Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Una lectora me escribió una historia de amor y dolor en la que terminó, sin saberlo, siendo la tercera en un triángulo amoroso. A manera de catarsis ella quiso compartir su drama con los lectores.

Foto tomada de: http://franlc.blogspot.com.co/

En mi anterior entrada planteaba la idea de que una amante no siempre es la mala del paseo sino que puede ser la víctima. Eso le pasó a Juliana, una mujer que conoció las dos caras del amor al mismo tiempo.

Por cuestiones laborales, Juliana conoció a un ingeniero llamado Diego. El tipo parecía una buena persona, tenía un trabajo estable, vivía con su mamá y era padre de un niño, producto de su relación anterior, al que le dedicaba todo su amor.

Cuando empezaron a salir, a Juliana no le preocupó que su novio tuviera un hijo, ni cuando iban los tres al parque ni cuando la mamá del niño llamaba a Diego por teléfono a exigirle el dinero de la manutención. De hecho, pronto Juliana empezó a querer a ese niño como si fuera propio, como si fuera ella la pieza que faltaba en un hogar lleno de amor.

La relación fue evolucionando. Juliana conoció a su suegra y era invitada frecuente a la casa de Diego y él, por su parte, empezaba a planear una vida junto a ella. Hablaban de convivencia, de un segundo hijo, de matrimonio…

Después de un año de relación dieron un paso importante: con mucho esfuerzo lograron reunir el dinero necesario para pagar la cuota inicial de un apartamento; por esos meses, Diego no estaba pasando un buen momento económico, en parte por la cuota que debía pagarle a su ex pareja mensualmente, así que fue Juliana quien aportó casi la totalidad de los recursos requeridos, para eso tuvo que adquirir un par de deudas y hacer grandes recortes en su economía personal. No importaba, finalmente estaba construyendo un hogar junto al hombre que amaba y su alegría no podía medirse con dinero.

El matrimonio era el paso a seguir. En el círculo familiar y laboral de Juliana todos lo sabían y lo celebraban aunque la pareja aún no había fijado una fecha para el evento.

Un buen día Juliana fue a visitar a su futuro esposo pero cometió el grave error de no avisarle. Cuando llegó a la casa, su suegra abrió la puerta y la miró como si se hubiera encontrado con un espanto. No le permitió la entrada a la casa donde muchas tardes fue la invitada de honor. Algo raro ocurría.

Lo que pasó después parece sacado de una telenovela mexicana: aparece una tercera mujer en escena, le recrimina a Juliana haber sido la amante de su marido, la empuja, le grita; la suegra en silencio, el niño llorando, Juliana estupefacta.

Diego era casado y convivía con su esposa en la misma casa que Juliana visitó tantas veces. El muy astuto aprovechaba las largas jornadas laborales de su esposa, que era enfermera, para hacerle creer a Juliana que era separado. El cinismo de Diego fue heredado directamente de su madre, quien sabiendo toda la verdad siempre calló.

Juliana se había convertido sin querer en la amante de Diego, en la quitamaridos. Y ahora que lo había descubierto todo tenía que enfrentar al mundo llevando el estigma de ser la mala del paseo. De un momento a otro, Juliana no sólo perdió a su futuro esposo y al niño que quería como si fuera suyo, sino también el dinero que había invertido en un apartamento del que luego desistiría y en el que actualmente vive Diego con su hijo y su esposa, que le perdonó la infidelidad. El infiel sacó provecho de su aventura, la amante perdió hasta su autoestima.  

Hoy Juliana siente que ya superó ese capítulo de su vida. Admite que cometió muchos errores y que no estuvo atenta a los cabos sueltos que iban dejando las mentiras de Diego. Se vio obligada a cambiar de trabajo, pagó sus deudas y por fin, después de dos años de silencio, tiene el coraje de contar su historia que incluso sus amigos más cercanos desconocen. Sabe que somos machistas y que aún luego de abrir su corazón serán muchos los que la juzguen, pero no le importa porque luego de su duelo ha comprendido que hay que hablar, servir de ejemplo, hacer catarsis para no seguir envenenándose con tanto dolor que había tenido que soportar sola.

No siempre la amante es la mala del cuento, en muchos casos, como en el de Juliana, la amante es la víctima.

***

Si, como Juliana, usted también quiere que los lectores conozcan su historia, lo invito a que me escriba un correo a andresburgosb@hotmail.com, puede que la catarsis le ayude a descifrar el dolor del duelo y de paso su ejemplo le pueda servir a muchos.

Twitter: @andresburgosb

 

Compartir post