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Al este del Muro de Berlín la protesta no era un derecho legítimo. Según su presidente si los ciudadanos eran “desinteresados, persistentes y fieles a las ideas de la patria”, nadie tendría de qué quejarse, la crítica era indicio de traición. Este mes el mundo celebra que hace 30 años ese país dejó de existir. Enhorabuena.

Berlin 1989 (II): “Salir a la calle era el único recurso”

En la entrada anterior les presenté a Mattias Rau, uno de tantos alemanes que en 1989 marcharon para exigir la reunificación y la garantía de sus libertades civiles: 

[Lea la historia completa de Mattias Rau]

«Teníamos mucho miedo, –decía Mattias- pero aún así seguíamos reuniéndonos desde el 86, de forma clandestina, en un par de iglesias y en algunos bares. (…) En la primavera de 1989 (…) los rumores de lo que pasaba en Hungría y en Checoslovaquia (…) nos hacían soñar (…) Salir a la calle era el único recurso». [Cita completa aquí]

Con esas ganas de libertad, Alemania oriental fue a votar el 7 de mayo en las elecciones comunales pero el régimen volvió a ganar después de una grotesca falsificación de las papeletas. Ese iba a ser el último numerito del cabaret político de la RDA. A partir de entonces, todos los siete de cada mes, decenas de manifestantes se iban a dar cita en el reloj de la Alexanderplatz para exigir sus derechos. El momento clave, dice Mattias, fue cuando las protestas coincidieron con la visita de Mijail Gorbachov a Berlín, para celebrar el 40 cumpleaños de la república comunista el siete de octubre del 89. 

«El gobierno tenía miedo de las manifestaciones, que aún se reprimían duramente, entonces la ciudad estaba en estado de sitio. Sin embargo, nosostros mantuvimos nuestra idea: llegar al reloj con las pancartas escondidas y una vez allí aprovechar las cámaras de la televisión internacional para hacer visible la protesta».

En los días previos había que mover panfletos o conseguir pancartas y pinturas, que Mattias a menudo sacaba de la Academia de Arte y llevaba a alguna de las iglesias donde la oposición se organizaba en silencio. Pero el 5 de octubre tarde en la noche, saliendo de la Academia, Mattias, cansado y sin dormir, reaccionó mal al matoneo en una requisa policial «¿Y ustedes a quién protegen?» les preguntó «¿Al partido y al Presidente del miedo que le tienen a su propio pueblo?» Mattias nunca llegó a la plaza.

El histórico siete de octubre.

La manifestación fue un éxito, mientras Mattias era adoctrinado a golpes en prisión, la prensa internacional no solo registró el plantón en la Alexanderplatz, también acompañó su marcha hasta el Palacio de la República donde se encontraba Gorbachov y la élite del poder comunista. «¡Gorbi ayúdanos!» clamaba la gente, «¡somos un solo pueblo!», «¡elecciones libres!». Por primera vez la gente logró gritarle su inconformidad en la cara al poder y solo así lograron que Honecker y sus amigos dejaran de pretender que todo estaba bien.

Esa movilización se convirtió en el de punto de inflexión de una protesta marginal que pasó a ser un movimiento revolucionario para transformar la sociedad. Después del 7 de octubre dejó de ser un rumor que Gorbachov había «sugerido» mantener los tanques y el ejército en las guarniciones en casi toda la Europa comunista, permitiendo la expresión libre de una sociedad en profundo conflicto.

¿Lecciones? La protesta hace visible los conflictos de una sociedad.

A eso está llamada la protesta popular, a manifestar el conflicto —no la violencia— que se produce siempre entre las fuerzas de una sociedad. Y entre más asimetrías existan, más efervescencia habrá. La gente actúa frente a lo que considera injusto (el pasaje de metro en Santiago o el abuso de poder en Bolivia) usando la presión colectiva.

Pero la gente también puede actuar si se siente vulnerable, frágil; si aún le falta tiempo para el retiro, pero teme por su futura pensión; si teme por la futura educación de sus hijos; por su salud en unos años. Esas también son razones válidas para salir a marchar. Sin leyes sancionadas de por medio.

