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Pareciera en estos días que las diferencias políticas o de ideología están acabando con el sueño de una conciencia regional en América Latina. El sueño de Bolívar que ciertos líderes dicen defender, se ve minado constantemente por sus acciones, mientras otros miran sin interés como Latinoamérica se sume en el individualismo de sus estados, en el nacionalismo de sus corrientes políticas y sociales y en la falsa presunción de unidad a través de organismos ya casi irrelevantes como la UNASUR o los pactos económicos del Mercosur y Andino.

La gran diferencia aquí la tiene que hacer entonces el pueblo latinoamericano. Aunque es indiscutible que el liderazgo de visionarios como los que tuvo Europa en su momento para comenzar su proceso integracionista es requerido, nada hubiera sido de la unión europea si sus pueblos no encontraran los beneficios en ella (es por ello que ahora tambalea más que nunca, porque los líderes de la unión han fallado en mantener a los pueblos de Europa involucrados en el proceso). En los procesos latinoamericanos de integración, el pueblo ha sido quizá el menos involucrado. Ciertos sectores industriales han pujado por medidas que los beneficien, pero la persona del común en Colombia o Ecuador, en Argentina o en Brasil, no ve ningún beneficio tangible que mejore su calidad de vida o su prosperidad, cuando se habla de integración regional. Es por ello que cuando eventos como los de Chávez y Uribe ocurren, los Colombianos sentimos herido el orgullo patrio y queremos cerrar todos los lazos con Venezuela, porque hasta ahora, más que algunos sectores industriales (y sus empleados) que están claramente preocupados, la mayoría de nosotros no hemos visto los beneficios de estar integrados, o de promover mayor integración económica y política con Ecuador, Venezuela, Perú o Bolivia. De hecho, con las condiciones políticas actuales, es más un problema que un beneficio hablar de integración. La lucha ideológica se ha transformado en un elemento divisivo en la región y elementos como las FARC, que deberían significar la unión de los vecinos y la región en torno a Colombia para derrotarlos, parecen crear bandos que solamente perjudican el bienestar de los pueblos involucrados.

Es indiscutible que la integración entre nuestras naciones tiene incontables ventajas. El modelo Europeo lo ha demostrado claramente. Latinoamérica tiene la ventaja adicional de una cultura y afinidad sociológica entre sus pueblos que los hace naturalmente hermanos, como los llamaba el presidente Uribe hace un par de días. Si bien es cierto que compartimos a nivel nacional, en mayor o menor medida, los mismos defectos (Corrupción, violencia y crimen, falta de respeto por la ley, excesiva burocracia, ineficiencia estatal), también compartimos las mismas cualidades (trabajadores, leales, emprendedores, solidarios). Los beneficios económicos son incontables. Las fronteras naturales entre nuestras naciones, la diversidad de nuestros productos y nuestra industria, nos hacen complementos más que competidores en el mercado mundial. La facilidad del comercio interregional es solo comparable con la facilidad del mismo en Europa. La infraestructura para el comercio no es la mejor, pero es adecuada y puede desarrollarse fácilmente con esfuerzos regionales.

Latinoamérica debe dejar atrás la ideología en su puja por la integración. El presidente de Colombia parece entender eso cuando habla de países hermanos que deben trabajar juntos. La soberanía nacional es aun el elemento predominante en las relaciones internacionales, y el respeto de ella es un fundamento de los procesos integracionistas. El respeto de los modelos políticos, alianzas y políticas de estado de cada nación es fundamental, y eso ahora no existe. Es difícil pensar que una integración seria pueda lograrse ahora cuando hay tanta animosidad y dificultad de tratar dichos temas con líderes como el Venezolano, el Ecuatoriano o el Boliviano, que parecen ver un modelo único de integración: Solo con naciones que sigan su ideología revolucionaria y que sometan su soberanía a las decisiones de un líder interesado en perpetuarse en el poder.

La integración implica obviamente respeto a la soberanía, pero también implica ceder parte de ella para lograr la creación de elementos comunes, legales, políticos y sociales entre los países miembros, que permitan el consenso y el funcionamiento del sistema regional. No se trata de imponer ideologías, manipular relaciones y amenazar con cerrar fronteras, comercio o iniciar carreras armamentistas cada vez que hay un desacuerdo o evidencias de diferencias ideológicas. El compromiso con unos principios básicos es el elemento fundamental de la integración: Respeto a la soberanía y las decisiones de cada país, compromiso con la democracia, con la lucha al terrorismo, con la estabilidad macroeconómica, con la integración. Basado en esto, los prospectos de integración en la región andina son pocos, a menos que la voz de los pueblos se haga sentir y esos líderes que tanto hablan de integración pero que tan poco la practican, tengan que escuchar. La región ha perdido mucho tiempo y muchas oportunidades en estas luchas ideológicas y sus consecuencias podrían marcar el futuro de América Latina como la región que tuvo todo para integrarse y surgir en el concierto mundial, pero que nunca lo logró.

