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Originalmente publicado en nuestra revista Ciencia Legible el 4 de marzo del 2019.

Imagen por Hanna Kankaanpää de Pixabay

Imagen por Hanna Kankaanpää de Pixabay

~ por Efraín Rincón, cofundador en Shots de Ciencia,
e.rincon5446@gmail.com

 

Sí, así es. Por lo menos eso es lo que demuestra la evidencia científica. La EVIDENCIA, no las gotitas.

El cuento de la homeopatía se basa en similia similibus curentur o de los mismos creadores de: “lo similar cura lo similar” y “esa vaina se le quita con la misma vaina” [Hola a Samuel Hanneman, padre de la homeopatía]. Es decir, en principio, la homeopatía apela a que un componente que causa ciertos síntomas en una persona sana curará síntomas similares que padezca una persona enferma. Así, la mejor cura para dejar de llorar sería picar cebolla, ¿no?

Pero no sería recomendable picar tanta cebolla, solo un poquitico, casi nada. Aquí entran a jugar las diluciones y la memoria de la agüita. Sí. En la homeopatía, para que la sustancia “active” sus propiedades curativas, hay que diluirla hasta el fin [jiji]. A esto se le denomina potenciación. Mejor dicho, que una parte de ese componente se diluya en 99 partes de agua [1C o 1 en 100]. Pero, obvio, eso no es suficiente. La gracia, ahora, es coger una parte de esa primera dilución [1C] y llevarla a otras 99 partes de agua [2C o 1 en 10.000] y así sucesivamente. De hecho, en la homeopatía, una sustancia más diluida es sinónimo de power curativo, tanto que Mr. Hanneman recomendó la dosis de 30C [!!!] o de un 1 diluido en un 1 con muchos, muchos ceros [1 en 10^60]. Pero ojo, en este punto, ya no se encuentran moléculas [MOLÉCULAS] de la sustancia inicial. No queda rastro alguno del compuesto original.

Pero es que estos pasos son necesarios para que el agua recuerde. Casi espiritual, esencial, intangible. Una de las piedras angulares de la homeopatía es que “el agua tiene memoria”, que las moléculas de agua se queden con el “alma” de la sustancia original, después de mezclar la solución con mucho vigor. El único soporte de dicha memoria es un experimento realizado por Jacques Benveniste en 1988, en el que diluyó anticuerpos humanos en agua hasta el punto en que no quedaba rastro alguno de estos y que posteriormente, el sistema inmune respondió a esta solución como si tuviera los anticuerpos originales. Lo importante es que estos resultados no [NO] se han logrado replicar aún, a pesar de múltiples intentos. Es decir, aún no hay evidencia y probablemente no la habrá. Y es porque la idea de memoria del agua va en contra de los principios fundamentales de la química y la física, de lo que entendemos como materia y de las propiedades de esta. En cambio, lo que sí sabemos y está más que comprobado, es que una mayor concentración de una dosis de algún compuesto tiene un mayor efecto en el organismo.

Químicamente hablando, solo hasta cierto punto en una serie de diluciones se pueden encontrar rastros de la sustancia original [¿¿¿les suena este numerito 6.022 x 10^23??? Sí, el número de Avogadro]. OK, aquí viene la parte nerd:

El número de Avogadro (NA) corresponde a la cantidad de átomos presentes en 12 gramos de carbono (C12) puro. Este número da origen a la unidad de mol (cantidad de sustancia), que en últimas es el número de partículas (átomos o moléculas) que componen la cosa.

Así: 1 mol de agua = 6.022 x 10^23 moléculas de agua.

Entonces, a partir de una solución de 1 mol/litro, es decir que tenemos 1 mol del compuesto diluido en 1 litro de agua, queremos saber cuál es el denominado límite molar, o la dilución límite dónde ya no hay rastro del compuesto inicial. Con 12C [C de concentración], es decir diluir nuestra sustancia en 1 x 10^24 litros de agua, obtenemos:

6.022 x 10^23 moléculas / 1 x 10^24 litros = 0,6 moléculas por litro

En este punto, en un litro de nuestro remedio homeopático, a duras penas encontraríamos UNA molécula del compuesto original. Así de absolutamente nada hay en estos frasquitos [pero saben rico jiji]

Homeopáticamente hablando, este punto máximo de diluciones corresponde a una dilución de 12C [1 en 10^24 o 1.000.000.000.000.000.000.000.000]. Bueno, bueno… Quiere decir que esa dilución, 12C, es el límite para encontrar alguito. Ahora, piense en el Oscillococcinum, en estas pepitas mágicas, el componente activo [hígado y corazón de pato] está diluido en 200C [¿Qué car…?]. Al final, agua, solo agua… AGUA. O bueno más precisamente azúcar y lactosa en este caso, por la módica suma de 50.000 pesos.

