Newton Arvin se doctoró en Harvard con la máxima calificación, escribió las más autorizadas biografías de Whitman y Melville, ganando con esta última el National Book Award de 1951, uno de los premios más prestigiosos en las letras norteamericanas y fue profesor en el Smith Collage en Massachusetts por 38 años. Newton Arvin fue un homosexual profundamente avergonzado. Camufló su condición contrayendo matrimonio con una alumna pero fue un fiasco y muy pronto se divorció e intentó suicidarse por lo menos tres veces. Harbin y Newton no se conocían aún.
En junio de 1946, Truman Capote no lograba dar término a Otras voces, otros ámbitos. Estaba desesperado. Su madre, una alcohólica empedernida, revolvía la casa en sus borracheras. Para concentrarse en la escritura y a la vez evitar las peleas con su madre, Capote dormía durante el día y escribía en las noches. En este difícil periodo productivo fue invitado a participar de un retiro en la colonia de Yaddo, un asentamiento campestre de artistas y escritores a cuarenta minutos de New York. En Yaddo, los participantes seguían una estricta rutina. En la mañana, y las primeras horas de la tarde, estaba prohibido salir de los cuartos y sólo hasta la hora de la cena, se permitía la vida social. Truman por fin tuvo el espacio y el tiempo para terminar su novela. En Yaddo conoció su primer amor: Newton Arvin.
Sometiéndose al horario de la colonia, Truman escribió como un poseso. Pero durante las horas de ocio, se convertía en el centro de atención. ―En la película Truman Capote (2005), del director Benet Miller, se puede apreciar el desparpajo en las bromas que gastaba―. En Yaddo fue el promotor del recreo: bromeando, inventado juegos y apuestas, y haciendo lo que más le gustaba: llevar y traer chismes.
En la tranquilidad de la colonia, Newton Arvin quedó seducido por su encanto. Truman tenía 22 años y Newton 46. Gerald Clarke, el más documentado biógrafo de Capote, cita la carta donde Newton Arvin le comenta a un amigo las sensaciones de la primera vez que hizo el amor con Truman: “No puedo reprimir el deseo de decirte -escribió Newton- y decírtelo solo a ti, cuan mágicamente los poderes de la naturaleza se concitaron para propiciar esa Cosa, ese médium, que no cabe esperar más que una o dos veces a lo largo de toda mi vida”. Y a su vez, Clarke cita a Capote: “Newton era una persona encantadora, era como un prisma al que uno podía estar dándole vueltas en cualquier sentido sin que dejase de aparecer los más hermosos colores”.
Como Newton Harbin no había leído ninguno de los relatos de Truman, enseguida se aplicó. Leyó ‘Un árbol de noche’, ‘Miriam’ y ‘La jarra de plata’, cuentos con los que Capote había ganado fama en el circuito intelectual neoyorkino. Newton Arvin le escribió: “Te respeto enormemente por escribirlos. Son estupendos, aterradores, y puros y tiernos”.
Al finalizar el mes de julio, Truman tuvo que dejar la colonia y volver a los tormentos de su casa para escribir un encargo de la revista Harper´s Bazaar. En adelante siguió el romance.
Para Newton, que había tenido otros romances con hombres más jóvenes, ninguno le había afectado tanto como Truman, quien le hacía sentirse más joven. Y para Truman, el amor de Newton fue el cincel que terminó de pulir su arte. Newton Arvin, que lo había leído todo, era el mejor guía. En vista que Capote no asistió a ninguna universidad, su suerte lo había llevado hacia la persona que más podía ayudarle en el momento que más lo necesitaba.