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En el centro de la habitación, lo vi dando efusivos abrazos a los que llegaban, hacía tiempo, años, que no nos veíamos.  Emocionado y feliz me acerqué, nos miramos a los ojos y le extendí mi mano para saludarlo, sin embargo, él se negó diciéndome:

Imagen 1. Abrazos llenos de felicidad.

Imagen 1.  Emotivos abrazos. Tomada de abstral-official y alex-gallegos en Unsplash y Gennaro Leonardi en Pixabay.

—¡Oigan a este! ¿Cómo así que un simple estrechón de manos?  Ni que estuviéramos bravos.  Te estás embobando ¿o qué? —me abrazó con mucha calidez y me zarandeó.

Al separarnos, me tomó por los hombros y nos volvimos a mirar, cuál de los dos estaba más feliz, de nuevo nos abrazamos.  De verdad que habíamos compartido momentos muy especiales.  Entre risas le expliqué:

—Ven, lo que pasa es que, a mí, primero me gusta saludar a los caballeros con un apretón de manos donde se sienta la energía y vitalidad, y luego les doy un cálido abrazo en señal de afecto y gratitud.

—¡No te creo! —expresó serio, moviendo la cabeza de lado a lado —no me vengas con esas disculpitas ¿O es que ya no te revuelves? —y soltó la carcajada, todos reímos, yo me sonrojé.  Seguía siendo el mismo “chinche” de siempre.

Desde niño

Recuerdo que desde niño no me gustaban los abrazos, no me hacían sentir bien, me daban escozor.  Era como si al abrazar me picara todo el cuerpo, me daba vergüenza hacerlo.  Quizás era muy “exclusivo” al brindar abrazos, solo reservados para personas muy, pero muy cercanas.  Alguna vez escuché en una charla una frase que me quedó sonando, “…no a todos les gusta que cualquiera los toque o los abrace, pues ponen sus límites físicos, emocionales o sexuales…”.  Sin embargo, pasa el tiempo y todo cambia, uno cambia, la gente cambia, el cuerpo cambia y los sentimientos también cambian.

Imagen 2.  Niños en el bus. Tomada de Luda Kot en Pixabay.

Sin darnos cuenta dejamos de ver a familiares, amigos, compañeros de estudio, de trabajo, a vecinos, quienes nos acompañaron en diversas etapas de nuestra vida.  Pensamos que siempre estarían ahí, que en algún momento volveríamos a disfrutar de su compañía, no fue así.  Tomamos diferentes rumbos en la vida, o quizás cambiamos de forma de pensar, o de sentir, somos otros, y ya no es lo mismo.

A mí se me quedaron muchas palabras por decir, especialmente de gratitud para aquellos que fueron amables conmigo, de cada uno aprendí algo, porque me apoyaron o me sacaron una sonrisa cuando lo necesitaba, a veces sin darse cuenta.

Los elegidos

A la esposa de Carlos Mario solo la había visto un par de veces, después de unas cuantas palabras, le dije en voz alta:

—Olga Lucía, me imagino que eres un ser humano encantador y muy buena persona —ella me miraba con una amplia sonrisa —te lo digo por el día en que naciste —enfaticé.

—¡Pero por supuesto!  Los astros se alinearon y el universo llenó de brillo a los que nacimos en esa fecha.  Somos románticos, simpáticos, creativos, comprometidos y nobles —se explayó en elogios —mejor dicho, ¡somos lo máximo! —dijo entre risas, varias personas que estaban allí escuchaban confundidas.

—Naturalmente, ¡somos seres de luz!  —contesté —realmente los afortunados son todos aquellos que nos rodean —y los señalé —¿Sabes por qué?  Por contar con nuestra maravillosa presencia —soltamos la carcajada y chocamos en el aire nuestras manos —ah poquitos como nosotros que nacemos un 27 de febrero. ¡Un 27 de febrero! —dije con “humildad”.

—Bobos, ¡tan bobos! —exclamó Gloria, “la Negra”, muerta de risa —yo ya estaba pensando, ve y este par de sobradores ¿qué?  ¿De dónde habrán salido sus majestades?  Blancos y ojiverdes, no pues, ¡los príncipes de Sonsón! ¿O serán descendientes de la Marquesa de Yolombó?  —todos reíamos.

Con Gloria hacía mucho que no nos veíamos.  Al igual que con Olga Lucia, y con otras parejas, nos dimos un gigantesco abrazo y sin decir una sola palabra, les agradecí por estar junto a sus maridos.  Por verlos tan felices a su lado y notar cómo les brillaban sus ojos cuando hablaban de ellas. A veces entre amigos las palabras sobran.

Qué abrazadera tan maluca la tuya.

