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Dejando por un momento los temas internacionales, económicos y políticos, estuve leyendo un libro llamado “El olvido que Seremos” de Hector Abad Faciolince. Después de leerlo consideré importante hacer una reflexión que nos debe ayudar a enfrentar una realidad que hemos vivido en Colombia y que aún hoy, aunque de manera esperanzadora en menor grado, seguimos viviendo. Haber leído ese libro me hizo sentir en la obligación como Colombiano de reconocer los límites que ha cruzado nuestra violencia insensata, pero mas aún, los matices que la sociedad colombiana ha desarrollado a consecuencia de ella.
Nuestra sociedad se ha convertido en un ente insensible ante la violencia, al punto que tomamos cada muerte como un hecho irrelevante. Sólo comprendemos la verdadera dimensión de estos hechos cuando se acercan a nosotros, o cuando algún medio, como este libro, nos hace entender la tragedia diaria, inhumana y destructiva que la violencia en Colombia ha causado a tantas familias, seres queridos y a la sociedad en general.
Algunos dirán que hemos aprendido a vivir con esta realidad y que por esa razón ya no nos aterroriza el hecho de que estas cosas pasen. Eso no lo dirán jamás quienes han sido víctimas directas o indirectas del terror.
En Colombia han muerto grandes seres humanos, que han sido lo suficientemente valientes para defender sus principios de manera democrática, pacífica y civilizada. Sin importar si estamos de acuerdo o no con ellos, una sociedad debe permitir la libre expresión de ideas, el diálogo y la discrepancia. Estos horrendos asesinatos que han ocurrido en muchos casos en Colombia, son un reflejo de que aún nos falta mucho para poder llegar a tener ese título de sociedad democrática, abierta y pluralista. Defender las ideas por medio de la violencia insensata no podría llamarse valentía sino todo lo contrario y obviamente jamás merecería ningún reconocimiento. Sinembargo aunque hay esperanza y eso reconforta un poco el alma, duele ver que historias como la de este libro y sus protagonistas se vuelvan parte de un olvido colectivo que no ha sabido valorar la clase de personajes que Colombia ha perdido en esta guerra sin sentido.
Tenemos que valorar y honrar como sociedad las vidas de tantos héroes, de izquierda y derecha, líderes políticos, sindicales, de derechos humanos, empresarios y Colombianos del común que le pusieron el pecho a una realidad con la que no estaban de acuerdo, y defendieron sus principios y valores con altura, de una manera democrática, civilizada y pacífica. No podemos permitir que nuestra sociedad obligue a tantos buenos Colombianos a huír de su patria para proteger su vida, cuando lo que quieren hacer es trabajar por un país mejor. Muchos no estaremos de acuerdo con sus ideas, propuestas o alternativas, pero el elemento mas importante que permite el avance de una sociedad es la pluralidad, la diversidad, las diferencias de opiniones y sobretodo, la tolerancia. Este libro nos invita a reconocer esa realidad y a hacer un verdadero tributo a todos aquellos que han muerto en nuestro país luchando por sus ideales, y nos enseña que la historia que hay detrás de cada uno de ellos es valiosa e importante, no Sólo para sus familias y allegados, sino para la nación que tristemente los dejó morir, o mejor, los dejó matar!.   

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