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La noticia leída en El Tiempo lleva por título “Mónica aprendió a leer y escribir a sus 81 años” y el lead aclara: “Ahora en San Basilio de Palenque todos sus pobladores saben leer y escribir”. La nota, a simple vista, parece positiva y en términos corrientes podríamos decir que lo es, pues lograr que un corregimiento de la periferia cartagenera tenga al 100% de su población alfabetizada no es un logro menor.

Sin embargo, San Basilio de Palenque no es una población cualquiera y puede que este proceso de alfabetización traiga, irónicamente, la pérdida de sus conocimientos ancestrales.

San Basilio es un corregimiento de 3500 habitantes que fue fundado a comienzos del siglo XVII por negros que escaparon de la Cartagena esclavista. Estos rebeldes  cimarrones se asentaron en las faldas de los Montes de María y, a diferencia de los demás esclavos traídos de África, pudieron conservar gran parte de la riqueza cultural de sus lugares de origen. Sus necesidades de comunicación los llevaron a formar un dialecto basado en algunas palabras del español que conocieron en su paso por Cartagena y en la estructura del bantú y otras lenguas africanas. La imposibilidad de volver a la ciudad a riesgo de morir en manos de los blancos dio paso a la endogamia y a la consolidación de este dialecto como una nueva lengua: el palenquero.

La lengua palenquera es el vehículo de transmisión de las costumbres ancestrales del pueblo de San Basilio y de su religión sincrética. Palenqueros son los cantos fúnebres y los ritos colectivos, así como las leyendas de los primeros cimarrones que se han transmitido oralmente desde hace más de 300 años; tal es la importancia de estas costumbres que en 2007 la Unesco las declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Pese a lo trascendente de ese título, hoy por hoy esta lengua criolla ha perdido fuerza y número de hablantes por razones diversas, como el comercio, el turismo, los trámites ante el Estado y los procesos de evangelización, a tal punto que hoy podemos decir que todos sus hablantes leen y escriben en español en detrimento de su lengua vernácula, que cada vez relegan más a los círculos caseros. Si bien los etnoeducadores que trabajan en la comunidad buscan a toda costa que los palenqueros conserven su identidad, es bien sabido que cualquier intento de inmiscuirse en la cultura es ya una manera de occidentalizarla. Por ejemplo, los palenqueros tienen ahora un sistema de escritura que no ha surgido de un proceso natural propio, sino que fue impuesto por los lingüistas del interior que tienen una cosmovisión claramente distinta, tanto es así que una de las primeras traducciones que los palenqueros aprendieron a leer y a reproducir es la oración del Padre Nuestro.

Así lo confirma la propia Mónica, que asegura que aprendió a leer para “algún día (…) poder leer la Santa Biblia y entender la Palabra”, la misma palabra de la que escaparon los abuelos de sus abuelos.

La noticia, que muchos podrían calificar como un ejemplo de superación, termina con una promesa terrible contra las hostigadas tradiciones palenqueras: “ahora, la meta de Mónica es ir por Palenque enseñando la que para ella es la palabra más grande que cualquier hombre puede pronunciar: la Palabra de Dios”.

@andresburgosb

 

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