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‘El impostor’, del escritor español Javier Cercas, es toda una reflexión sobre la mentira, sobre el engaño y sobre la verdad.

El impostor, libro de Javier Cercas

La historia de Enric Marco, un hombre que construyó su vida a partir de verdades a medias y muchas mentiras. Una persona que se fue apropiando de historias escuchadas para convertirse en el centro de atención. Alguien que, como dice Cercas, debía estar siempre en la foto. Así es el protagonista de esta novela basada en una historia real.

Marco se hizo pasar por un sobreviviente de los campos de concentración nazis y se inventó un pasado anarquista, antifranquista. Después de los 50 años se convirtió en una figura sindical y en la cara de los sobrevivientes españoles del holocausto. La verdad se conoció en 2005, cuando el protagonista era un nonagenario y estaba a punto de hablar frente al jefe del gobierno español.

El eje de la historia es Marco, pero el trasfondo es otro, es esa necesidad de nosotros los humanos de querer figurar en todo y que para hacerlo no nos importa mentir, no nos importa engañar, no nos importa ser el gran impostor.

Y es que la mentira está tan dentro de nosotros, es tan intrínseca que hace parte de nuestro día a día y convive a veces sin que siquiera lo notemos.

Pero, ¿es moral la mentira?, la pregunta se la plantea el propio Cercas en el libro:

“A lo largo de la historia, los pensadores se han dividido respecto a esta cuestión en dos tipos básicos: relativistas y absolutistas” Los relativistas, que somos la gran mayoría, son aquellos que, como Platón, Voltaire o Montaigne, aseguran que “una mentira es un vicio solo cuando hace mal, y que es una gran virtud cuando hace el bien”. También hablan de “mentiras oficiosas o altruistas, formuladas para el beneficio de otros”.

Pero están los absolutistas, cuyo mayor representante puede ser Kant, quien asegura que “la prohibición de mentir no admite excepciones” y recalca que “mi obligación moral no es mentir sino decir la verdad”.

Y es que la verdad, como dice Nietzsche, es a veces insoportable. “Los seres humanos no podemos soportar demasiada realidad y a menudo es mala para la vida”.

En la literatura sobran los elogios a la mentira y el engaño es protagonista de muchas obras maestras.

“Un hombre regularmente verídico, es sencillamente una criatura insoportable. Ya hemos dicho que no existe. Que no ha existido jamás”, escribía Mark Twain en ‘Sobre la decadencia del arte de mentir’.

Pero, ¿que es la mentira? Según la RAE, es una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente… ¡menuda definición!, así que es más fácil acercarse a la segunda acepción: cosa que no es verdad.

Según los expertos, uno miente recurrentemente, en un día normal escuchamos, oímos o leemos al menos 200 mentiras ¡linda cifra! Y básicamente mentimos para quedar bien, para evitar confrontaciones, para no herir a alguien. Como quien dice, siempre habrá una excusa para mentir.

Y es que, como lo narra de gran forma Kazou Sakai en su libro ‘El arte de mentir’, mentir puede ser beneficioso. Y lo es porque las relaciones humanas están basadas, en el fondo, en hábiles mentiras.

Aprendemos a mentir desde bebés, muy rápido entendemos que con el llanto obtenemos beneficios y comenzamos a utilizarlo para llamar la atención. Y así comienza el largo e inacabable camino de mentiras. No importa la educación que recibas, ni el ambiente en que crezcas, siempre vas a mentir.

Mentimos en nuestro trabajo, cuando estudiamos, en nuestras relaciones, sean del tipo que sea: amor, amistad, laboral, incluso a simples conocidos. Mentimos para no herir a la compañera que se cambió de ‘look’ y quedó horrible… mentimos cuando llegamos tarde por quedarnos dormidos y culpamos al tráfico… mentimos cuando la nota salió con un error y culpamos a todos en vez de asumir la responsabilidad… mentimos cuando pedimos más tiempo para la entrega porque un familiar se enfermó cuando en realidad nos fuimos de rumba.

Y claro, podemos excusar cualquiera de esas mentiras aduciendo que no queremos confrontaciones, que no queremos herir a alguien o para quedar bien.

Y es que, como dice la frase de Twain, los hombres realmente verídicos no existen. Y si existen son unos idiotas, como el personaje de Dostoievski:

“En la última velada tuve el honor de explicarlo con todo detalle, pero lo repetiré para que se entere usted. Mire, todos son muy ingeniosos menos yo. En compensación, he obtenido el permiso de decir siempre la verdad, pues, como todo el mundo sabe, la verdad solo la dicen los tontos…”

Él, ella, ellos saben que miento, pero no dicen nada porque así es mejor… esto se aplica a padres, novias, esposos, jefes, amigos. Y es que cualquier justificación nos sirve para seguir regodeándonos en la compañía de la mentira.

Y más claro no se puede decir:

“La mentira, considerada como un recreo, un consuelo, un refugio en la adversidad, la cuarta gracia, la décima musa, el mejor y el más seguro de los amigos del hombre, es inmortal y no puede desaparecer de la tierra mientras este círculo exista”.

¡Es nuestra amiga!, ¡Nuestra aliada!

La honestidad es antinatural, tanto así que debemos crear leyes, dioses, castigos para impedir que le demos rienda suelta al deseo de engañar que nos posee. Y es que no valen arrepentimientos, ni siquiera a la hora de la muerte, tal y como lo dice Stendhal en ‘Rojo y Negro’:

“La influencia de mis contemporáneos sale vencedora —dijo en voz alta y con una sonrisa amarga—. Aun hablando solo conmigo mismo, y a dos pasos de la muerte, todavía soy hipócrita…”

Después de leer esto solo queda recordar esta frase del libro de Cercas para que lo tengan presente: Verdaderamente, hay que desconfiar de los predicadores de la verdad. Verdaderamente, igual que el énfasis en la valentía delata al cobarde, el énfasis en la verdad delata al mentiroso.

