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El congreso del partido comunista chino que terminó hace pocos días tuvo como objetivo principal la consolidación del actual presidente y líder del partido Comunista como uno de los líderes con mayor poder en la China en décadas. De igual manera el líder chino, de manera sorpresiva indicó que el destino de la China era liderar la comunidad internacional en la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y tecnológico, la protección del medio Ambiente y la innovación. Adicionalmente, y por primera vez de manera explícita, el líder chino indicó claramente que la China sería ahora un actor protagonista en el concierto político internacional, que sus intereses iban a ser defendidos de manera contundente y que su esfera de influencia, reafirmando su política de no intervención en los asuntos internos de otros países, iba a ser expandida y protegida por un poderío militar y económico cada vez mayor

Estos hechos, y la visita casi inmediata del presidente norteamericano como parte de su gira por Asia, indican un reposicionamiento de las llamadas superpotencias mundiales. Estados Unidos al elegir a Trump eligió el camino del aislamiento internacional, lo que empieza a disminuir el poder de influencia y control que el Gobierno norteamericano tenía hasta hace algunos años. Ese vacío creado por las nuevas políticas del gobierno Trump, está siendo llenado por la China, que está aprovechando la oportunidad para empezar a hacerse sentir en el concierto internacional y retar esa hegemonía americana, por primera vez, abiertamente.

Los Estados Unidos aún tienen el ejército más poderoso del mundo, controlan el sistema económico mundial y ejercen una influencia aún decisiva en la comunidad y organismos internacionales, pero poco a poco ese poder se debilita frente a la inacción, indecisión y hasta torpeza con la que el gobierno americano está manejando su política internacional. Retirarse del acuerdo climático de París, el único país del mundo que no pertenece a él, ha sido desastroso, y sirvió como uno de los ejemplos donde China aprovechó la situación para posicionarse como el nuevo líder mundial, que no solo salvó el pacto, sino que se comprometió a impulsarlo y reforzarlo.

El mundo ve con incertidumbre este cambio, y se pregunta qué significa. La hegemonía americana significa el avance del capitalismo, de los intereses del gobierno norteamericano, pero ha representado el periodo de prosperidad y desarrollo humano más trascendental de la historia. Los valores de la democracia, la libertad y los derechos humanos han sido el centro del discurso norteamericano, así en varias ocasiones los haya violado en la búsqueda de sus propios intereses. Una hegemonía China, basado en el esquema de desarrollo implementado en este país y su dictadura comunista, estaría centrada en el crecimiento económico, explotación de recursos con poco respeto por el medio ambiente, y básicamente en la protección de sus intereses, con ningún interés por promover la democracia, la libertad de expresión o la justicia social. Esos valores no existen hoy en la China y no es lo que la nación quiere proyectar al mundo. Pasaríamos de un sistema hegemónico basado en el capitalismo, a veces salvaje, pero acompañado de valores democráticos y basados en el respeto a la legalidad y a los derechos civiles, a un sistema basado en el capitalismo de estado, igualmente salvaje, donde la democracia, la libre expresión y la humanidad no tendrán cabida.

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