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En manos de Rueda y sus jugadores está que no se pierda ese legado de Pékerman que nos demostró que Colombia puede jugar y ganar a cualquier equipo.

“Ah shit, here we go again…” (Oh mierda, aquí vamos de nuevo…) decía con resignación CJ, el personaje principal del famoso videojuego GTA: San Andreas, al tener que volver a una vida mafiosa que poco le alegra. Salvadas las grandes distancias, la frase me retumba mientras pienso en la convocatoria de la Selección Colombia para los partidos de este mes. Más que ganas de ver al equipo, siento ansia. Repaso los nombres y me ilusiono con un partido como aquel 3-1 a Chile en Barranquilla, pero luego recuerdo el rendimiento irregular de las últimas tres fechas de Eliminatorias y se me oscurece el panorama. La actualidad del equipo me recuerda que la historia de la Selección suele ser esta: la cosa puede pintar bien, pero no suele salir bien.

Con Colombia toca sufrir, ilusionarse tras un buen empate contra Brasil (siempre decimos que merecimos ganar) y luego resignarse al mismo resultado con Ecuador. Cuando las últimas jornadas se acercan, la posibilidad de ir al Mundial existe, pero suele salir mal. Fui de los afortunados que solo tuvo que esperar 16 años para ver a su país en el torneo más importante del fútbol, pero la generación de mi padre y mi madre vivió mucho tiempo de aquel gol olímpico a la Unión Soviética en 1962.

Y sí, volvió James. También están Falcao, Cuadrado y Ospina, los capitanes y líderes del equipo. Borja, goleador popular de turno para el hincha, tampoco falla. En el medio está el luchador Wilmar Barrios y entró Victor Cantillo, muy pedido por los aficionados. Luis Díaz, figura del Porto y protagonista de los periódicos en Europa, vuelve con la idea de aportar en la Selección y ser la carta que ponga la diferencia, como ya hizo en la última Copa América. Faltan Mina y Cuesta, la dupla de centrales que rindió bien durante los partidos pasados, pero Dávinson ha subido su nivel estas semanas y Óscar Murillo o Tesillo pueden responder sin problemas a las exigencias en defensa. Poco me puedo quejar del excelente grupo de jugadores que tiene Colombia.

Pero lo mismo pensé la última vez (sobre todo después de la contundente victoria a Chile) y me tuve que tragar mi positivismo. Lo problemático de ello no es que, como ya comenté, esta sea la tendencia histórica con el equipo, sino que volvamos a ella cuando veníamos de dos procesos mundialistas con otro aura alrededor del equipo. La llegada de José Néstor Pékerman al banquillo no solo supuso la vuelta de Colombia a un Mundial (en el que jugó cuartos de final) sino que cambió la mentalidad de jugadores y aficionados. No siempre se ganaba, pero existía una sensación de que si el equipo perdía, era una anomalía dentro de un buen proceso. Incluso en los últimos partidos del Profe José Néstor, en los que Colombia no jugó bien, salían resultados más que aceptables. Visto lo de ahora, añoro haber llegado a octavos de final en 2018 y pelear vía penales el pase a cuartos contra Inglaterra.

Ese aura ganador, por lo menos por mi parte, se perdió. Veo en Rueda a un seleccionador que sabe bastante de fútbol e incluso creo que es uno de los mejores entrenadores sudamericanos. Además, como expliqué, me gusta la nómina de Colombia. Pero el equipo sale a la cancha y no tengo la vibra de hace unos años. Como antes de Pékerman, ver un partido de Colombia se convirtió en una tarea de sufrimiento y no de disfrute. El gran legado de José Néstor no fue una copa (que bien merecida la tenía), sino la sensación de que Colombia puede jugar un fútbol al nivel de cualquier país del mundo. Ese estandarte lo cargan los jugadores veteranos que hoy siguen en la Selección, pero si no consiguen transmitirlo a quienes vienen, tendremos un problema. Prefiero no volver a la vida del aficionado colombiano que había antes de Pékerman. Ojalá vayamos al Mundial.

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