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El ciclo electoral de los Estados Unidos hace que en este país se viva en un permanente proceso electoral. La mayoría de las decisiones de un político tienen como objetivo mantener e incrementar sus posibilidades en las elecciones locales, primarias, de mitad del periodo (mid-terms) y presidenciales.
Para los norteamericanos, envueltos en este proceso, estas elecciones son “únicas” porque a diferencia de las anteriores, el nivel de polarización en esta sociedad es tan grande, que las posiciones son cada vez más radicales y opuestas. Sin embargo, la situación más preocupante en estas elecciones no es precisamente esa polarización. Lo más preocupante es que los principios, valores y lo más importante, las ideas del candidato ya no importan. Los norteamericanos van a tener que decidir si quieren elegir políticos que continúen avanzando la agenda de Donald Trump, o aquellos que la detengan, no importa como esos candidatos sean.
Comencemos con el partido republicano, que básicamente desapareció al traicionar muchos de sus principios fundamentales, para comprometerse con el “Trumpismo”, a cambio de unas pocas reformas que siempre ha buscado, como la reforma tributaria, la desregulación y la posibilidad de crear una corte suprema de carácter conservador para la próxima generación. Hay cientos de candidatos republicanos en el país que proponen en sus plataformas políticas ideas bastante sensibles, algunas acertadas, sobre cómo deben manejarse los problemas más delicados de Los Estados Unidos: La inmigración ilegal, el sistema de salud, el comercio y las relaciones internacionales, el control de armas y la falta de inversión en infraestructura, por mencionar algunos de los más importantes. Lo lamentable del clima político actual es que esas ideas no importan, y no representan lo que esos candidatos, de ser elegidos, van a hacer. Su partido los obligará a votar en contra de sus principios y sus valores, para continuar avanzando la agenda de Trump, que tiene controlado al partido con su inmenso apoyo popular dentro de las bases republicanas. Ya se vió claramente durante las sesiones de confirmación del nuevo juez de la corte suprema, donde senadores republicanos que expresaron serias dudas sobre las calidades del Juez Kavanaugh, y que han sido claros en sus desacuerdos con el gobierno de Trump, sorpresivamente terminaron apoyándolo
El partido demócrata es entonces la única opción para aquellos que quieren detener a Trump y su ideología. Pero su situación no es más sencilla o transparente. Algunos de sus candidatos están altamente cuestionados en escándalos políticos y judiciales, y el partido tiene facciones que proponen caminos muy diferentes para contrarrestar el dominio de Trump sobre el sistema político norteamericano, que van desde la obstrucción total al gobierno y comenzar un proceso de destitución del presidente, hasta trabajar con el presidente en aquellas políticas en las que puede haber acuerdos y controlar aquellas que pueden hacer daño. Dependiendo de que ideología obtenga más senadores y representantes, todos los demás tendrán que someterse a la dirección que esa mayoría le quiera dar al accionar del partido demócrata frente al gobierno Trump.
Los americanos están tristemente obligados a ignorar las propuestas de sus candidatos y elegir sabiendo que el camino que ellos tomen una vez electos, ya ha sido claramente trazado por los líderes de sus partidos. Cualquier propuesta hecha durante la campaña que se desvíe de lo que las cabezas visibles de ambos partidos están haciendo, no se va a materializar. No es una campaña de ideas o plataformas, es un proceso electoral donde se elegirán entre dos opciones claras: republicanos subalternos del gobierno, que estarán obligados a apoyar lo que Trump quiera hacer con su partido y el país, o demócratas cuyo objetivo será obstruir al gobierno y reversar el rumbo actual del país, pero sin una clara idea de cómo lograrlo. Con este panorama no es nada alentador el futuro de la democracia más importante del mundo

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