Y con todo esto, la pregunta que nos convoca es ¿por qué estas pepitas de azúcar o esas gotitas que vienen en un frasco café oscuro “funcionan”?

Un efecto placebo (?)

La homeopatía “funciona” porque, al final, le funcionó a alguien más: a la tía, al amigo, al perro, al que sea. “Funciona” porque creemos que así es. Puede ser, ¿no?

El efecto placebo no es otra cosa que un fenómeno psicológico; de creencias. Si un paciente tiene la expectativa de que se va a sentir mejor utilizando un tratamiento [o medicamento], independientemente del que sea, pues así será. Pero aún no se ha comprobado que tenga un efecto sobre la enfermedad como tal. De hecho, la medicina, la de verdad, y la industria farmacéutica usan el efecto placebo [como un grupo de control] para comprobar la efectividad de un medicamento.

Y no se puede dejar pasar el tiempo. Qué conveniente es estar resfriado y, después de días y semanas de antigripales y aspirinas, decantarse por un remedio homeopático. “Santo remedio”, dirían por ahí. Pues bien, es muy fácil pensar que fueron las pepitas blancas o las gotitas las que hicieron el trabajo, sabiendo que quiéralo o no, usted se va a curar de la gripa, como todos los años, por sus propias defensas.

A esto hay que añadirle que un tratamiento homeopático, por lo general, está acompañado de una terapia y no solo se reduce a un medicamento. Hay un contacto y un trato más estrecho y personal con el terapeuta que aumentan la confianza del paciente para mejorarse. Recomendaciones sobre la salud, la dieta, el ejercicio, etc… STOP ¿Se imaginan la medicina occidental más “homeopática” en ese sentido?

La evidencia científica indica que los tratamientos homeopáticos no tienen efectos distintos a los de un placebo. En un trabajo del 2002, una revisión sistemática de artículos sobre homeopatía no logró encontrar ningún resultado significativo que distinguiera los tratamientos homeopáticos del placebo:

[…]En conclusión, la hipótesis de que cualquier remedio homeopático tenga efectos clínicos significativamente diferentes del placebo o superior a los demás controles, no es soportado por evidencia de revisiones sistemáticas. Hasta que existan resultados más contundentes, la homeopatía no puede ser vista como una forma de terapia basada en evidencia.

 

– Ya está. Tómese veinte gotas de cada frasco-

– ¿Y me curo? –

– Claro, pero no olvide comer muy bien; una dieta balanceada. También es necesario que duerma ocho horas. Que haga ejercicio –

– ¿Y ahí sí me curo? –

– Obvio. Nos vemos en la siguiente sesión. Ahh, y no se le olvide traer la platica de la próxima consulta… Ahh y de los 5 frascos…

 

Referencias:

Ernst, E. (2010). Homeopathy: what does the “best” evidence tell us. Med J Aust, 192(8), 458-60.

Ernst, E. (2002). A systematic review of systematic reviews of homeopathy. British journal of clinical pharmacology, 54(6), 577-582.

Baum, M., & Ernst, E. (2009). Should we maintain an open mind about homeopathy?. The American Journal of Medicine, 122(11), 973-974.

Mathie, R. T., Frye, J., & Fisher, P. (2012). Homeopathic Oscillococcinum® for preventing and treating influenza and influenza‐like illness. Cochrane Database of Systematic Reviews, (12).

Hirst, S. J., Hayes, N. A., Burridge, J., Pearce, F. L., & Foreman, J. C. (1993). Human basophil degranulation is not triggered by very dilute antiserum against human IgE. Nature, 366(6455), 525.

Benedetti, F., Mayberg, H. S., Wager, T. D., Stohler, C. S., & Zubieta, J. K. (2005). Neurobiological mechanisms of the placebo effect. Journal of Neuroscience, 25(45), 10390-10402.

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