Para cerrar, vuelvo a Nietzsche: “No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra”.

Les recomiendo que lean a Javier Cercas, que se acerquen a ‘El impostor’. Así podrán entender un poco más de la mentira. Seguro les va a encantar.

@digonar

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No sé mucho de literatura, solo me gusta leer casi todo lo que cae en mis manos, que, curiosamente, casi siempre me pone a pensar en lo equivocado que ando en la vida.

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Esta entrada viene a cuento después de leer la siguiente caricatura. Me gustan mucho algunas caricaturas. Click para ampliar.

Supongo que no ha sido únicamente la literatura, sino la ciencia en general, o la imagen que de ella se tiene, la que sin proponérselo ha creado falsas expectativas sobre el futuro posible. Expectativas de una vida sin dolor, de una vida tan larga como se quiera, llena únicamente de paz y tranquilidad, o por qué no, de emociones fuertes pero controladas. Y con futuro posible, estimado lector, me refiero a ese futuro que usted y yo muy probablemente veamos y vivamos, no el de los nietos de sus nietos.

En la literatura no es muy difícil encontrar ejemplos de lo anterior. Como quizás el lector sepa, desde Julio Verne hasta Isaac Asimov, pasando por el genial H. G. Wells, se cuentan por decenas los escritores de ciencia ficción que por una u otra razón dedicaron gran parte de su producción a imaginar 'extensiones' del mundo en el que vivían, un mundo que en algunos aspectos se parece mucho al que descansa (o sufre, según algunos) bajo nuestros pies justo ahora. Es así como desde hace más de cien años se espera con ilusión la llegada de los carros voladores, los dispositivos de teletransportación y los viajes a colonias humanas o extraterrestres en otros planetas.

No siempre el problema es que todo esto sea o no posible; el problema es cuánto se demorará su masificación, si es que se logra. Ejemplo clásico: Hoy en día se puede construir un carro que 'vuele', que con algún sistema de propulsión (una hélice, una turbina) se mantenga suspendido en el aire o se desplace a velocidades sobresalientes sin tocar el suelo y sin ser del todo un avión. Es posible; se ha hecho. Lo complicado sería cambiar todos los carros del planeta por estos vehículos, adaptar las normas de tránsito a esta nueva situación, y (lo más difícil, creo yo) capacitar a los nuevos conductores, que lejos de aprender parqueando el auto de sus tíos en reversa, una vez al volante serían dueños de poco menos que misiles tripulados, algo que me da miedo. Cosas así.

Ejemplos como el anterior se encuentran por arrobas; dentro de ciertos límites, quizás ya existe la tecnología que permite muchas cosas antes sólo imaginables (¿no están cansados de leer y ver programas sobre 'los objetos salidos de Star trek'? Yo sí). La prueba de que el arte no es completamente responsable de meternos estas ideas en la cabeza es que no todas las historias de ficción en el futuro auguran situaciones bellas. Como no he leído mucho, siento que los ejemplos en el cine son mucho más numerosos que en la literatura. Muchos directores han soñado distopias, palabra en inglés que se podría definir como 'mundo futuro, probable y decadente'. Así las cosas, Blade Runner, Total Recall y Waterworld, con perdón de los cinéfilos, son distopias, pues prometen un futuro difícil, violento, con la humanidad reducida a la pobreza, la discriminación y la enfermedad. Nuevamente, ese es sólo un punto de vista; al otro lado tenemos cintas como I, robot o Minority report, quizás un poco menos pesimistas, que muestran cómo ciertos avances agigantados de la tecnología (y no completamente ajenos a las posibilidades actuales) podrían resultar verdaderamente beneficiosos para la humanidad.


El caso de Inteligencia Artificial me parece más razonable. Uno diría, después de pensarlo un poco, que Spielberg (al igual que Saramago) intenta mostrar las dos caras de la moneda; un mismo mundo en el que convive la felicidad verdadera con la decadencia completa, y el viaje de un personaje de un lado a otro. Siempre me ha llegado hondo el hecho de que existan tantas opiniones sobre algunos temas, tantos puntos de vista y a veces todos tan diferentes. ¿Es posible aprender algo de todo esto? Pues... quizás, si antes de creer en algo decidimos echar un vistazo al otro lado de la hoja, si antes de tomar una posición ciegamente escogemos abrir nuestras posibilidades y dedicar un poco de receptividad a quienes opinan algo opuesto a lo corriente, lo cómodo, el mainstream, quizás podamos aprender algo que no sabíamos, o caer en cuenta de cosas que ni siquiera imaginábamos.

dancastell89@gmail.com

PD1: Esta otra caricatura también me parece buen; es orgullosamente geek... así es la vida. Y viene muy a cuento. Se llama xkcd y la dibuja un ex trabajador de la NASA, para que se hagan una idea.



PD2: Si creían que hay verdades que absolutamente Todo el mundo cree, échenle un vistazo a la página de los creyentes de la tierra plana. Eso demuestra que todos los temas tienen por lo menos dos caras, (siempre) obviando, claro está, la validez de cada una.

2 Comentarios
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  1. pedro983170

    Esa obra por lo que veo tiene cierto parecido en su personaje a ELIAS GIL protagonista de UN MILLON DE GOTAS la recomiendo aunque aquel era sobreviviente de la revolucion rusa y su vida en siberia fue bastante cruel

  2. Esta excelente su blog!!!
    Nadie tiene la verdad absoluta, por eso en este proceso de Paz, todos tienen derecho a opinar. Todos los que pregonan tener esa verdad absoluta, son los que que mas mienten!

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