En Colombia somos campeones mundiales en exigir respeto. Pero en respetar a los demás, incluso en cosas simples y cotidianas, no pasamos ni la primera ronda.

Nuevamente un personaje extranjero, popularmente famoso, ‘ofende al país’. Ya perdí el número de veces que ha sucedido. Lo que no me sorprende es la reacción de gran parte de los colombianos. Sí, aquellos que también dicen: Es que los buenos somos más.

La holandesa Nicolette Van Dam, desconocida para muchos de nosotros hasta hace poco, retuiteó una imagen de Falcao y de James Rodríguez. Un fotomontaje donde aspiran cocaína. Ahí fue Troya. Los ‘reclamos’ de miles de colombianos que le exigían respeto por la ofensa, contenían tal cantidad de groserías y amenazas que, claramente, evidenció cómo es que estamos acostumbrados a solucionar los problemas: A las patadas, a los insultos, al que grite más fuerte, al que pegue más duro, al que hiera o al que mate primero. Así somos.

Aunque la mujer se dio cuenta de su gran error y se disculpó, eso no bastó. Muchos querían ver sangre, la querían muerta, violada, empalada. Para qué retomar algunas frases que leí en contra de ella. Teníamos sed de venganza. La turba iracunda de salvajes reclamaba justicia con sus propias manos.

Luego, unos días más tarde, dos periodistas australianos también hacen chistes relacionados con Colombia y cocaína. Los reclamos airados fueron los mismos. Insultos y más insultos para ellos.

Y para terminar de encender los ánimos, un dibujante belga hace otra caricatura llamada ‘Colombia respira confianza’  donde representa jugadores colombianos de fútbol que inhalan cocaína. Pasó lo mismo. Indignación total, rechazos, insultos, amenazas de muerte para él, etc. El caricaturista se disculpa, envía una carta a la embajada, pero no es suficiente. Ante una ofensa nada nos parece suficiente. Difícilmente así acabaremos cinco décadas de guerra.

Esto me recuerda varias cosas. Una de ellas es la poca memoria ante los problemas graves que pasan en el país y que pasamos de lado. El narcotráfico aún está en nuestra sangre, ha impregnado nuestra sociedad, nuestros barrios, nuestros niños. Su legado va para largo. Y algo que hemos heredado de ese funesto y oscuro capítulo en nuestra historia de violencia es lo ‘machitos’ que somos cuando nos agreden. Si me agredes, te mato. Simple. País de “Usted no sabe con quién se está metiendo”. Tan poco vale la vida aquí, que una menos no se echa de menos.

Lamentablemente todavía tenemos una imagen en el mundo que ha sido, es y será difícil cambiar. Y los avances en frente a esta problemática han sido mínimos. Hasta hace poco, éramos el primer productor mundial de cocaína. Sumado a esto, somos uno de los países más violentos, no solamente por culpa del conflicto armado.  Mientras eso sea una realidad, siempre seremos blancos de chistes crueles, ofensas y demás. Pero esto jamás cambiará a punta de devolverle insultos, improperios o amenazas a quienes los hacen. No. Responder con agresiones a una agresión es el peor camino. Y demuestra la faceta violenta por la que también somos ‘reconocidos’ internacionalmente.

Aquí dejo un ejemplo de cómo se puede reclamar ante una ofensa. También hay más buenos ejemplos. ‘Desnarcoticémonos’ el alma. Imagen de @UnCaricaturista:

Colombia no respeta como debería los derechos humanos o la libertad de prensa, entre otros temas. ¿Con qué derecho exige respeto de otros países? ¿En serio creen que a Colombia la ven como un país que respeta su Estado de Derecho, sus instituciones? No seamos pasionales. Miremos los indicadores de organismos internacionales en temas como corrupción, desigualdad o violencia.

Los países cambian cuando cambian sus ciudadanos. Y aquí no quiero enfocarme en la clase política tan corrupta que nos gobierna. Quiero referirme a ciudadanos como usted y como yo. Es decir, a la hora de exigir respeto somos los primeros. Pero a la hora de cumplir nuestros deberes como ciudadanos, ¿lo hacemos también con ese apasionamiento desbordado que nos caracteriza?

La pregunta es, ¿usted respeta las ideas de los demás? ¿Respeta la libertad sexual? ¿Las normas de convivencia mínimas? ¿Las leyes? ¿Las normas de tránsito?

Haga un test a conciencia (si es posible) para ver de estas diez acciones, cuáles usted cumple para respetar los derechos de los demás:

  1. Respetar todas las normas de tránsito (TODAS)
  2. Respetar una fila.
  3. Respetar a la autoridad (Fuerza pública)
  4. Mantener el volumen de música a un nivel moderado en su residencia.
  5. No contestar el teléfono en el cine.
  6. No agredir al otro por sus ideas políticas, camisetas de futbol o identidad sexual.
  7. Dejar salir antes de entrar en Transmilenio u otro sistema de buses.
  8. Saber celebrar triunfos de colombianos en el exterior sin agredir a otros.
  9. Viajar a otro país y cumplir la legislación local. Especialmente en países desarrollados. (Lean esta nota : http://www.semana.com/deportes/articulo/el-lio-de-adrian-ramos-en-alemania/394078-3 )
  10. Ser puntual.

Y como estas, hay cientos de situaciones donde debe prevalecer el respeto por los demás. Si las cumplimos todas, creo que sí tenemos derecho a exigir el respeto de los demás. Mientras tanto nos falta mucho por aprender. ¡Y tan fácil que es ser cívico! Incluso, es gratis. ¡Anímense!

Mientras cada uno de nosotros se acerque lo más posible al ideal de respetar al otro, en cualquier contexto, lograremos el ideal de sociedad. Esto traerá el respeto que tanto demandamos, a las patadas, de ciudadanos extranjeros y de países.

Hace algunas semanas un presidente vendió hasta el perro con tal de reelegirse. Pero eso no es tan indignante, tan irrespetuoso. Es un gran ejemplo de respeto hacia sus gobernados.

¡QUÉ LEJOS ESTAMOS!

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LuisÉ Quintero
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