Me acordé de un amigo del colegio, Díaz, un tipo carismático que le encantaba abrazar, sentir al otro, era parte de su comunicación.  A veces pasaba su brazo por nuestros hombros y nos apretaba esbozando una enorme sonrisa. Cuando nos visitaba, también abrazaba a nuestras mamás, que se sentían halagadas con su melosería.  Era alto, trigueño, de una sonrisa cautivadora.  Algunas decían que era “la fiel copia del gallito Ramírez”, incluso zurdo como Carlos Vives.  Con cierta rabiecita un par de muchachos no aceptaban tal aseveración, sin embargo, comparaban uno con el otro y sí, ¡se parecían!

Imagen 3.  El gallito Ramírez. Tomada de Gallito Ramírez.  Caracol Play.  may 2013.

Su gran amiga era Elena, siempre andaban juntos, eran inseparables.  Hablaban de una cosa y de la otra, se contaban los chismes, también muy colaboradores con el resto del salón.  Eran muy queridos por todo el grupo.  A veces Díaz, se ponía muy intenso y le daba la “abrazadera”, como llamaba Elena a sus empalagosos abrazos.  Un día se encontraba concentrada terminando una tarea, cuando de la nada saltó Diaz sobre ella inmovilizándola con un abrazo.

—¡Eh!   No ves que estoy encartada con este trabajo. Vos sí sos cansón con esa abrazadera.  ¡Soltame!  —le dijo enojada y se sacudió.  Él la fue aflojando y se separó, pero inmediatamente la volvió abrazar, mostrándole su sonrisa de oreja a oreja.  Le encantaba verla disgustada. —Ya, ya, ándate, ándate.

—Ele, déjate apapachar, no seas egoísta —y le hacía pucheros enternecido —solo otro y ya.

—¡Ay, que no me friegues más!  Es que tu mamá no te abraza, ¿o qué?  Ándate, ándate.  A volar patos.

—Ele, ¿te saqué la piedra? —preguntaba —¡te ves muy bonita así! Te saqué la piedra, lero, lero —ella furiosa le soltó un par de palabrotas —jajaja, le voy a contar a tu noviecito lo que me estás diciendo —y salió corriendo antes de que le lanzara el borrador o lo primero que encontrara.  Él sí que sabía abrazar, era todo un experto, lo hacía con cariño y calidez y tenía un abrazo para cada momento, para cada emoción.   Sé que hoy Elena extraña sus abrazos, y nosotros también, ya no está en este plano terrenal, se nos marchó muy pronto.

¡Qué casualidad!

Curiosamente algunos asuntos científicos relacionados con los abrazos cayeron en mis manos.  Para la muestra un botón, este es el comentario de la reconocida doctora española Marian Rojas Estapé: “La oxitocina es la hormona de los abrazos, de la empatía, de los vínculos, nos hace sentir especiales para el que tenemos al frente. Ayuda a bajar la hormona del cortisol, que en exceso produce el estrés”.

¿Que, qué? O sea, que cuando estemos estresados deberíamos buscar la manera de generar más oxitocina.  Y abrazar es la manera más eficaz y placentera para producirla, no tiene precio, ¡es gratis!  La doctora Rojas recomienda aplicar la técnica de los 8 segundos, que consiste en abrazar a alguien por más de ocho segundos, lo que te hará sentir una sensación de bienestar y calma.  Así que hay que abrazar más, aunque para muchos, ocho segundos pueden significar una eternidad.

Casualmente por estos días, me llegó este poema por el chat de WhatsApp:

Lo cierto es que los abrazos nos pueden generar bienestar, paz interior, serenidad.  Con el tiempo aprendí a dar abrazos, ¡ya no me chocan!  Creo que doy los llamados “Abrazos fraternales”, aquellos que están cargados de respeto, admiración y de mucho agradecimiento.  Quizás, pasará mucho tiempo en volvernos a ver, en conversar y bromear, en mirarnos a los ojos, en sentirnos.  No vale la pena aplazar los abrazos, simplemente hay que darlos de corazón.


A ti, mi querido lector, gracias por estar leyendo este relato, ¡un millón de gracias!  Recibe también mi abrazo..

Te deseo unas Felices fiestas de fin de año y un Próspero y Venturoso 2025

Que tus sueños y propósitos se hagan realidad.

Y recuerda, “no hay extraños, sólo son amigos que aún no hemos conocido”
– Cita de William Butler Yeats.


No vale la pena aplazar los abrazos, abracemos más.

Imagen 4.  No aplacemos los abrazos, abracemos más. Tomada de StockSnap en Pixabay.

Relato anterior

El reencuentro y una conmovedora sorpresa

Referencias

Gallito Ramírez.  Caracol Play.  may 2013. Recuperado dic 2024 de https://www.youtube.com/watch?v=m-arPr1Ehus

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