Si no ampliamos el terreno analítico donde encontrar la causa del malestar social, se hace difícil entender, por ejemplo, que hace tres décadas alguien como Mattias, con aparente estabilidad, trabajo y comida en la mesa la emprendiera a martillazos contra un muro, que ya ni siquiera cumplía su cometido.

¿Y el vandalismo y los daños a los bienes públicos?

En el 89 el muro fue la principal víctima de actos vandálicos pero nadie se quejó. Nada como la Berlín de hoy donde las manifestaciones del 1ro de mayo le cuestan a la ciudad mas de 350mil euros en daños a bienes públicos cada año.

La protesta, en los sistemas democráticos, se entiende como un acto que altera la cotidianidad y el orden porque busca llamar la atención sobre demandas urgentes. Que siempre hayan sectores que apelan a la violencia, puede ser normal, pero hoy es mortal para la protesta. Fractura la organización colectiva, distorsiona el sentido ético de los reclamos y trae caos y confusión.

Sin embargo, estoy convencido de que los movimientos sociales ya conocen esta realidad. En Latinoamérica en general, la protesta ha ido ganando en inteligencia colectiva y organización popular, ha hecho visibles conflictos de todo tipo y la torpeza o displicencia de la clase dirigente para solucionarlos. Por eso creo que el Estado está mas cerca de infiltrar la protesta, que las guerrillas, Maduro o la nueva “bestia socialista”: el Foro de Sao Paulo.

¿Por qué desprestigiar entonces la protesta, la herramienta clave de la acción social que hizo posible la última revolución pacífica, hace 30 años, en Berlín? No se ustedes, pero yo seguiré saliendo a la calle a ejercer el derecho que, en muchos países, millones de ciudadanos aún no tienen.

@jsebastiangomez

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PERFIL
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Politólogo y periodista radicado en Berlín. M.A. en Antropología Visual de la Universidad Libre y M.S. en estudios de la Globalización de la Humboldt Universitaet. Desde 2014 Hace parte del equipo periodístico del servicio en español de la cadena alemana Deutsche Welle y desde 2017 es miembro de la Global Studies Research Network como investigador afiliado.

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Hace rato escribí una entrada en este blog sobre cómo robarse(...)

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Esta entrada viene a cuento después de leer la siguiente caricatura. Me gustan mucho algunas caricaturas. Click para ampliar.

Supongo que no ha sido únicamente la literatura, sino la ciencia en general, o la imagen que de ella se tiene, la que sin proponérselo ha creado falsas expectativas sobre el futuro posible. Expectativas de una vida sin dolor, de una vida tan larga como se quiera, llena únicamente de paz y tranquilidad, o por qué no, de emociones fuertes pero controladas. Y con futuro posible, estimado lector, me refiero a ese futuro que usted y yo muy probablemente veamos y vivamos, no el de los nietos de sus nietos.

En la literatura no es muy difícil encontrar ejemplos de lo anterior. Como quizás el lector sepa, desde Julio Verne hasta Isaac Asimov, pasando por el genial H. G. Wells, se cuentan por decenas los escritores de ciencia ficción que por una u otra razón dedicaron gran parte de su producción a imaginar 'extensiones' del mundo en el que vivían, un mundo que en algunos aspectos se parece mucho al que descansa (o sufre, según algunos) bajo nuestros pies justo ahora. Es así como desde hace más de cien años se espera con ilusión la llegada de los carros voladores, los dispositivos de teletransportación y los viajes a colonias humanas o extraterrestres en otros planetas.

No siempre el problema es que todo esto sea o no posible; el problema es cuánto se demorará su masificación, si es que se logra. Ejemplo clásico: Hoy en día se puede construir un carro que 'vuele', que con algún sistema de propulsión (una hélice, una turbina) se mantenga suspendido en el aire o se desplace a velocidades sobresalientes sin tocar el suelo y sin ser del todo un avión. Es posible; se ha hecho. Lo complicado sería cambiar todos los carros del planeta por estos vehículos, adaptar las normas de tránsito a esta nueva situación, y (lo más difícil, creo yo) capacitar a los nuevos conductores, que lejos de aprender parqueando el auto de sus tíos en reversa, una vez al volante serían dueños de poco menos que misiles tripulados, algo que me da miedo. Cosas así.

