En el pasado, las utopías nos mantenían de pie y nos daban la fuerza para perseguir lo inalcanzable, como lo fue alguna vez la idea de llegar a la luna. Pero los tiempos han cambiado, estamos en el primer cuarto del siglo XXI, y lo que parecía fantástico ahora es real: el hombre ya pisó la luna y va por más. En Estados Unidos, Elon Musk quien ha sido asesor en temas tecnológicos y espaciales ahora hace parte del Gobierno y en su discurso inaugural manifestó su abierta intención de conquistar el espacio, esta vez desde una posición de poder que combina lo público y lo privado.
Elon Musk me recuerda a uno de mis merengues preferidos de Wilfrido Vargas, “El loco y la luna”, pero no voy a profundizar ahí porque prefiero usar la frase del filósofo Confucio para explicarme mejor: «mientras el sabio señala la luna, el necio mira el dedo». Y es justo en ese contexto de alto potencial de las tecnologías para los gobiernos que debemos evitar el riesgo de quedarnos atrapados mirando el dedo, fascinados por la tecnología, y sin reflexionar sobre lo que debe representar la luna para Iberoamérica desde la mirada del GovTech.
De una lado, países como Estados Unidos o China han impulsado y prometen gigantescas inversiones en infraestructura tecnológica, y de otro lado el crecimiento de la industria GovTech es exponencialmente inevitable con un impacto estimado en casi 10 trillones de dólares en menos de 10 años como lo refleja el último informe del Foro Económico Mundial. La industria GovTech no solo promete un sector público más eficiente y transparente, sino que se perfila como un medio para enfrentar los desafíos más complejos de nuestra sociedad.
Desde mi experiencia en asuntos de gobierno inteligente y aprendiendo de otros referentes encuentro tres oportunidades para aprovechar el potencial del GovTech en la región. Se trata de una mirada que propone colaboración, visión y adaptabilidad para construir un camino propio.
En lugar de enfocarnos exclusivamente en la infraestructura tecnológica, como lo hacen las grandes potencias, también podemos concentrarnos en desarrollar un ecosistema GovTech robusto. Esto significa articular en lo inmediato a gobiernos, emprendedores, pymes –startups & scaleups-, ciudadanía y academia en un marco de colaboración que permita resolver problemas públicos. Las políticas de ese ecosistema deben fomentar la innovación y reducir las barreras que limitan la implementación de soluciones tecnológicas. Aquí no se trata solo de tecnología, sino de construir las condiciones necesarias para que estas herramientas se traduzcan en valor público tangible, donde los gobiernos entiendan que más allá de adquirir tecnología están apropiando innovación.
La adopción del GovTech siempre debe estar acompañada por los valores estratégicos del gobierno inteligente. Estos principios incluyen la filosofía del gobierno abierto, priorizando la transparencia y la participación ciudadana como ejes para construir confianza; el gobierno de los datos, usando la información como base para la toma de decisiones; y la innovación pública con inteligencia colectiva, resolviendo las problemáticas ciudadanas colaborativamente y maximizando el conocimiento. Los componentes del gobierno inteligente no solo definen un marco ético, sino que son fundamentales para que el uso de la tecnología tenga un impacto real, sostenido y humano.
La implementación del GovTech en la región debe ser con objetivos claros. Por ejemplo, apoyando e invirtiendo en casos de uso que demuestren el impacto real de la tecnología y fomenten la confianza en el ecosistema; también creando laboratorios de innovación pública que sirvan como espacios seguros donde los gobiernos experimenten, validen y aprendan sin temor al fracaso; y estableciendo marcos normativos flexibles que eliminen las barreras burocráticas y permitan la adopción ágil de soluciones tecnológicas. Cada paso debe ser gradual pero estratégico, ya que el avance del GovTech no solo debe buscar victorias tempranas, sino también construir una base sólida que permita escalar soluciones en el largo plazo.
El GovTech no solo debe ser visto como una herramienta, sino como un punto de inflexión para construir sectores públicos más resilientes e inclusivos. En Iberoamérica, donde la desconfianza y la desigualdad limitan el desarrollo, esta visión es particularmente urgente. Tanto así que aprovechar el potencial GovTech requiere de una estrategia integral que combine visión, colaboración y flexibilidad.
El GovTech es más que tecnología; es el puente entre la innovación y la creación de valor público para transformar gobiernos y mejorar vidas.
Si nos limitamos a mirar las promesas inmediatas de la tecnología o a enfocarnos en las lunas de otras potencias, corremos el riesgo de ampliar las desigualdades y dejar que las brechas digitales definan nuestro presente. El verdadero enfoque debe ser con una misma mirada de región, donde el sector público nos solo utilice el GovTech para modernizarse sino para ser más inclusivo, más sostenible y más conectado con las necesidades reales de su ciudadanía.
Hay que impulsar una gran conversación colectiva sobre el valor estratégico del GovTech en la región iberoamericana, no solo para tender puentes y hacer frente a los retos de este siglo; sino también para posicionarse de la forma más inteligente en un sector con tanto crecimiento y futuro. El llamado es a construir conjuntamente una agenda diagonal donde nadie se quede atrás.
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