En ‘Las reputaciones’ recordamos como los actos del pasado afectan nuestro presente y futuro.
El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez nos presenta ‘Las reputaciones’ su cuarta novela, misma que es publicada luego del éxito en ventas, crítica y aceptación de ‘El ruido de las cosas al caer’, libro con el que obtuvo el premio Alfaguara.
En ‘Las reputaciones’ el autor toca el tema del peso del pasado, como lo que hicimos, sin importan el tiempo y la distancia, en algún momento vuelve a nuestras vidas llenándolas de incertidumbre.
Este regreso de nuestros actos anteriores nos obligan, para bien o para mal, a reevaluar y a reflexionar sobre nuestro accionar y nuestra actual posición.
Es un tema recurrente en mi vida, y creo que en la de muchos. Siempre llega algo del pasado que trastoca nuestra vida actual y que transforma la tranquilidad en ansiedad, o viceversa.
Esta es una novela bastante corta, menos de 140 páginas, está dividida en tres partes, en mi parecer muy marcadas en calidad y en la manera de atrapar al lector.
La primera parte nos cuenta la historia de cómo Javier Mallarino se convirtió en uno de los más grandes caricaturistas del país, en uno de los más influyentes. El caricaturista que era capaz, gracias a sus dibujos, de tumbar a un funcionario o de desestabilizar un gobierno.
Esta parte es sencillamente magistral: el manejo de la historia, de los tiempos, de las descripciones, en fin. La narrativa llena todas las expectativas del lector y lo acerca a los personajes. No solo a Mallarino, también a Magdalena, su exesposa, y a Rodrigo Valencia, director del periódico donde el dibujante alcanzó su protagonismo.
Vásquez, de la mano de su personaje, nos lleva a conocer la vida de un caricaturista, sus manías, rutinas, su dedicación para alcanzar la cima. También nos lleva a recorrer la vida de la redacción de un periódico, a mirar el poder de la política, la presión de los medios, nos recuerda por qué estos están considerados como el cuarto poder.
Pero no deja de lado el amor. A su vez nos muestra el crecimiento de una pareja dispuesta a enfrentar a todos por seguir su camino y por hacer respetar su verdad. Son, en conclusión, unas páginas que realmente vale la pena leer y releer.
Pero -siempre un pero- a partir de la segunda parte la historia pierde fuerza. Me encantó la idea y el giro dramático que quiso imprimirle, mismo que, en mi parecer, desafortunadamente no logró.
A esta altura surge con toda su fuerza el leitmotiv de la novela y por ende debería ser la parte más intensa y cautivante. Pero termina en lugares comunes, en un motivo sin peso y sin mucha razón de ser.
Sin embargo, quiero destacar estas líneas de este segundo capítulo dedicadas a la humillación:
«(…) la humillación, toda humillación, necesita un testigo. No existe sin él: nadie se humilla solo: la humillación en soledad no es humillación».
El tercer segmento tiene dos cosas que me gustaron, pese a que el ritmo y la emoción no alcanzan a recuperar la intensidad del primer capítulo.
Lo primero que quiero destacar es el manejo del desenlace: el personaje sabe que el regreso de una escena y un acto del pasado han cambiado su vida, que su día a día no será el mismo y que las verdades sin discusión en las que creía ya no son certezas, pero no tiene claro qué hacer: Incertidumbre, que el autor con su final ayuda a matizar.
Lo segundo que me gusta son estas palabras sobre el olvido y la amnesia que vive el país:
«Nada sorprendente, por otra parte, en este país amnésico y obsesionado con el presente, este país narcisista donde ni siquiera los muertos son capaces de enterrar a sus muertos. El olvido era lo único democrático en Colombia: los cubría a todos, a los buenos y a los malos, a los asesinos y a los héroes, como la nieve en el cuento de Joyce, cayendo sobre todos por igual».
Juan Gabriel Vásquez es uno de los buenos autores de esta generación de escritores colombianos (tiene 40 años). El manejo del lenguaje es sobresaliente, sus temas son siempre llamativos y bien planteados, aunque a veces no logre el clímax esperado. Por esto y mucho más, sobre todo por la primera parte, no deje de leer este libro, que seguro le va a encantar y a sorprender.
No sé mucho de literatura, solo me gusta leer casi todo lo que cae en mis manos, que, curiosamente, casi siempre me pone a pensar en lo equivocado que ando en la vida.
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