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Radamel Falcao García parecía condenado al olvido en agosto cuando, tras dos años difíciles y sin éxito en Inglaterra, volvía al A.S Mónaco F.C, equipo propietario de su pase. Muchos dijeron en ese momento que el ‘Tigre’ ya había tenido su gran era y que no volvería a triunfar. Otros sugirieron que el samario debía regresar a Latinoamérica porque estaba por debajo del nivel europeo. Para varios, el máximo anotador de la Selección Colombia estaba acabado.

Pues tan acabado estaba Falcao que hoy, 7 meses después, se perfila como uno de los máximos anotadores de Europa con 23 goles. Los dos últimos los convirtió jugando la Champions League, una de las copas más difíciles a nivel mundial, y al Manchester City, segundo en la tabla de la liga inglesa.

En este partido, el martes en cancha inglesa, el samario anotó dos goles marca Falcao. El primero recordó a sus épocas como jugador de River. El colombiano vio cómo su equipo recuperaba el balón en la salida del rival y callado, sin decir para dónde iba y sin que nadie lo acompañara, se metió en el área, esperó el centro del compañero y cabeceó de palomita, haciendo parecer fácil un movimiento tan difícil. El segundo, en cambio, fue con el pie derecho y recordó más a su etapa como jugador del Atlético de Madrid. Falcao recibió pase largo que cayó sobre la zona izquierda. El defensa del City, John Stones, intentó contenerlo, pero ante una pirueta del colombiano el inglés quedó en el suelo, como un espectador más, mientras el delantero del Mónaco hacía una vaselina digna de pintura y convertía su segundo gol de la noche. El resultado final fue 5-3 para los ingleses y Falcao falló un penalti, pero sus dos dianas fueron alabadas por la prensa y confirmaron que su instinto de goleador sigue vigente.

¿Por qué se demoró tanto en demostrarnos eso? Después de su lesión en 2014 y su ausencia en el Mundial de Brasil, el delantero samario pasó por un momento difícil. La decepción de no poder estar en la cita internacional con Colombia lo dejó mentalemente tocado. Necesitaba recuperar forma física y tener minutos de juego para volver a su mejor nivel. Irse del Mónaco al Manchester United y luego al Chelsea, dos equipos con delanteros fijos, condenó a Falcao a la suplencia, a la falta de gol y a las críticas. Él seguía ahí, solo necesitaba tiempo, confianza y paciencia, pero en esos clubes nadie podía darle ese lujo.

Lo mejor que le pudo pasar al colombiano fue volver a Mónaco. Nada de fichar por otra gran potencia europea con delanteros acoplados como Diego Costa o Robin Van Persie. Falcao necesitaba llegar a un equipo que le confiara el ataque, que volteara a mirarlo y le pusiera a jugar. Leonardo Jardim, técnico del conjunto francés, entendió que solo así iba a recuperar al goleador. Le dio la cinta de capitán y armó un equipo con un esquema que Falcao sabe manejar: el 4-4-2. Este sistema permite tener una defensa sólida que liberé al samario de hacer grandes marcajes, un medio campo que explote las bandas y mande muchos balones al área y un segundo delantero que moleste al rival mientras el ‘Tigre’ se mueve como fantasma en busca del hueco. Hoy todo en el Mónaco funciona para que Radamel sea la figura. Por primera vez en 2 años le dieron el mando y él no decepcionó.

Está errado aquel que dice que este delantero no es un jugador capaz de triunfar en un equipo grande, que solo sabe levantar medianos y luchar con ellos. Falcao sí es un jugador hecho para equipos de la mejor talla, pero la vida le dio esa oportunidad en el momento menos oportuno. Seguramente volverá a jugar en un equipo de estrellas y triunfará, pero en esa oportunidad llegará a ser figura y en plena forma, no a redescubrirse como jugador. Su desfile contra el Manchester City demuestra que otra vez está para grandes logros. Es posible que gracias a él su equipo gané la liga francesa y acabe con la hegemonía del Paris Saint Germain en ese torneo. En todo caso, independientemente de dónde juegue, lo importante es que lo está haciendo como antes. Ya veremos en marzo si Pékerman logra sacar un equipo fuerte, con Falcao a la cabeza y, por qué no, de capitán. Por ahora, el samario calla bocas y tiene su revancha.

 

 

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