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Los efectos de la crisis y los caminos que se abren para remontarlos fueron temas del debate inicial en la 24a Conferencia conjunta de la CAF[1], el Dialogo Interamericano y la OEA. Estuvo presente un panel de voces calificadas; Alicia Barcena (CEPAL), Joseph Stiglitz (Premio Nobel de Economía), Rebeca Grynspan (SEGIB), Carmen Reinhart (Banco Mundial) y Paula Santilla (Pepsico Latam) compartiendo pareceres y propuestas.

América Latina es una de las regiones más golpeadas por la crisis de la pandemia. El impacto económico se traducirá en la mayor contracción en 100 años. El número de personas viviendo en pobreza aumentará de 185  a 220 millones, aquellos en situación de pobreza extrema aumentarán de 67.4 a 90 millones. Muchos de esos que caen en la pobreza serán los miembros de las llamadas “nuevas clases medias”, forjadas en las épocas de mayor crecimiento y protección social. Se estima que unas 2.5 millones de pequeñas y medianas empresas cerrarán y el aumento del desempleo será brutal.

El panorama es alarmante, pero la alerta más importante la dio Rebeca Grynspan al decir que el “sueño de que esta iba ser una crisis corta está muerto”. Esta no es una crisis en forma de “V” invertida que golpea un tiempo y pasa. El ramalazo financiero está quizás por venir. Es muy probable que una vez que los períodos de gracia sobre las deudas pasen, podremos dimensionar con mayor precisión  el tamaño de la insolvencia. Los hogares y las pymes empezarán a fallar y el sistema financiero resentirá el golpe debiendo achicar y contraer el crédito, que  es la savia de la economía.

Ante este panorama, las recomendaciones fueron varias y de diferente orden, pero existen ciertos aspectos que parecían tener consenso. Uno de ellos es impedir que el consumo y el crédito se contraigan y caigamos aún más en la pobreza y la recesión. Hay que estimular la economía. La CEPAL propone el ingreso básico mensual de aproximadamente $143 dólares para los hogares en situación de vulnerabilidad, conjuntamente con un “bono contra el hambre”. En el otro extremo, Joseph Stiglitz habló de que existen fondos de inversión de largo plazo (fondos soberanos y fondos de pensión, entre otros), así como niveles de ahorro en los estratos socioeconómicos más altos que pueden ser fuente de crédito para proyectos generadores de empleo. También abogó por una capitalización más robusta de los bancos multilaterales y el aumento y disponibilidad de los derechos especiales de giro del FMI.

También hubo consenso de que volver a la normalidad no va funcionar. Sentarse a esperar que los “commodities” vuelvan a apreciarse y a que las balanzas de pago favorezcan el gasto no es una solución. Esta es la oportunidad para seriamente pensar en una transformación y esa transformación pasa por una des-primarización de la economía, agregando valor en la cadena de suministros, en el marco de la transición a una economía verde sostenible. En el menú de rubros que forman parte de la economía verde hay varios que son mano de obra intensivos. Para la transformación se deberá contar con alianzas público-privadas. También se insistió en el gran tema regional del pacto fiscal y el impuesto progresivo.

Finalmente, se habló de aquello que puede cimentar todo este proceso; la confianza. No hay posibilidades de dar el paso largo que se requiere sin un giro en la confianza que se tiene en lo público. Los años de corrupción han devastado ese capital social y ahora más que nunca se lo necesita. Difícil decir cómo recobrar confianza, pero cualquiera sea la respuesta debe incluir la transparencia, y la eficiencia y eficacia a lo hora de entregar resultados. Estos son los elementos que nos permitirán construir el futuro. Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, quien dio la conferencia magistral inaugural, lo puso así: «el que genera confianza genera acción», aludiendo sobre todo a la colaboración ciudadana.

[1] Ver https://www.thedialogue.org/conferencia-anual-de-caf/?lang=es

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