Una de las preguntas más frecuentes que nos hacemos acerca del género contrario es: ¿Por qué son así? En mi opinión personal las mujeres son indescifrables, y tratar de entenderlas es una misión imposible para el cerebro masculino que a duras penas y con miedo logra entender la menstruación como un asunto natural.
Y es que el tema de entender a las mujeres es tan complicado como un rompecabezas de esos que no sé si aún existen y que tenían 5000 piezas para armar la foto de un bosque, sí, de un bosque, y uno se devanaba el cerebro mientras miraba el reguero de fichas pensando cuándo podríamos terminarlo mientras la mujer ya lo estaba comenzando a armar y al mismo tiempo alegando porque no ayudábamos con nada.
Nuestro cerebro funciona básicamente así: Si tenemos hambre, comemos, si tenemos sed, bebemos, si queremos sexo, lo pedimos y si queremos mear, pues meamos. Y eso sí, cuando nos preguntan, en qué estamos pensando y decimos “Nada”… Les garantizo que es verdad. Los hombres podemos no pensar en nada y básicamente en eso se nos pasan los días.
Mientras que las mujeres, con una maquinaria más avanzada y un cerebro que no tiene switch de apagado, cuando tienen hambre piensan si nosotros ya comimos y qué comimos para antojarse pero no puede comer porque le puede hacer daño, pero sin embargo le roba un poquito para calmar el antojo que no es pecado. Si tienen sed, piensan que nosotros deberíamos tomar agua en vez de gaseosa o jugo sin azúcar porque las calorías son malas aunque se le antoja una malteada de frutos rojos que tiene el mismo color de la cartera que vio en internet y que no se puede comprar porque hay que ahorrar aunque hace mucho que no se da nada para ella…
¿Entienden? Mientras nosotros pensamos una cosa a la vez y cuando nos dicen la palabra concentración miramos un punto fijo para enfocar nuestra única y dispersa idea, ellas están plenamente enfocadas y no solo en la conversación que tienen con nosotros, al mismo tiempo y con una visión periférica admirable, se están fijando en todo, y mientras nos escuchan atentas, y pueden limpiarnos cariñosamente la salsa de tomate que nos quedó en el labio al morder la hamburguesa y regañarnos porque no sabemos comer sin dejar de escucharnos y sin perder el hilo de la conversación.
Debo confesar que uno de los “tips” más sonados para conquistar a las mujeres es escucharlas. Y es obvio, con tanto que pensar pues tienen mucho que decir. El problema es que nosotros no somos buenos escuchando y aunque por ellas hacemos nuestro mejor esfuerzo, de verdad nos cuesta mucho y ellas lo notan, pero no les importa porque les gusta vernos interesados en ellas y se conforman, sabiamente, con nuestra intención.
Pero si con nuestro comportamiento logramos molestarlas y hacerlas enojar… Cosa que nos queda muy fácil tristemente y gracias a nuestra imprudencia impertinente aunque inocente. Podemos encontrar el mismísimo infierno en nuestras vidas.
Pero si con nuestro comportamiento logra molestarlas y hacerlas enojar… Cosa que nos queda muy fácil tristemente y gracias a nuestra imprudencia impertinente aunque inocente. Podemos encontrar el mismísimo infierno en nuestras vidas.
Desde siempre, los hombres sabemos que una regla de oro en las relaciones de pareja es la de no dejar a una mujer herida porque es más peligrosa que tomarse un yogurt de 1954. Cuando eso pasa, ellas se hacen más inteligentes y virtualmente capaces de todo… Sí, ¡DE TODO!
Hace unos días hice un ejercicio con algunas mujeres a partir de una situación hipotética que yo les planteaba, y las respuestas de algunas me dejaron sorprendido. No todas respondieron con la misma imaginación, porque no son todas iguales, pero en su mayoría se mostraron frías, generaron planes y estrategias y me dejaron ver su lado oscuro, por lo cual aprovecho para agradecerles a las que me ayudaron y debatieron conmigo.
Lo cierto es que de enemigas son las mejores y todos lo sabemos. Así como tenemos claro que pelear con ellas es perder la mayoría de las veces y por eso, y en este caso es una ventaja que tenemos los hombres, sabemos cómo arreglárnoslas para darle solución de alguna manera.
Y aunque con unas es más difícil que con otras, siempre se pueden llegar a acuerdos porque aunque somos brutos, torpes, imprudentes, inmaduros y unos paquetes… Siempre seremos su debilidad.
Por eso siempre estamos dispuestos a solucionar cualquier malentendido que hayamos causado, porque si algo odiamos los hombres es tener de enemiga a una mujer.
Y aunque nunca podamos entender su locura, su indecisión y su mal genio, las queremos y también tenemos claro que son nuestra debilidad, inspiración y sueño.
Muchas gracias por leer.
Por
Diego Mauricio Pineda
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