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El nuevo formato de la Liga Águila tiene los mismos problemas de siempre: muchos partidos, poca competición y premio al menor esfuerzo.

La Dimayor definió esta semana el sistema de la próxima Liga Águila en una asamblea extraordinaria con los 36 equipos profesionales. Como en esas épocas arcaicas, cuando había rejas en El Campín y el torneo se llamaba Copa Mustang, se jugará una liga por semestre partida en tres fases: todos contra todos, cuadrangulares y final a doble partido. La vuelta del viejo formato, aunque pueda cuadrar algunas chequeras, no lleva a que los equipos formen un proyecto serio y perjudica a los que juegan más de dos torneos.

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Como aquel estudiante vago que se conforma con pasar el examen con la mínima “porque cualquier cosa superior es propina”, los equipos colombianos apenas necesitan quedar octavos para ser campeones. En este formato de Liga Águila, el único premio deportivo que obtiene el primero es que evita encontrarse con el segundo en los cuadrangulares. De resto, un sorteo reparte los ocho mejores y empieza otra fase en la que de poco sirven los frutos recogidos a lo largo del semestre. Claro, un equipo que viene en forma tiene más probabilidades de ganar pero ¿para qué quemar esfuerzos en quedar primero si en el puesto octavo se llega al mismo lugar?

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Poco interesa gastar a los mejores jugadores en busca de la cima de la tabla, sobre todo, si cada equipo tiene que jugar entre 20 y 28 partidos en menos de seis meses solo por Liga Águila. Como ya ha pasado en muchas ocasiones, cuando los equipos están virtual o matemáticamente clasificados, los entrenadores rotan e incluso salen con el equipo juvenil, arriesgando posiciones en la tabla, porque el trabajo está hecho y toca enfocarse en un partido importante de Copa Águila, Libertadores o Sudamericana. Peor es la situación cuando esas rotaciones tienden a caer en fecha de clásicos, cuando dos equipos que ya se enfrentaron lo vuelven a hacer por temas más monetarios que deportivos. Se juega demasiado solo para ver quién queda octavo.

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Bajo este formato, para los aficionados, el torneo empieza en los cuadrangulares y el resto es solo una fase de 20 encuentros en los que basta con ganar de local y empatar de visitante. Poco interesa ver un partido que no tenga historia u olor a derbi. Al final, el equipo que quedó sexto enfrenta al quinto en una final de ida y vuelta, se ven los estadios llenos por primera vez y usualmente gana el que menos partidos jugó, o gana el que más partidos jugó pero que a costas de la liga local no tuvo piernas para competir en las copas continentales. En ese vaivén de inestabilidad, cualquiera gana acá y demasiado pocos lo hacen afuera. ¿Quieren un torneo para ganar dinero? Armen una Liga Águila que haga progresar a los equipos y todos, a la larga, saldrán beneficiados.

Foto: Dimayor

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