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Cansado, como todos los días, se despertó Martín. Aunque todo en su vida parece estar en orden, un trabajo estable y bien pago, un cargo de nivel gerencial donde es respetado y felicitado por sus capacidades y una vida de esas que muchos envidian y sueñan tener… Martín está cansado.

Cansado de levantarse en las mañanas y manejar por horas en un tráfico fuera de control, cansado de ver como la inseguridad se apodera a pasos enormes de la ciudad y que nadie haga nada más que mirar y callar.

Entiende que vive en una de las capitales del mundo y que en todas las ciudades hay gente mala, que roba y mata, pero es que en su ciudad, la cosa es tan complicada que ya no se siente seguro.

Martín está cansado de ver las mismas caras quejándose y ser parte de eso, esta aburrido de no vivir tranquilo ante la presión laboral y los abusos de las empresas que no pagan lo justo.

Detesta a las personas que se regalan, que regalan su trabajo por unas migajas, que se venden baratas, que saben que no valen nada más que los tres pesos que les dan por trabajar casi como esclavos. Sabe que es por necesidad y lo entiende, pero los odia.

Martín no se queja, solo hace lo que tiene que hacer. Trabaja mucho, duerme poco, procura no salir mucho y aunque tiene amigos que lo quieren y que él quiere, hace su mayor esfuerzo para sonreír en un lugar en el que siente que no pertenece.

No es que Martín sea un amargado, huraño y de mala cara permanente, no. Martín sonríe y tiene días buenos donde ve las cosas diferente, también celebra y comparte, también vive… Es solo que Martín quiere otra cosa, tiene otro sueño, no quiere estar más aquí.

Siempre. En todos los casos, nos cuesta atrevernos a dar pasos grandes que nos sacarán de nuestra zona de confort porque nos cagamos del susto. Nos da miedo pensar en el fracaso por no ir a la segura, queremos todo fijo y planeado. Y eso es lo que siente Martín. ¡Miedo!

En todos los casos, nos cuesta atrevernos a dar pasos grandes que nos sacarán de nuestra zona de confort porque nos cagamos del susto.

Miedo de dejar lo que tiene para cambiar su vida, miedo de salir corriendo por sus sueños ante las críticas de los demás, miedo a desilusionar a su familia y a sus padres que tanto invirtieron en su educación para hacerlo un hombre productivo para la sociedad, miedo de volar…

Pero el valor lo tenemos dentro, y basta querer reunirlo para que éste fluya, y una vez lo tenemos todo junto… Basta con dar solo un paso y todo será fácil.

Martín despertó muy activo, no está cansado aunque tampoco pudo dormir mucho. Esta vez no manejó, tomó el terrible y peligroso sistema de transporte de la ciudad para atravesarla mirando por la ventana cada cosa que antes no veía, las calles, los letreros, la gente.

Tardó una hora y media para llegar a su destino, y una vez llegó, tomo una bocanada de aire y entró sin dudar para nunca más volver a salir por esa puerta…

La familia y amigos de Martín están muy preocupados, ya existe un meme con su cara con el título “Desaparecido” rotando por las redes sociales, nunca llegó al trabajo y en su ciudad cuando alguien desaparece hay muchas posibilidades de que no aparezca vivo, tristemente.

Mientras tanto Martín se alza en vuelo… Seguro de que por fin estará tranquilo, feliz y pleno por primera vez en su existencia, sonríe mientras toma un trago de whisky en su avión rumbo a alguna parte del mundo, hacia el lugar que soñó, a donde siempre quiso estar.

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Y aunque preocupó mucho a su familia, y les dio un buen susto. Se comunicó una vez llegó a su destino para tranquilizarlos y pedirles que vendieran todas sus cosas. Sus padres escucharon sus razones y lo apoyaron, al igual que sus amigos.

Martín despierta ahora feliz cada mañana…

Y usted… ¿Se atrevería a volar?

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