«Las malas noticias son las mejores noticias» dijo el periodista
Todos los periodistas tienen derecho a comunicar y los ciudadanos tienen derecho a ser informados por criterios distintos al sensacionalismo. Las malas noticias son las buenas noticias, porque generan mucha audiencia y permiten la construcción de la realidad en términos de color y escándalo. Sin embargo, que lo más negativo y terrible sea los más noticiable, refleja el estado de una sociedad caníbal adicta a la violencia.
Es un buen momento para darle vuelta a la tuerca. No se puede fortalecer la democracia si el periodismo continúa priorizando los fines comerciales del medio, dejando de lado los fines sociales e informativos. Difícil reforzar los procesos comunicativos si no existe una política diseñada para mantener la presencia pública y abierta al diálogo de la ciudadanía. Es imposible avanzar en este esfuerzo, si la élite política se inventa trabas y obstáculos que impiden el acceso no solo a la recepción, sino a la expresión de todos los ciudadanos.
La academia identifica fines comerciales, periodísticos y sociales en los medios de comunicación. Unos distraen a sus clientes, otros informan y orientan sobre determinados acontecimientos, y muy pocos educan o sirven de instrumento para la libre comunicación de opiniones. Nada más contundente que las palabras del periodista Daniel Coronell cuando diferencia entre la pauta y la información, advirtiendo que la mezcla de dichos intereses provoca la desaparición del periodismo y el desperdicio de la sociedad.
El periodismo debe cumplir con labores fundamentales en el momento de construir sociedad civil. Por ejemplo «generar memoria colectiva», y asegurar que tengamos una experiencia compartida, de carácter público, con la cual podamos discutir, analizar y plantear acciones públicas.
No se trata solamente de recordar acontecimientos espantosos o construir noticias amañadas, la finalidad debe ir mucho más allá de informar y orientar a la opinión. Se trata de crearnos situaciones públicas las cuales puedan ser valoradas, evaluadas, diseñadas y solucionadas por el propio ciudadano.
El periodista consciente de su labor debe informar tratando a los individuos como protagonistas, como ciudadanos activos y no como simples consumidores desprevenidos que están dispuestos a ser manipulados por información distorsionada y editada.
Es insuficiente una ciudadanía activa en las redes sociales, se necesita exigir a gobiernos, sistemas de medios públicos, organizaciones internacionales, empresas del sector privado, élites políticas, y propietarios de los principales medios, que los reconozcan como ciudadanos activos en las prácticas de la comunicación social.
Exigir y participar para distinguir entre realidad y manipulación, entre información y propaganda. El día que dejen de existir clientes listos para ser manipulados con difusiones sectarias, populacheras y escandalosas; los medios no tendrán otra opción distinta a la de abandonar la emisión de mensajes informativos con fines comerciales o bajo mandos económicos y políticos.
No hay que esperar a que el mensaje informativo llegue a la sociedad, es justo a partir de la sociedad donde se inician los procesos comunicacionales. Es la misma ciudadanía quien debe promover la participación activa y equitativa de todas las fuerzas que la componen, en especial de los grupos minoritarios, quienes deben estar presentes o por lo menos representados en todas las decisiones relacionadas con los sistemas de información y comunicación.
Sintonicemos medios que se preocupen más por el fortalecimiento del compromiso público y menos por la producción sensacionalista. Necesitamos más información de acciones públicas que generen compromiso ciudadano y menos “directos” con el ladrón, el violador o el delincuente.
#DíaDelPeriodista
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