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El referendo de Santa Cruz en Bolivia es el primer movimiento en América Latina que ha expresado en las urnas, para una propuesta bastante peculiar (secesión), su rechazo a las políticas autoritarias y evidentemente socialistas (En el mal sentido del término) de esa nueva “casta” de líderes de los que Latinoamérica creyó haberse librado en otras épocas. Esa región de Bolivia, rica, prospera y convencida de las ventajas de la economía de mercado y la libertad de expresión, le dijo al mundo que prefería separarse antes de continuar el camino hacia el Colapso que Evo Morales y su política parece seguir impulsando en Bolivia.
La idea caló hasta en las mismas toldas del líder indiscutible de esta “revolución”: Hugo Chávez. Algunos de los estados más ricos de Venezuela están planeando acciones similares, debido a que sus economías y sus pueblos, hoy más que nunca, deberían ser mas prosperas gracias a los precios del petróleo, pero paradójicamente ven sus riquezas esfumarse y su calidad de vida y economías colapsar.
Pero definitivamente el golpe de gracia a esta revolución se lo ha dado lo que comenzó como una operación antiterrorista que se convirtió en el elemento desenmascarador de las intenciones, estrategias y acciones de Chávez y su corte de líderes en la región. Y el protagonista central de este hecho es lo que Chávez considera la joya de la corona en su proyecto expansionista: Colombia. Las revelaciones de los últimos días han sido tan contundentes que hasta los Estados Unidos y la Unión Europea han comenzado a desenmascarar y condenar el apoyo de Chávez al terrorismo, y el uso que hace de él para avanzar su revolución en una de las naciones más ricas, prosperas y estables institucionalmente, con escándalo paramilitar y todo, de la región.
Esto está mostrando claramente que el proyecto Bolivariano, como todos los demás proyectos populistas que tristemente han plagado la historia latinoamericana, está destinado a fracasar, básicamente porque no es sostenible, ni siquiera con toda la riqueza del petróleo. Y no es sostenible porque no es un modelo que produce riqueza, es un modelo que la gasta, que no la genera. Además es un modelo que coarta las libertades personales, puesto que su oposición al libre mercado lleva a la supresión de las libertades que dicho modelo conlleva
Sin embargo, A diferencia de los intentos anteriores de populismo, este se está encontrando un obstáculo que no existía antes en América Latina. Una población más y mejor educada, con más de una generación viviendo bajo los valores de la democracia y preparada para entender, aun con pobreza y desigualdad social, las consecuencias de modelos como el de la revolución Chavista. Y no son solo las oligarquías, como afirma Chávez, las que se oponen a su proyecto. Son todos los sectores sociales conscientes de que el colapso es inevitable si la riqueza temporal del petróleo, o el gas o los recursos naturales, no se invierte en generación de empleo, educación, industria sostenible y crecimiento del mercado. La población latinoamericana ha demostrado una mayor capacidad de análisis y madurez política, al punto que ha empezado a hacer lo que parecía impensable: desmontar aquellos modelos donde líderes populistas y oportunistas como Chávez, Correa, Ortega y Morales prometieron el paraíso, pero han entregado poco más que subsidios y ayudas temporales, equívocas, que generan una falsa sensación de riqueza, pero que no la están generando, solo la están gastando.
No estoy afirmando que el fin de Chávez y su revolución esta cerca. Con el petróleo cerca a los 130 dólares el barril, el líder venezolano y sus aliados tienen capital para seguir comprando las mentes y bolsillos de muchos de sus compatriotas. Sin embargo ya hay sectores pequeños, como en Ecuador, medianos como en Venezuela, y grandes como En Bolivia, que han entendido lo efímero y engañoso de esta ilusoria riqueza y esta “redistribución social”, y han decidido empezar a actuar. Los latinoamericanos estamos prontos a presenciar una nueva revolución pacífica, igual a la que los líderes de la revolución Bolivariana llevaron a cabo, pero orientada a ajustar nuevamente sus naciones. Esperanzadoramente parece que la nueva dirección de la región está orientada a corregir los elementos populistas y antidemocráticos de la revolución Chavista, a castigar sus tácticas expansionistas apoyando grupos terroristas y utilizando su poder económico y promoviendo la restauración de los valores democráticos y el libre mercado. Todos reconocemos valores importantes en esta revolución: La idea de unidad latinoamericana, la importancia de la explotación sostenible de nuestros propios recursos y el objetivo de suplir las necesidades básicas de toda la población. Pero los bolivianos, ecuatorianos, venezolanos y nicaragüenses se han empezado a dar cuenta de que no es a través del fin del libre mercado, del autoritarianismo y la coerción, de la supresión de las libertades personales, ni la instauración de modelos económicos estatales que prohíben o minimizan la inversión privada, la solución. Esto no ha funcionado en ningún lugar del mundo y nuestra región y sus pueblos son conscientes de ello. Esa realidad es el gran obstáculo que nuestros “revolucionarios” latinoamericanos encuentran hoy; que en esta ocasión, los pueblos de Latinoamérica saben lo que está pasando y ya están actuando al respecto.

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