (DUA).
¿Qué es el Diseño Universal de Aprendizaje-DUA?
El Diseño Universal es un concepto de la Arquitectura que parte de identificar si una edificación posee barreras de acceso para las personas, particularmente, para los que tienen alguna condición diversa. Se habla aquí, por ejemplo, de falta de rampas, medidas, altura, botones, etc… Si una construcción carece de estos elementos, es un edificio discapacitante. Es decir, el problema no son las personas, sino los diseños de la infraestructura que no sirven a todos.
Este concepto se traslada a la escuela como un enfoque denominado ‘Diseño Universal de Aprendizaje’, DUA. Este no pone el acento en la discapacidad, sino que ubica el problema en el diseño de materiales educativos, procesos, currículos y demás infraestructura educativa, que se termina convirtiendo en barreras visibles o invisibles para el colectivo de personas discapacitadas.
Así, las escuelas se vuelven discapacitantes cuando:
- Los currículos las aíslan y las dividen entre los discapacitados y los sin discapacidad. Generando barreras que impide desarrollarse en la diversidad de cada quien.
- La infraestructura no tiene en cuenta el acceso, la movilidad y el confort para el aprendizaje de todos por igual.
- El lenguaje verbal, gestual, el comportamiento de docentes y directivos, las políticas institucionales son discriminatorias.
- Al interior de un colegio no se toman decisiones que garanticen educación de calidad para todos, cuando estas solo se restringen al alcance de los estándares de calidad nacional e internacional. El objetivo de la escuela no discapacitante, es garantizar el desarrollo humano y dignificante para todos.
Pensemos ¿la escuela a la que va su hijo es inclusiva o discapacitante? ¿La escuela en la que usted trabaja es inclusiva o discapacitante? Entonces ¿De quién depende que esto cambie?
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