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Hace ya varias décadas había una nación, pequeña para la época, que empezó a demostrar tendencias expansionistas. Un régimen nacionalista logró el poder y utilizó los conflictos limítrofes para ganar atención y apoyo, y con ello esconder los graves problemas internos, sociales y económicos, que su pueblo sufría. Presentaba claramente la expansión y el ultra-nacionalismo como la solución a esos problemas. Esa nación ocasionó el desmembramiento y la destrucción de Europa, y la guerra más sangrienta que la humanidad haya visto.

No quiero decir con ello que Nicaragua sea la Alemania de 1930 a 1945, pero la actitud y las acciones de su gobierno ciertamente están dirigidas a objetivos y tendencias similares. La diferencia está en que, Por ahora, no está utilizando la guerra e invasión abierta como instrumento principal en su afán expansionista, pero utiliza las cortes internacionales, sus fuerzas armadas y su propio pueblo para lograr sus objetivos a través de la presión, la manipulación y subjetividad de leyes y jueces en estos asuntos y, da tristeza decirlo, a través de aprovecharse de la debilidad de sus vecinos, menos preparados que Nicaragua y que abogando por la diplomacia y la civilidad han permitido que se salga con la suya.

Colombia sufrió el robo de más de 70.000 kilómetros cuadrados de mar que históricamente le han pertenecido y sobre los que lleva ejerciendo soberanía hace décadas, en unos de los fallos más extraños geográfica y judicialmente que haya proferido la corte de la Haya, donde había claramente jueces con intereses de estado en que Colombia perdiera ese territorio. Ahora le tocó a Costa Rica, que ha sufrido invasiones armadas de su territorio, ha tenido que soportar la política de «asentamientos humanos» de Ortega, quien manda a su población a vivir en zonas inhóspitas para colonizar territorios que hoy son Costarricenses, y ahora ya decidió que usando la misma Corte que ya bien le sirvió, quiere arrancarle territorio continental y marítimo a Costa Rica, territorio que por lo demás tiene prospectos de grandes recursos naturales que no ha sido explotados porque su legítimo dueño, el estado Costarricense, ha preservado como reservas naturales. Históricamente Nicaragua durante los gobiernos de Ortega se ha empobrecido, pero ha tenido conflictos limítrofes con El Salvador, Honduras, Costa Rica y Colombia, básicamente con todos sus vecinos. La tendencia y las intenciones son claras

Las naciones de la región deben detener las intenciones expansionistas Nicaragüenses. Los vecinos de este país deben formar un frente común para exigir el cese de estas pretensiones ilegales y negarle a Nicaragua cualquier espacio internacional donde quiera seguir sembrando la discordia y continuar su bien definida estrategia para pisotear los derechos de sus vecinos. Como diplomático me cuesta reconocerlo pero las decisiones de la corte frente al caso de Colombia deben ser desconocidas y Costa Rica no debe siquiera aceptar la jurisdicción de la corte en su propio conflicto. Para poderlo hacer, Colombia y Costa Rica deben buscar apoyo en la comunidad internacional para evitar represalias y hacer refrendar sus derechos usurpados, preferiblemente naciones con un peso grande en el concierto internacional como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea. Esperar que la corte reverse el fallo es prácticamente imposible así que no queda sino el camino del desacato. Si es necesario, las naciones de la región que tengan litigios con Nicaragua deben denunciar todo tratado que pueda permitir que ese país encuentre un escenario o ente internacional al que pueda manipular para lograr sus objetivos. Los organismos regionales deben abordar con prioridad el tema y Nicaragua debe ponerse en su sitio frente a todas estas pretensiones que están desestabilizando el continente. Puede sonar algo exagerado, pero las acciones nicaragüenses están generando un clima de tensión tal, que ya parece estar involucrando potencias con suficientes intereses en la zona como la China o Rusia, que ya pasean barcos de guerra por las costas nicaragüenses. Con ellos no estaríamos muy lejos de situaciones de conflicto que podrían llevarnos a extremos que hoy no imaginamos. Ese elemento destructivo en el vecindario necesita ser neutralizado cuanto antes. La historia nos muestra claramente las consecuencias de no hacerlo

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