Muchos movimientos artísticos han experimentado un boom comercial parecido: un extraordinario grupo de artistas que están haciendo algo novedoso y se identifican con una región; detrás de ellos, otro grupo de personas guiándolos (para bien o para mal) hacia un ‘producto’ con denominación de origen que revolucionará el mercado en algún momento, a la espera de un primer éxito que catapulte a todos los demás. De esta forma han nacido grandes ‘marcas’: el boom latinoamericano en la literatura, la Buena Vista Social Club en la música cubana, el trip-hop en la música electrónica de Bristol… En el rock también hay muchos ejemplos, uno de ellos es lo que se conoce como sonido de Seattle o grunge, género que recordamos cada año en abril a propósito de la conmemoración de figuras como Andrew Wood, Kurt Cobain y Layne Thomas Staley.
Nevermind: el gran estallido
En 1991 hubo una revolución en la industria musical cuando la cadena de televisión MTV y las estaciones de radio comenzaron a pasar ‘Smells Like Teen Spirit’ del álbum Nevermind de Nirvana, grupo proveniente de Aberdenn, un pueblo a pocas horas de Seattle. El riff de guitarra con el que empieza esa canción se convertiría en uno de los más famosos de la historia del rock y haría que muchos jóvenes en la década de los 90 comenzaran a idolatrar a un tipo rubio con cara de yonki y botaran a la basura los discos de los grupos que hasta ese momento habían dominado las listas de ventas, tales como Poison, Bon Jovi, Mötley Crüe y muchos otros del glam metal.
Ese segundo álbum de Nirvana, proveniente de un subgénero del rock alternativo que hasta ese momento se consideraba underground, contrastaba fuertemente con el desabrido movimiento de glam de finales de los 80. Mientras estos últimos posaban de manera ostentosa y centraban sus letras en temas sexistas así como el consumo de alcohol y drogas, los grupos del naciente género grunge se presentaban desharrapados y con letras más centradas en la apatía, la alienación y la marginación social. El grunge también contrastaba con otros géneros dominantes como el punk y el metal, siendo más elaborado musicalmente que el primero y menos pesado que el segundo. El sonido de Seattle se presentaba pues como una alternativa novedosa con una visión del mundo y una propuesta estética (si es que había alguna) muy particular.
Como consecuencia del éxito de Nevermind, que vendió más de 400.000 copias en una semana y llegó al número uno de Billboard, las ventas de discos como Ten de Pearl Jam, Badmotorfinger de Soundgarden y Dirt de Alice in Chains se dispararon. El público rockero de principios de los 90 había dejado de lado el glam y estaba ansioso por encontrar más grupos con ese sonido distorsionado, melódico y pegajoso de Nirvana. Incluso las discográficas aprovecharon para reeditar discos como el Temple of the Dog, estupendo álbum tributo al malogrado Andrew Wood, vocalista de Malfunkshun y de Mother Love Bone, que a la postre se convertiría en la semilla de lo que se conocería después como Pearl Jam. El boom del grunge, pues, había iniciado.
Sin embargo, aunque el Nevermind es sin lugar a dudas una obra maestra, era una versión suavizada de lo que se venía gestando en Seattle desde hacía unos años atrás. Kurt Cobain, influido por bandas como Pixies y R.E.M., se comenzó a alejar del sonido más crudo y agresivo que caracterizaba la escena grunge hasta ese momento y que Nirvana había plasmado en su primer álbum Bleach de 1989, el cual había lanzado con el sello discográfico Sub Pop, pieza clave en la gestión del sonido de Seattle como boom comercial.
Sub Pop: definidora de un nuevo producto musical
Desde principios de los 80 en Seattle y sus alrededores se venía formando un nuevo sonido con influencias muy diversas. Estas influencias venían de la escena punk de la misma ciudad de Seattle de finales de los 70 y principios de los 80 como The Fartz, The U-Men y 10 Minute Warning; la escena alternativa de otras ciudades de los Estados Unidos como Sonic Youth, Pixies y Dinosaur Jr.; el heavy metal y hard rock de los años 70 como Black Sabbath y Led Zepellin; harcore punk como Black Flag, y Noise pop como Killdozer y Flipper. Con toda esta amalgama de sonidos, grupos como Green River, Malfunkshun y Melvins, considerados los padrinos del grunge, comenzaron a crear algo que a mediados de los 80 algunos empresarios y periodistas musicales identificaron como algo novedoso.
Entonces hacia 1987, ya sea por la necesidad compulsiva que tenemos algunos seres humanos de clasificar todo bajo una etiqueta, o sencillamente porque de esa manera se hace identificable y por ende más atractivo y vendible, este sonido distorsionado y enérgico se empezó a convertir en un nuevo género con nombre propio. Aunque el término grunge fue utilizado por primera vez por Mark Arm, vocalista de Green River, para referirse despectivamente al sonido de un grupo al cual había pertenecido, fue Bruce Pavitt, propietario del sello discográfico Sub Pop, quien comenzó a utilizar regularmente el término para referirse a esta escena de Seattle.
