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Maluma es un producto cultural. Si queremos tener una discusión de altura sobre las letras de sus canciones, debemos empezar por comprender que él es la cara bonita de la industria que se mueve tras su imagen: él no compone, no produce, no ha de saber mucho de música ni ha de tener muy en claro qué es lo que canta, por ende, la responsabilidad que le cabe es muy poca porque, como cualquier producto, es prescindible.

Se dice en las redes que el reguetón, que ya lleva varios años de vigencia, contiene mensajes sexistas que hieren la dignidad de la mujer. Cierto. ¿Cómo negar que una canción que dice “Mami te traigo la medicina, la que te saca de la rutina, la que inyecta por donde orinas” no vulnera los derechos de la mujer? El asunto ha vuelto a cobrar relevancia en la agenda pública por cuenta del lanzamiento de la nueva canción de Maluma, llamada “Cuatro babys” (sic) que fue producto de una fuerte crítica por parte del Huffington Post en español.

A riesgo de que los lectores crean que tengo mucho flow, considero que Maluma y el reguetón en general, son apenas un síntoma del machismo que tenemos enquistado en nuestra sociedad y están lejos de merecer la cacería de brujas que sufren por estos días.

Lo digo en primera instancia porque el reguetón no es el único género que agrede con sus letras a las mujeres: las rancheras, los vallenatos, la salsa, el pop y decenas de subgéneros más ya lo hacían antes de que naciera Maluma: hay una famosa canción de salsa que dice “mátala, mátala, mátala, mátala, no tiene corazón, mala mujer”, existe un vallenato en el que el hombre le confiesa a la mujer con la que se va a casar que tuvo un desliz con otra y que la dejó embarazada, y encima de eso termina diciéndole a la víctima que “sé que me vas a llorar, me vas a extrañar porque otra ocupará tu lugar”. Muchas canciones han heredado del bolero ese lugar común del amante inolvidable: “como yo nadie te ha amado, “nadie te amará como yo” o pero quien te quiera más que yo, ese tiene que volver a nacer, como si el yo lírico de las canciones tuviera la certeza no sólo de ser buen amante, sino de ser el mejor que la pobre mujer va a tener en el futuro, un parafraseo melódico y dulzón de la célebre frase “si usted no es mía no es de nadie” que antecede al maltrato físico.

Y ni hablar de géneros que, como el reguetón, se especializan en estigmatizar a las damas: las rancheras, por ejemplo: “como al caballo blanco le solté la rienda, a ti también te suelto y te me vas ahorita”, “te vas porque yo quiero que te vayas, a la hora que yo quiera te detengo”; la salsa erótica o rosa: “aquel viejo motel trae el recuerdo del día en que te hice mujer: tú te negabas, yo insistiendo pero después fuimos cayendo al dulce abismo que pretendes esconder” (¿la confesión de un delito sexual?), o la norteña: “me gustan los caballos, las mujeres bonitas, salir de paseo con mis amiguitas”. Y ni hablar del tango, todo un capítulo aparte.

Algunos dirán que los mensajes de estos ejemplos que tomo y de muchísimas más canciones no son tan directos como los del reguetón (“hágale papito, dele sin parar, dele como perro que mi marido va a llegar”), peor aún porque pone en evidencia una discriminación soterrada, indirecta pero poderosa, que ha crecido con nosotros, que nos acompaña y que está tan enquistada que ni siquiera nos damos cuenta de su presencia inconmensurable.

En adición, es muy ingenuo pensar que el sexismo proviene sólamente de la música o, peor aún, de un género musical. No, el sexismo también está en los comerciales de toallas higiénicas y de productos para el hogar, en las telenovelas melodramáticas en las que hay una antagonista de belleza malvada y una niña pobre de falda larga que se enfrenta al mundo de los ricos y se enamora del heredero de la casa de familia; el sexismo también está en los reinados de belleza, en las revistas, en el porno, en los noticieros, en las secciones de farándula, en los consejos de la abuela, en los colegios, en la Biblia… La cosificación de la mujer está tan arraigada que de hecho muchos ni siquiera son capaces de percibirla y se burlan del feminismo como si fuera una teoría rancia de unas pocas radicales; claro, me imagino que lo hacen mientras bailan reguetón y ven telenovelas..

Por supuesto que el reguetón no ayuda mucho a la equidad de género, pero lo que quiero decir con todo lo anterior es que  el machismo no es un problema musical sino cultural. La forma en que usamos nuestra lengua pone en evidencia lo que somos y en lo que creemos, por lo tanto, la discriminación a la mujer no cesará apagando la radio o usando el horroroso lenguaje incluyente, sino cambiando la mentalidad de aquellas personas que todavía creen que las mujeres o son putas o son santas, y aquellas personas suman millones.

No le echen la culpa a Maluma: el pobre es un producto y obedece a unas dinámicas sociales que todos aceptamos y consumimos felices. Si una canción como “Cuatro babys” sale al mercadoLa primera se desespera, se encojona si se lo echo afuera, la segunda tiene la funda y me paga pa’ que se lo hunda») es porque hay un nicho muy amplio allá afuera que está listo a descargarla, a escucharla mil veces y a perrear («perrea, mami perrea, yo quiero tenerte cerca, yo sé que eres una puerca. Me gusta como mueves la cadera, me gustas porque eres una ramera»).

Twitter: @andresburgosb

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