La corrupción revive el fantasma del populismo en América Latina
Cristina de Kirchner vuelve a la política argentina, al mejor estilo de aquellos líderes que no aceptan que la democracia implica que dejen el poder. Ahora quiere ser senadora por la provincia de Buenos Aires y por qué no, buscar de nuevo la presidencia. En Colombia, las voces populistas de Gustavo Petro y la izquierda del polo democrático parecen tener opciones importantes de ganar la presidencia, aun a pesar de su muy cuestionada historia en la alcaldía de Bogotá. En México Manuel López Obrador gana más adeptos, con un discurso claramente nacionalista y populista.
Pareciera que la región tuviera amnesia. Es cierto que la situación económica en la región se ha desacelerado y la prosperidad que se estaba logrando en tiempos recientes, debido a los altos precios de las materias primas que nuestras naciones producen, se ha desaparecido frente a la nueva situación de la economía mundial. Sin embargo nuestro problemas más delicado, es el eterno flagelo que ha hecho que todas estas revoluciones socialistas tengan un espacio en Latinoamérica: la corrupción. Nuestra clase política es corrupta y frente a ello, políticos de carácter populista usan la lucha contra la corrupción, que ocasiona la injusticia social y enriquece a unos pocos, como su bandera para llegar al poder.
Que la corrupción es nuestro principal problema como región es innegable. Esta desestabilizando nuestras democracias, retrasando nuestro desarrollo y creando una cultura de servicio público sin ética, moral o conciencia social. La aplicación de la justicia y la purificación del sector público son quizás los elementos más importantes que cualquier presidente de la región debe ejecutar. De otra manera los sistemas políticos de las naciones latinoamericanas se van a deslegitimar de tal manera que opciones claramente populistas y, peor aún, autoritarias, van a aprovechar el momento para obtener el poder, y quedarse con él. Aquellos líderes que defienden la libertad, el libre mercado, la inversión y la democracia en la región, deben demostrar su convicción clara de luchar contra la corrupción, vetando todos aquellos políticos de sus partidos involucrados en prácticas clientelistas y corruptas, y proponiendo el endurecimiento de penas y la aplicación más estricta de la ley y de controles políticos e independientes en todos los procesos de contratación e inversión del estado. El fantasma de la corrupción debe desaparecer.
Sin embargo, Los latinoamericanos no podemos cerrar los ojos frente a los tristes ejemplos que el populismo socialista ha dejado en la región: los Escándalos de corrupción de la izquierda Colombiana en Su manejo de la ciudad más importante del país, o las historia de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Brasil, Ecuador y hasta hace poco Argentina, nos deben abrir los ojos a lo que puede ocurrir cuando escuchamos el mensaje de estos caudillos que levantan su voz en contra de una clase política corrupta, que tiene que ser renovada y reemplazada, pero no por ellos!, por una nueva clase de políticos comprometidos con la eliminación de la corrupción y la consolidación de la democracia. Los votantes tenemos la capacidad de escuchar, evaluar y elegir. Esa es nuestra mayor responsabilidad
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