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Ciertamente, quienes creen en la iniciativa privada como principal generador de bienestar social no votaron por Gustavo Petro. Votaron por él precisamente quienes buscan un cambio en el modelo neo-liberal que ha regido a este país en las últimas décadas que no ha entregado los empleos, ni el incremento en remuneraciones reales ni los beneficios que se esperan para todos los colombianos.

Es que las administraciones neo-liberales se justifican en la medida que los éxitos que logre la iniciativa privada puedan verse reflejados en mejores condiciones de vida para sus connacionales.  Más empleo, mejores remuneraciones, empleos de mayor calidad, más y mejor educación son parte del mismo círculo virtuoso que en el tiempo permiten mejorar la calidad de vida de la población.

Lo cierto es que cuando no se dan las condiciones para que lo anterior ocurra, entonces el modelo neo-liberal no se sostiene y todas las políticas de gobierno estructuradas para estimular una mayor inversión y empleo pasan a ser percibidas como políticas fracasadas que privilegian a un grupo reducido de empresarios e inversionistas que se benefician de bajos impuestos, exenciones y protecciones institucionales variadas. Claro, es que en política lo que es bueno para algunos debe ser bueno para todos.

Es entonces cuando aparecen gobiernos que prometen acabar con las injusticias generadas por gobiernos neo-liberales por la vía de que el Estado se encargue de entregar los beneficios sociales que las empresas en su conjunto no fueron capaces de entregar a los colombianos. Petro, Boric, Castillo por antonomasia.

Es que la alternativa de profundizar las políticas neo-liberales que no han funcionado durante los últimos años parece ser muy poco probable que despierte algún interés en la ciudadanía, precisamente porque no han permitido mejorar la calidad de vida y bienestar de los colombianos, o al menos no ha cumplido con las expectativas del pueblo.

Es entonces cuando la ciudadanía exige más Estado que le asegure un mínimo en sus necesidades más básicas. Terreno fértil para populistas y políticos irresponsables que prometen beneficios sociales a diestra y siniestra con la intención de conseguir más votos. Lo cierto es que lo que se promete no necesariamente se cumple. Cambios en condiciones económicas, ambiente político, precios de commodities, guerra en Ucrania, tasas de interés internacionales, acceso a financiamiento externo, etc, siempre son excelentes excusas para no cumplir con las promesas de campaña.

Para el gobierno de Petro después de elecciones toca gobernar. No necesariamente se acordarán de todo lo que se dijo y se prometió. Ahora es importante entender los detalles, de donde se generarán los recursos para el financiamiento de los planes sociales prometidos y estimular la inversión privada tan importante para el país y el empleo.

Otra cosa es con guitarra y recién ahora empezaremos a entender realmente la agenda de este gobierno. Un gobierno con gente competente – como muchos que han hecho campaña para Petro – no tendrá la intención de quebrar al país, llevar al dólar a 7,000 pesos (como algunos profetizan), generar un proceso hiperinflacionario o condenar al país a una recesión profunda y prolongada.

Entonces, el presidente Petro tendrá la opción de hacer un buen, regular o mal gobierno. Olvídese de lo que se dijo y de aquello que se prometió porque realmente este gobierno se inicia el día 7 de agosto y el mundo ha visto decenas de gobiernos de izquierda que han sido exitosos como fue el caso de  Ricardo Lagos en Chile, Lula Da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador.

Entonces no podemos más que esperar para ver al gobierno de Petro en acción. Do not panic. Si bien todo se ha dicho en campaña, realmente nada se ha dicho aún.

 

Reynaldo Espinosa

Managing Partner

www.concordiainvestments.com

 

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