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Mi nombre es Adolfo Ramírez. Soy consultor y tengo un master en Diplomacia y Relaciones Internacionales. Me apasiona la politica internacional, latinoamerica y Colombia. Convencido de la necesidad de abrir siempre el dialogo a todas las opiniones.

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6 Comentarios
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  1. Definitivamente no hay con quién. Ninguno de los jefes de estado latinoamericanos están interesados en un plan de integración de tal magnitud, pero no hay que buscar razones de tintes políticos o ideológicos, no, aquí todo se trata de demostrar cuál de todos tiene más poder para “salvaguardar” su terruño; pero no por cuenta de las necesidades y dolores de sus habitantes sino por la necesidad de PODER AL PRECIO QUE SEA. Basta verlos y escucharlos, son asombrosamente cínicos y despiadados; egoístas y corruptos; mentirosos y manipuladores. Cada cual es una víctima del otro y, en última instancia, las únicas víctimas somos los ciudadanos, los civiles desprotegidos, olvidados y agredidos.
    Todos, sin excepción (qué pena con los lectores, espero hayan descubierto la verdad hipócrita y soterrada de Uribe) quieren apoderarse de todas las funciones de los poderes, es decir, el poder está concentrado en uno solo, llámese Chávez, Kichtner, Morales, Correa, Da Silva, Michelet, Uribe. Las miradas del mundo se vuelven para descubrir con horror que estos gobernantes hacen pactos hasta con el demonio con tal de no perder poderío; luchan por ellos y su séquito de compinches y vendisos colaboradores. No hay un fin común, una esperanza compartida; no existe un sueño integracionista que haga sucumbir a la comunidad internacional; se pelean como nenes de escuela, sin embargo acaban con los sueños esperanzadores de millones de personas que creían en ellos y de aquellos que, por no creer en ellos, son tildados de guerrilleros o comunistas. Las FARC no son un enemigo común, al contrario, son tan amigos en común, que la ayuda de estas fuerzas oscuras es vital para cada uno, porque a la postre, la guerra es más lucrativa que la paz, o si no, pregúntenle a ellos.

  2. La integración como la quieren los demonios de la izquierda ( Chavez-Evo.Correa-Ortega),no tiene futuro; es verdad hay que respetar las ideologías de los otros,ellos sólo quieren que todos piensen igual,de lo contrario son enemigos.Lamentablemente tenemos en Colombia gente que los apoya ( Piedad-Petro-Gaviria).Colombia debe seguir luchando por sus principios e independencia,porque más temprano que tarde debe caer el dictador incendiario ( Recordar a Hitler- Musolini-etc. todos los dictadores terminan igual).

  3. Excelente artículo.Aporto lo siguiente.
    Mandatarios en la impunidad
    La trilogía de la sátira, practicada por los tres mandatarios: Uribe, Correa, Chávez -más acentuada en los dos últimos-, además de nociva y de convertir a las tres naciones en hazmerreír del mundo desarrollado, involucra a sus pobladores, más de ochenta millones de personas. De alguna manera y sin recurrir al discurso rancio de hermandad o nacionalidad regional, afecta los hogares y el nivel de vida de sus habitantes.
    Así como existe una CPI para juzgar a los criminales de guerra, una policía internacional persecutora de los delincuentes en el mundo y un ejército azul que de la ONU hace presencia en conflictos internos, no hay un ente, organización o movimiento, que al menos haga sentir su peso a estos tres presidentes que han afectado de manera recurrente la vida de colombianos, ecuatorianos y venezolanos. No deja de caer en lo ridículo que un hecho exógeno a un país de estos o un conato de cualquier cosa, excite el temperamento de alguno de sus mandatarios y su toma de febriles decisiones, usadas sobre sofismas o distractores de sus propios yerros, lleve a la quiebra inmediata a comerciantes y haga fisura en las economías, por años construidas y concadenadas para el progreso. Sin mencionar las repercusiones a los individuos del diario rebusque para el sustento de sus hogares.
    Posdata. Es seguro que los tres presidentes seguirán en la impunidad, pues su juzgamiento sólo lo hará y tímidamente, un objetivo análisis histórico.
    Mario Salinas.

  4. Excelente artículo. Es una pena que los partidarios del “socialismo del siglo XXI” entiendan por integración la imposición ideológica en lugar de la cooperación respetuosa y de mutuo beneficio.

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