Tras leer a Mo Yan, el más reciente ganador del Nobel de Literatura, quedan sensaciones dispares.
El escritor chino Mo Yan era poco conocido por la mayoría de habitantes de estos lares, me incluyo. Pero cuando el pasado 11 de octubre se anunció que era el nuevo Premio Nobel de Literatura se volvió tema obligado de conversación y uno de los autores más buscados en librerías e internet.
A finales del año pasado era imposible conseguir uno de sus libros, porque aún no se conseguían en el país. Posteriormente se agotaron y solo se encontraban ediciones en inglés. Ahora llegaron sus obras más conocidas, gracias a editorial Océano, y se convirtieron en las más vendidas; además están en las partes más visibles de todas las vitrinas de las principales librerías en todas las ciudades.
A los que nos gusta la literatura conocer a un ganador de un Premio Nobel se vuelve una prioridad y casi una obsesión. En mi caso, pasaba cada cierto tiempo por las ventas de libros a preguntar si ya había llegado ‘Sorgo rojo’, el libro emblema del escritor.
La respuesta siempre era negativa, pero en una de esas ocasiones llegó un paliativo, me informaron que no estaba la mencionada obra, pero que tenían uno de sus libros: ‘Cambios’, el cual compré de inmediato.
Aquí comenzó mi desencanto con Mo Yan. El mencionado libro es una de esas obras que se publican cuando un autor gana un prestigioso premio, un libro que cuenta detalles del autor y de su vida, pero que en el fondo aporta poco, o al menos a mí no me aportó mucho.
Sin embargo, quiero destacar que fue una base interesante para enfrentar otras obras del autor, y este pensamiento: «Lo tengo clarísimo: si un hombre no puede casarse con la mujer a la que ama, tiene que buscarse una que le aporte el mayor número de ventajas posibles»… ¡pragmatismo total!
Finalmente, mientras caminaba por un centro comercial, pude adquirir el buscado libro ‘Sorgo rojo’. Con mucha emoción comencé a leerlo, empecé a meterme en la historia de un escritor comparado por los que saben con la maestría de Faulkner y con la inventiva de García Márquez.
Y el libro comenzó llenando todas las expectativas, las primeras páginas están llenas de descripciones maravillosas, de imágenes hechas con palabras que son tan impactantes como la mejor de las películas.
«Sol Cinco empezó en el lugar de la calva del tío Arhat en que se había formado la costra, deslizando la hoja del cuchillo una, dos veces, un corte meticuloso tras otro. El cuero cabelludo del tío Arhat cayó al suelo, dejando ver dos ojos de color púrpura verdoso y varios jirones informes de carne… Mi padre me dijo cierto día que, aún después de que le hubiesen arrancado la piel de la cara, de la boca informe del tío Arhat siguieron saliendo gritos y gorgoteos, mientras interminables arroyuelos de sangre roja y brillante fluían de su cabeza viscosa».
Pero después de aproximadamente la página 200 comenzó a tener grietas mi empatía con esta historia de los abuelos y el padre del narrador, ambientada en el municipio de Gaomi Noreste, en la provincia de Shandong (precisamente el lugar de nacimiento del escritor) entre las décadas de 1920 y 1940.
Las descripciones siguen siendo grandiosas, son realmente impresionantes las páginas dedicadas al combate entre los hombres y la jauría de perros, pero la historia no avanza, no hay desarrollo, no hay intriga ni acción propiamente dicha.
El narrador sigue contando los avatares de su abuelo, de su padre, los recuerdos de amores de sus abuelas, de vino y de los enfrentamientos con los japoneses y entre las propias bandas de habitantes chinos que buscaban la gloria venciendo a sus enemigos nipones, pero no hay, en mi opinión, desenlace.
Antes de finalizar quiero resaltar unas palabras de la parte final del libro sobre qué es el amor, que el autor define en tres ingredientes: fanatismo, crueldad y frigidez.
«¿Qué es el amor? Cada uno tiene su propia respuesta. Pero esta emoción demoníaca ha domado a más hombres valientes y a más niñas bonitas y listas de los que se pueden contar (…) la expresión del amor son dos personas cuya carne y cuya sangre se confunden cuando están juntos y el resultado del amor son dos estacas heladas de ojos inexpresivos y fijos».
El Premio Nobel de Literatura genera la misma controversia y las mismas expectativas que una película o un director al ganar el Oscar: por lo general uno no está de acuerdo, cree que otro mereció el premio, que estaba arreglado, pero al final no se puede quedar con las ganas de leerlo y de conocer más de la obra del autor. Yo, por ejemplo, pese a no terminar del todo feliz compré ‘Las baladas del ajo’ esperando reavivar mi amor por Mo Yan. Mientras tanto los invito a leerlo, posiblemente tengan otra opinión, pero sí puedo asegurarles que sus descripciones les sorprenderán y encantarán.
No sé mucho de literatura, solo me gusta leer casi todo lo que cae en mis manos, que, curiosamente, casi siempre me pone a pensar en lo equivocado que ando en la vida.
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