Faltan sesenta días para las elecciones en los Estados Unidos. Como en toda elección nacional, los últimos dos meses se caracterizan por ser un tiempo de alineamiento; los votantes van tomando partido. Es un proceso complejo en el que se entrecruzan múltiples factores de orden identitario, socioeconómico, ideológicos y temáticos. Todos entrelazándose de manera diferente, dependiendo de los estados.
Existen cuatro grandes corrientes narrativas que intentan interpelar a los electores. Una primera vertiente temática bicéfala, que hace referencia a la pandemia y sus consecuencias, articulada sobre todo por los voceros del Partido Demócrata y la ley y el orden, articulada por el Partido Republicano. A estas le sigue la identitaria que busca adherir un cierto perfil étnico-racial con la identidad nacional, siendo el varón blanco del interior, de confesión evangélica, el paradigma del patriota por el lado republicano, mientras que los demócratas intentan articular una nación multiracial y multiétnica. En lo socioeconómico el partido republicano quiere presentar la crisis económica generada por la pandemia como una coyuntura excepcional, en un período de crecimiento del empleo y oportunidades de negocios, mientras que los demócratas enfatizan el hecho de que la pandemia ha exacerbado las desigualdades existentes y proponen mayor justicia social, así como un plan de reconstrucción masiva. Finalmente, lo ideológico se desprende de forma bastante clásica, con las divisorias partidarias aún sólidas, pero dentro de las cuales cuentan los temas tradicionales de nombramiento de jueces conservadores o liberales, la carga impositiva progresiva o regresiva, los derechos sexuales y reproductivos, si o no, la inmigración facilitada o dificultada y el respeto irrestricto a portar armas o un mayor control.
El factor personal de los candidatos entra a desempeñar un rol muy importante dentro de este enjambre de narrativas y la cuestión de la capacidad y el carácter es utilizado como razón para comprometerse con una opción u otra. Los demócratas apuntan a la incapacidad y falta de honestidad del presidente Trump, mientras que los republicanos ponen en duda la energía física de Biden, así como su capacidad de controlar la llamada “izquierda radical”.
Al igual que en todas las elecciones, las narrativas políticas interpelan primero a los convencidos. Hay sectores sólidamente detrás de Trump y sectores sólidamente detrás de Biden. El desafío para las campañas es atraer a los menos convencidos para que se unan a esa base y así alcanzar una mayoría. En este momento, la pregunta clave es ¿cuáles podrían ser las maneras en que los candidatos puedan atraer a los indecisos?
En nuestra opinión Biden tiene más alternativas que Trump. La opinión desfavorable que en la actualidad se tiene de Trump (según un último sondeo del PRRI[1] se indica una opinión desfavorable de 59 %) se debe al manejo de la pandemia y ahí Biden tiene la posibiidad de captar dos elementos que antes favorecían a Trump, por un lado la gente que se enfoca en la buena economía generadora de empleo, y, por el otro, la atención de la salud de las personas mayores. Las personas mayores constituyen un grupo de edad por lo general bastante conservador y que mayoritariamente votó a Trump en 2016, pero que no se siente seguro con el tratamiento que se ha hecho de un virus que los afecta a ellos más que a cualquier otro grupo etario.
Otras entradas para Biden lo constituyen las mujeres con educación universitaria, suburbanas, conservadoras que no están contentas con la impredictibilidad de la gestión de Trump y la sensación de caos y discordia que se está creando en el país. Para ellas, el retorno a la normalidad y al comportamiento civil es más importante que las improntas identitarias o ideológicas. Por el otro lado, hay ciertos grupos que se sienten más identificados con Biden que con lo que fue la candidatura de Hillary Clinton. Nos referimos al voto del hombre blanco sin nivel universitario, un contingente importante de votantes trabajadores y de clase media en los estados pendulares del norte y medio oeste, y que ha perdido confianza en Trump. Finalmente, estamos ante la posibilidad de una participación mayor del voto joven y progresista, debido a una mayor unidad en el Partido Demócrata, que no se dio en el 2016.
Para Trump, en cambio, no hay muchas entradas adicionales a las que lo llevan a su base. Esta base blanca, masculina, conservadora, evangélica, defensora del derecho a portar armas está tan consolidada como posible en una época de crisis y los agregados son más bien grupos identitarios más pequeños. Flirtea con las teorías conspirativas de Qanon; se refiere a corporaciones como los policías, o ciertos deportistas, tratando de articular grupos más que segmentos sociales. Su única pieza con potencial, pero depende de cómo lo transmite, es su definición de la candidatura de Biden como un caballo de Troya lleno de radicales de izquierda. Eso puede tener cierto impacto en un país en el que según el mapa de valores del PRRI[2] 34 % se autodefine como conservador y 32 % como moderado.
El alineamiento y las tomas de posición seguirán su curso en estos dos meses, mucha gente ya votará de manera anticipada y probablemente no tendremos resultados definitivos el martes 3 de noviembre. Estas grandes articulaciones narrativas ganarán y perderán adeptos a medida que los días pasan, pero también sabemos que muchas veces son los aciertos y los errores coyunturales de los candidatos los que definen el partido a la penúltima hora. Estaremos atentos.
caballerocarrizosa@gmail.com
[1] https://www.prri.org/spotlight/trump-favorability-holds-remains-substantially-down-from-march-peak/
[2] http://ava.prri.org/#politics/2019/States/ideology/1,2
Preocupante la creciente proporción d votantes q ignora o justifica las mentiras d Trump. Millones optan por ignorar las evidencias en su contra por prepotencia, por miedo o por ambos. Deciden por emociones no por razones. Peligro si ganan o si pierden.
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La capacidad d difundir mentiras masivamente es el elemento novedoso. Trump hace d ello un método sofisticado y eficaz. Podran los demócratas responder a esas falsedades con similar eficacia?
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Las falsedades son el nuevo cáncer de las campañas políticas. No se necesitan falsedades para atacar el Trump, con sólo revelar sus errores y su deshonestidad basta. Es el antídoto que están usando los demócratas.
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