Si bien la discográfica C/Z Records fue la primera en sacar un recopilatorio de grupos con ese sonido en 1986, Sub Pop, con una visión más clara del rumbo que podría tomar el género, lanzó el disco recopilatorio Sub Pop 100 en 1986 y poco después lanzarían el EP Dry as a Bone de Green River, una de las obras fundacionales del grunge. Posteriormente lanzarían también el primer EP de Soundgarden –Screaming Life (1987)- y el primero de Nirvana –Bleach (1989).
Bruce Pavitt, con la ayuda de Jonathan Poneman también de la discográfica Sub Pop, fueron entonces clave en la fama del grunge. Además de bautizarlo, se esmeraron en darle una producción musical y material gráfico similar, realizaron un trabajo publicitario y fotográfico importante de la mano de Charles Peterson y contactaron con el periodista británico Everett True de la influyente revista Melody Maker, quien a través de artículos como «Mudhoney: Sub Pop, Sub Normal, Subversion!» (Marzo de 1989) y «Nirvana: Bleached Wails» (Octubre de 1989), sería esencial para la difusión internacional del grunge.
Sin embargo, después de que estos talentosos grupos alcanzaron cierta fama y cuando ya Sub Pop había consolidado el «sonido Seattle» como una marca, dos de sus grupos más importantes decidieron dar el salto a sellos discográficos más grandes. Nirvana firmó con Geffen en 1990 y en septiembre de 1991 lanzaría el explosivo Nevermind; y Soundgarden, por su parte, comenzaría a probar suerte con otras casas disqueras hasta encontrar el éxito total con A&M Records al lanzar Badmotorfinger, éxito comercial que, por supuesto, sería un efecto de la revolución generada por el Nevermind.
Otros grupos que no pertenecieron al sello discográfico Sub Pop pero que también se beneficiaron del éxito del grunge y de la explosión mediática de Nirvana fueron Pearl Jam, que publicó Ten con Epic Records, y Alice in Chains, que conocieron el éxito comercial con Dirt, lanzado con el sello discográfico Columbia Records. Pocos años después, no obstante, la efervescencia que había generado el grunge comenzaría a bajar.
El final: agotamiento natural de un género
Después de alcanzar un momento cumbre a mediados de los 90, el boom de Seattle comenzó a perder fuerza. En parte porque desde un principio esta escena musical estuvo marcada por el consumo excesivo de cocaína y heroína, lo cual llevó a la muerte de algunas de sus principales figuras. Y también por el uso de la misma fórmula una y otra vez, lo cual conduce al agotamiento natural de cualquier expresión artística.
Como si fuera una especie de vaticinio, Andrew Wood, vocalista de Mother Love Bone y uno de los fundadores del grunge, moriría de sobredosis de heroína el 19 de marzo de 1990, poco antes del lanzamiento de Apple, primer y único LP de esta banda. Unos años después, el 5 de abril de 1994, Kurt Cobain sería encontrado en su casa con un disparo en la cabeza; el consumo de heroína y la depresión habían sido una constante en su vida. Y para ponerle punto final al grunge, Layne Thomas Staley, vocalista de Alice in Chains y una de las voces más enérgicas y versátiles del sonido de Seattle, moriría de sobredosis de speedball (mezcla de cocaína con heroína) el 5 de abril de 2002, que, por una extraña coincidencia, corresponde al mismo día en que murió Cobain.
Hoy en día se mantienen grandes bandas como Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains (con William DuVall en la voz), quienes sobrevivieron a las etiquetas para seguir haciendo buena música. También se habla de post-grunge, una versión edulcorada del grunge con grupos como Foo Fighters, Bush, Collective Soul entre otros, que si bien tienen buenos trabajos están muy lejos de ese sonido agresivo y desesperanzador que caracterizó a los grupos de los años dorados. Y por supuesto, también existe una exitosa moda grunge producto de la banalización del género, chicos y chicas alienados usando camisetas de Nirvana y que sólo han escuchado en su vida ‘Smells Like Teen Spirit’… esto sí es realmente desesperanzador.
Como ha ocurrido con muchas otras expresiones artísticas, el sonido de Seattle de finales de los 80 y principios de los 90 quedará como el registro de una época irrepetible y que tal vez es mejor dejar morir en paz. Y mientras vuelve a surgir un movimiento de esa magnitud y autenticidad, los melómanos noventeros nos conformaremos con escuchar de vez en cuando algún álbum clásico del grunge para recordar aquella época en que nos dejamos embrujar por el pesimismo y botamos a la basura (aunque fuese sólo por un momento) esos estrafalarios y recargados discos del glam metal.
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