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Estamos a una semana de volver a las urnas y siempre en época electoral los ánimos están caldeados, las posiciones se radicalizan y se escuchan discusiones en muchos escenarios de la vida nacional. Unas válidas y respetuosas, otras cargadas de fanatismo y otras tantas llenas de errores y mentiras.
Da tristeza ver a partidarios del SÍ actuando de manera violenta tratando de imponer a la fuerza el dizque «voto por la paz» en una total incoherencia con lo que promulgan. De igual manera es lamentable ver a los partidarios del NO matoneando a los que piensan diferente, haciéndole burdos montajes a personajes reconocidos como Mariana Pajón, Pirry y otros tantos que ya tomaron una posición afirmativa sobre el plebiscito.

Personalmente estoy rodeado de gente va a votar por el SÍ; familiares y amigos que creen en el proceso de paz con los que he tenido debates de altura, pero sobre todo respetuosos, como debe ser. Muy diferente a lo que pasa en redes sociales en donde hay una verdadera batalla campal y en las que me da pereza ponerme a contestar pues desde el principio se sabe que va a ser infructuoso cualquier argumento.

Viví de niño el proceso de paz con el M-19 y reconozco que personajes valiosos como Antonio Navarro se reintegraron a la sociedad aprovechando su oportunidad. Como alcalde de la ciudad de Pasto y al frente de la Gobernación de Nariño, Navarro Wolf demostró ser un buen líder político. Otro que perteneció a ese grupo insurgente fue Everth Bustamante ocupando cargos como director de Coldeportes y la Alcaldía de Zipaquirá; actualmente está en el Congreso de la República representando al partido Centro Democrático (combinación rara, pero válida). El que nunca se desmovilizó mentalmente fue Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, por el que ya he expresado mi abierta animadversión ya que le hizo un daño terrible a la capital de la República.

Estando expuesto a noticias todos los días, inevitablemente me preocupa lo que está pasando en el país, a tal punto que ha afectado mi salud y mi sueño. Por eso escribo estas líneas como una manera de desahogarme por el estrés que me genera el tema de los acuerdos de La Habana y del plebiscito. A los que me preguntan mis razones para votar NO este próximo 2 de octubre, les digo que a los colombianos se les está engañando con una paz mal negociada, llena de injusticia, impunidad, pero sobre todo con el gran riesgo que Colombia tome el mismo camino de Venezuela. Muchos subestiman esta posibilidad refutando que a las Farc se les derrotará en las urnas, sin tener en cuenta la capacidad económica con la que contarán después de legitimar los acuerdos. No hay una frase más cierta que la de Plinio Apuleyo Mendoza cuando dice que «el sueño de paz de los colombianos se puede convertir en una pesadilla».

Independientemente de lo mal negociado de los acuerdos está lo que a mí me parece más grave y es con quién se negoció. Unos cabecillas de la guerrilla prepotentes que no han dado la más mínima señal de arrepentimiento y que por el contrario andan desmintiendo al presidente todos los días con declaraciones salidas de tono y en las que se develan cuáles son sus verdaderas intenciones. Pero esto ya no tiene reversa; el próximo domingo asistiré a las urnas sintiéndome de antemano derrotado porque si algo tengo claro es que el SÍ no tiene pierde. Aún así mi deber como ciudadano es salir a opinar cuando la democracia me lo permite. Quiero mirar a los ojos y con la conciencia tranquila a mis seres amados haciéndoles saber que no fui cómplice de la debacle de mi país. Por primera vez quisiera no tener la razón, por primera vez me encantaría estar equivocado y lo celebraría públicamente al saber que mi tierra no tomó el rumbo que yo sospechaba.

En este plebiscito se debería votar no sólo por el gusto de joder a Uribe o por querer llevarle la contraria. Esta decisión es muy importante y va más allá de santistas o uribistas. Lo último que tengo para decir con gran preocupación y profunda tristeza es que creo que el SÍ ganará, pero lamentablemente Colombia perderá.

paisajecolombia

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