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Qué podemos decir frente al asesinato de los 11 diputados por parte del grupo terrorista de las FARC la semana pasada, que nos acercó a los colombianos una vez más a la realidad salvaje de esta organización, y a la amenaza que sigue representando para la estabilidad y el futuro de los colombianos. Y ni hablar del hecho de que la célula terrorista que planeó y ejecutó los atentados en Escocia e intentó los de Londres la semana anterior, está dirigida y manejada por seres que supuestamente están dedicados a proteger la vida: Médicos.  Es un hecho que frente a organizaciones cuyos principios no están regidos nisiquiera por los más mínimos derechos de los seres humanos, pocas son las alternativas para lograr acuerdos o entablar negociaciones. La sociedad Colombiana y el mundo en general se siente encarcelado en un conflicto con grupos terroristas que parecen tener como objetivo la destrucción, olvidando cualquier tipo de reivindicación revolucionaria o lucha contra el estado, si es que alguna vez existieron tales objetivos
El mundo sintió pues nuevamente la realidad del terrorismo islámico. Los atentados, exitosos y fallidos en Inglaterra son una muestra del peligro latente que las sociedades del mundo, occidentales y musulmanas por igual, viven frente a la amenaza de grupos y organizaciones cuyo objetivo es, de nuevo, destruir. No abren la puerta para entablar negociaciones o siquiera hacer demandas coherentes, ni mucho menos para minimizar las muertes de seres humanos inocentes. Estas organizaciones matan árabes y occidentales, latinos, colombianos e hindues, asiáticos y africanos por igual. Su objetivo claro es sembrar el terror, incluso en sus propios pueblos. Organizaciones como Al-Qaeda y las FARC florecen con el miedo y el terror que imponen a sus pueblos y al mundo.
Sinembargo, Colombia y el mundo se están enfrentando a un enemigo que, debido a la naturaleza de la guerra que libran y a su carácter internacional, parece cada vez más imposible de derrotar militarmente. Ni los Estados Unidos ni El Reino Unido, países militarmente invencibles, han sido capaces de controlar la amenaza terrorista. De igual manera países más débiles, como los árabes, africanos o asiáticos que han sufrido ataques en estos últimos años, están aun más a merced de los terribles efectos del terrorismo en una sociedad y su desarrollo. Colombia enfrenta la misma situación. Nuestras fuerzas armadas han sido capaces de una u otra forma de evitar que la amenaza terrorista llegue nuevamente a los niveles de los años 90 y principios de este siglo, pero las posibilidades de eliminarla son pocas. Y mientras esto ocurra en Colombia y en el mundo, mientras esa amenaza siga vigente y haga parte de la realidad de nuestras naciones, las posibilidades de avanzar políticamente hacia la eliminación de los conflictos, y las restricciones que esta situación ponen al desarrollo económico en muchas naciones, seguirán marcando la nueva realidad humana. Las nuevas generaciones se están enfrentando a un mundo por naturaleza inseguro, temeroso y lleno de prejuicios. En Colombia muchos ciudadanos vemos a las FARC como enemigos, a pesar de que son colombianos como todos nosotros. En el mundo entero cada vez se acentúa mas la imagen de los musulmanes como terroristas, generando discriminación, temor y, en muchos casos, injusticias.
Es basado en esto, en lo que está ocurriendo y en la manera como evolucionan dichos conflictos, que es necesario cambiar de estrategia. Los grupos terroristas, a pesar de su total falta de respeto por los seres humanos y su estrategia de destrucción y temor, son un actor, querámoslo o no, central en este conflicto con el que habrá que buscar maneras de acercamiento o acuerdo en algún momento. Sin embargo, la única manera de lograr que esos puntos de acuerdo surjan es demostrando que el terrorismo, si no renuncia a sus tácticas asesinas, será derrotado. Y no se trata de actuar de igual manera que los terroristas lo hacen. Las naciones civilizadas del mundo, con gobiernos expuestos al escrutinio de sus ciudadanos y de la comunidad mundial, no pueden recurrir a las mismas técnicas de los grupos terroristas para enfrentar el conflicto, aunque a veces parezca que esa es la única manera de derrotarlos. El mundo civilizado, y así nos debemos llamar aquellos que respetamos los derechos y las libertades de nuestros pueblos, no puede recurrir a esas estrategias para enfrentar el terrorismo porque nos convertiríamos en lo mismo que estamos condenando. Sin embargo, de igual forma es claro que, usando los principios definidos por la comunidad internacional para enfrentar la guerra del terrorismo, el conflicto no tendrá fin ni vencedor y eso nos llevará a vivir con el flagelo terrorista y aceptarlo como parte de nuestra realidad.
Una Unión internacional, de todos los sectores y matices políticos y religiosos, claramente definida, debe crearse para acorralar y ahogar la amenaza terrorista, hasta mostrarles que el único camino sensato que queda es abogar por el diálogo y la discusión, de no ser así, el mundo debe demostrarles que la otra alternativa disponible es su exterminio. Las naciones del mundo deben encontrar elementos comunes que identifiquen las falencias de los grupos terroristas, de su organización y accionar y colaborar bajo un mandato internacional en la desarticulación de estos grupos donde quiera que se encuentren. De igual manera, el mundo debe trabajar en reducir las razones, las causas, en las que los grupos terroristas justifican su accionar. El problema del terrorismo hay que eliminarlo de dos maneras: la primera es con autoridad y la segunda es con el reconocimiento de las inmensas diferencias sociales, económicas y políticas que puede considerase causas de este extremismo, aunque nunca lo justifiquen.
Colombia y el mundo deben abrir las puertas a otras alternativas. Hay que buscar la manera de llevar estos grupos a la civilidad y a la justicia, o por lo menos a lograr el respeto mínimo de los derechos humanos. Si esto no es posible, entonces es fundamental que en Colombia y el mundo aquellos estamentos, gobiernos y organizaciones que representan la sociedad civilizada se unan claramente contra el terrorismo. Es realmente un aliento para los grupos terroristas ver la diferencia de criterios, de acciones y la debilidad de algunos estamentos y naciones  por ceder a las pretensiones de estos grupos cuando nisiquiera existen o están claras, cediendo simplemente al terror que ellos generan. Ceder significa simplemente promover más terror. Si en Colombia cedemos a las condiciones de las FARC para liberar los secuestrados, estamos invitando a que secuestren más colombianos para seguir acorralando al estado y a la sociedad. Si el mundo cede a las pretensiones irracionales del terrorismo islámico, estamos invitando a más actos terroristas para lograr mas concesiones irracionales. Los Gobiernos del mundo y sus pueblos tienen muchos más recursos, tecnología y capital para enfrentar decididamente estos grupos y llevarlos a una negociación que signifique el fin de la guerra o a su exterminio. Pero una guerra sin esperanza ni alternativas solo nos va a llevar a un conflicto que nunca va a acabar y que generara más dolor e incertidumbre.

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