En el mundo laboral la lucha diaria es muy dura y muchas veces sin piedad, el trabajo es mucho, el pago es poco y las exigencias más grandes cada día.
Tenemos que levantarnos en la mañana y pedirle a todos los santos por que tengamos un día sin mayores contratiempos laborales, y muchas veces ni eso funciona.
Y a todo esto hay que agregarle un personaje que tiene el poder de hacer que amemos u odiemos nuestro trabajo, un personaje de amores y odios. Un personaje al que llamamos «Jefe».
El jefe es un ser humano que por cosas del destino, está un escalón arriba de nosotros en la pirámide laboral por sus increíbles capacidades profesionales y enorme experiencia.
Sin embargo esta situación no se da en todos los casos, también hay jefes que están más arriba por todo menos por experiencia y conocimiento, al contrario, por ser detestables, gritones y mala clase como ellos solos.
Todos hemos tenido un jefe en la vida al que recordamos con ese repeluz detestable y otro al que recordamos como un amigo, un mentor que nos enseñó a ser mejores.
Suena increíble, pero un jefe tiene el poder de hacernos detestar lo que amamos hacer en cuanto al trabajo se refiere; y también puede hacer que amemos lo que hacemos y nos levantemos cada mañana a trabajar felices.
En mi vida laboral he enfrentado muchos jefes y pocos han quedado en mi corazón como modelos de aprendizaje. Más bien han marcado mi vida como historias muy negativas.
Tuve algún día un jefe que no podía comenzar el lunes sin regañar a todo el mundo, arrancaba la semana con una reunión a las 7 a.m. y siempre terminaba en regaños y reclamos, jamás una felicitación ni un mensaje positivo. Llegué a detestar ir a trabajar.
También tuve otro jefe que gritaba como loco y trataba a un equipo FANTÁSTICO como si fuera una escuela, a los putazos, echándoles la culpa de sus propios errores, enloqueciéndose como maniático y haciendo unas pataletas ENORMES y sin fundamento, aparte no entendía razones y solo exigía su voluntad.
Recuerdo un día que el viento causó un daño grave en mi casa rompiendo el tanque de agua y por ende una inundación enorme, tuve que pedirle la mañana del día siguiente para arreglar el daño y me dijo: «¿Acaso es culpa mía que se le haya inundado la casa?» Lo peor es que alardeaba de tener un gran corazón… Espero que la vida le dé justo lo que merece. ¡Saludos!
Pero no todo es malo, también he tenido jefes para recordar con admiración, jefes que se ganaron mi respeto profundo y me enseñaron con tranquilidad y profesionalismo. Gracias a un jefe excelente agradezco a la vida haber sido parte de un equipo de trabajo con resultados maravillosos y casos de éxito enormes.
¡Un buen jefe deja trabajar!
Porque un buen jefe no debe ser un «Mandamás» sin fundamento, un buen jefe debe ser un líder, un motivador, una persona que está dispuesta a aprender y a entender razones, a delegar responsabilidades, y lo más importante… ¡Un buen jefe deja trabajar!
Recuerde que se llama «Trabajo» porque cuesta. Y es tan difícil que le pagan por hacerlo. No es justo tener que aguantar a una persona que solo por tener una posición laboral más alta que la suya venga a tratarlo como le da la gana.
Y aunque la situación nos obligue a tener que aguantar, mi consejo siempre será que exija el respeto que se merece.
Gracias por leer.
Por
Pineda
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