Penetrar en el horror y la perversión de la gran utopía del siglo XX: el Comunismo
Stalin, Trotski, Mercader, la guerra, la traición, la mentira, el poder… los protagonistas de ‘El hombre que amaba los perros’.
Leonardo Padura es sin duda el escritor cubano más importante de la actualidad. Este año recibió el premio Princesa de Asturias por su obra. Además por el libro al que acá nos referiremos obtuvo los premios Francesco Gelmi de Caporiaco 2010, de la Crítica 2011, Prix Initiales 2011, Carbet del Caribe 2011, y fue finalista del Libro del año 2010.
Con estos antecedentes era imposible no encontrarme en el camino con esta obra. Adicional ya el título atrapaba mi atención dado el cariño que les tengo a los animales, en especial a perros y gatos. Finalmente, al conocer de qué se trataba el libro, no pude resistir y empecé su lectura. Y es que el negro capítulo del comunismo del siglo XX en la historia de la humanidad vale la pena ser conocido, estudiado y analizado para que no vuelva a repetirse. Aunque algunos países vecinos insistan en aplicarlo pasando por encima del pueblo y de la libertad.
El eje del libro es el exilio y el asesinato de Liev Davidovich Bronstein, más conocido por todos nosotros como León Trotski. Y el personaje principal es Ramón Mercader, el hombre que perpetró el crimen. Pero el gran trasfondo de la novela, como lo dice el propio autor, es la utopía del comunismo.
“Al enfrentarme a su concepción (del libro), más de quince años después, ya en siglo XXI, muerta y enterrada la URSS, quise utilizar la historia del asesinato de Trotski para reflexionar sobre la perversión de la gran utopía del siglo XX, ese proceso en el que muchos invirtieron sus esperanzas y tantos hemos perdido sueños, años y hasta sangre y vida”.
El libro es un repaso por la historia, un reflejo de la sed de poder, un homenaje a la mentira y a la traición. Gracias a las historias que se conjugan podemos entender un poco más lo qué pasó en esos años, los sufrimiento de miles de personas que luchaban y apoyaban un ideal que parecía el que llevaría a la salvación. Miles de personas que sufrieron el desengaño.
“El aire tenía una densidad que acariciaba la pie, y el mar, refulgente, apenas producía un murmullo adormecedor. Allí se podía sentir cómo el mundo, en días y momentos mágicos, nos ofrecía la engañosa impresión de ser un lugar afable., hecho a la medida de los sueños y los más extraños anhelos humanos. La memoria, imbuida por aquella atmósfera reposada, conseguía extraviarse y que se olvidara los rencores y las penas”.
Y es que en la década de los 70 la situación en Cuba era dramática en cuanto a lo económico, sin embargo, el optimismo reinaba. En gran parte por la desinformación en la que vivía el pueblo. El control de las noticias por el Estado era total. Cualquier parecido con lo que pasa en nuestro ‘país hermano’ es pura coincidencia.
“(…) Habíamos sido, en su momento, los menos enterados de las proporciones de la herida física y filosófica que habían producido en Praga unos tanques algo más que amenazadores, de la matanza de estudiantes en una plaza mexicana llamada Tlatelolco, de la devastación humana e histórica provocada por la revolución Cultural del amado camarada Mao y del nacimiento, para gentes de nuestra edad, de otros tipos de sueño, alumbrado en la calle de París y en los conciertos de rock en California”.
Y es que al final a todos estos pueblos sometidos por el comunismo solo se les estaba permitido enterarse y solo se esperaba de ellos “fidelidad y más sacrificio, obediencia y más disciplina”.
El poder de Stalin era impensable. Las condenas a muerte eran pan de cada día. Para el dictador no había lealtad ni amistad que se respetara. Las acusaciones, en su mayoría sin bases, eran rápidamente resueltas y los castigos, que iban del exilio a la muerte, impuestos sin derecho a réplica. Para los que no estábamos vivos en esa época y queremos darnos una idea de lo qué se trata solo debemos mirar casos como el de Leopoldo López en Venezuela.
“El juicio y la ejecución de aquellos comunistas se convertiría, por los siglos, en un ejemplo único en la historia de la injusticia organizada y una novedad en la historia de la credibilidad. Significaría el asesinato de la fe verdadera: el estertor de la utopía”.
Y es que este tipo de procesos judiciales, en los cuales los acusados, tras dolorosas jornadas de torturas, confesaban crímenes inimaginables y que nunca cometieron, lograban apaciguar y al pueblo y le hacían olvidar las penurias en la que vivían. Al mejor estilo Maduro y cierre de fronteras.
“Durante aquellos días de terribles revelaciones, la gente parecía menos preocupada por la pésima calidad del pan o la falta de zapatos y se les veía felices de saber que sus dirigentes habían conseguido desarmar otra conspiración restauradora y prometían más castigos”.
Este sistemático método del terror siempre es eficiente. Siempre genera entre los ciudadanos un temor irrefrenable y saca lo peor de cada persona. Cada ser concluye que la única forma de sobrevivir es acusando a otros y pasando por encima de los demás. Al mejor estilo de las milicias bolivarianas.
“El terror había generado el efecto de estimular la envidia y la venganza, había creado una atmósfera de histeria colectiva y, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás. La depuración se alimentaba de sí misma y, una vez desatada, liberaba fuerzas infernales que la obligaban a seguir hacia delante y a crecer…”
Por último, en este trágico episodio de la historia se abusó a diestra y siniestra de la peor de las agresiones que se le puede infringir a un ser humano: la humillación.
“Desde muy joven él había pensado que la peor de las agresiones a la condición humana es la humillación, porque desarma al individuo, agrede lo esencial de su dignidad. Él, que a lo largo de su vida había sufrido todos los insultos y calumnias posibles, nunca se había sentido tan al borde de la humillación…”
Los invito a leer ‘El hombre que amaba a los perros’ de Leonardo Padura, seguro les va a encantar y los hará pensar que no debemos caer nuevamente en utopías solo posibles en el papel.
@digonar
Don Diego, es verdad, usted anda un tanto equivocado en la vida.
Lo malo no es eso, la equivocación es parte del camino de la sabiduría.
Lo malo es que considere que su equivocación es sabiduria universal.
Entiendo que le disguste y no comparta la existencia de los desastrosos gobiernos comunistas, en Europa, Asia o América Latina.
Pero ya pensar, o extender su pensamiento,de que en América o en nuestros países vecinos, existe el comunismo como partido de gobierno, me hace pensar, en que si ud definitivamente está errado.
Puede subsanar esta situación leyendo y estudiando, qué tal que se le apareciera en el camino, Hegel, Weber, Marx?
Talvez pudiese tener claridad sobre lo que es , o fue el comunismo.
Solo algo anecdótico, uno de los pensadores arriba mencionados, estudió la lengua Rusa para poder leer los periódicos de derecha e izquierda durante la revolución Bolchevique que se publicaban en la Rusia de entonces.
Que tal que ud leyera!!
Me imagino…….. hasta Decano de alguna Universidad sería.
Un abrazo desde Toronto……
(Queda en Canada)
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