Ejemplos como el anterior se encuentran por arrobas; dentro de ciertos límites, quizás ya existe la tecnología que permite muchas cosas antes sólo imaginables (¿no están cansados de leer y ver programas sobre 'los objetos salidos de Star trek'? Yo sí). La prueba de que el arte no es completamente responsable de meternos estas ideas en la cabeza es que no todas las historias de ficción en el futuro auguran situaciones bellas. Como no he leído mucho, siento que los ejemplos en el cine son mucho más numerosos que en la literatura. Muchos directores han soñado distopias, palabra en inglés que se podría definir como 'mundo futuro, probable y decadente'. Así las cosas, Blade Runner, Total Recall y Waterworld, con perdón de los cinéfilos, son distopias, pues prometen un futuro difícil, violento, con la humanidad reducida a la pobreza, la discriminación y la enfermedad. Nuevamente, ese es sólo un punto de vista; al otro lado tenemos cintas como I, robot o Minority report, quizás un poco menos pesimistas, que muestran cómo ciertos avances agigantados de la tecnología (y no completamente ajenos a las posibilidades actuales) podrían resultar verdaderamente beneficiosos para la humanidad.


El caso de Inteligencia Artificial me parece más razonable. Uno diría, después de pensarlo un poco, que Spielberg (al igual que Saramago) intenta mostrar las dos caras de la moneda; un mismo mundo en el que convive la felicidad verdadera con la decadencia completa, y el viaje de un personaje de un lado a otro. Siempre me ha llegado hondo el hecho de que existan tantas opiniones sobre algunos temas, tantos puntos de vista y a veces todos tan diferentes. ¿Es posible aprender algo de todo esto? Pues... quizás, si antes de creer en algo decidimos echar un vistazo al otro lado de la hoja, si antes de tomar una posición ciegamente escogemos abrir nuestras posibilidades y dedicar un poco de receptividad a quienes opinan algo opuesto a lo corriente, lo cómodo, el mainstream, quizás podamos aprender algo que no sabíamos, o caer en cuenta de cosas que ni siquiera imaginábamos.

dancastell89@gmail.com

PD1: Esta otra caricatura también me parece buen; es orgullosamente geek... así es la vida. Y viene muy a cuento. Se llama xkcd y la dibuja un ex trabajador de la NASA, para que se hagan una idea.



PD2: Si creían que hay verdades que absolutamente Todo el mundo cree, échenle un vistazo a la página de los creyentes de la tierra plana. Eso demuestra que todos los temas tienen por lo menos dos caras, (siempre) obviando, claro está, la validez de cada una.

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Atreverse a afirmar que el retumbante estribillo de '¡Fuera Petro, Fuera(...)

7 Comentarios
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  1. antoniomancho0515

    Se le olvido al bloguero un pequeño detalle, la marcha era para salir de ese infierno llamado comunismo, es decir todo lo opuesto a las marchas de hoy en donde lo que se quiere es justamente llegar a ese tipo de regímenes!!

  2. Pues larry, parece que su motivación fuera el resentimiento básico contra los títulos del bloggero… no aporta ningún argumento para no apoyar las marchas… se nota que usted tampoco pasó por una universidad pública (ni privada). Si a la política vamos, el asunto es desde donde se hace política: desde el análisis racional de los hechos o desde la vícera desinformada. Porque usted también está haciendo política

  3. Estamos llenos en éste país de personas que muestran un millón de títulos y que creen que eso los hace inteligentes, como el señor Gómez, pero cuando uno los lee se da cuenta de lo limitados que son intelectualmente. El ejemplo de la manifestación en la Berlin de Alemania del Este no tiene ningún punto de comparación con la protesta de mañana en Colombia. Los argumentos que da son absolutamente reforzados. La protesta de mañana en Colombia no es un acto espontaneo sino una manifestación con un claro interés político. No se necesita tener 5 dedos de frente para saber que quienes están impulsando la protesta no tienen el mínimo interés en los menores de éste país ni la Educación (pelean por el dinero no por la calidad) y no tiene recato en asustar a la gente con fantasmas de reformas que sin duda son necesarias.
    Y para terminar su ‘brillante’ argumentación, nuestro cultivado bloguero, y sin darle verguenza, nos dice que el vandalismo de las protestas es a causa de la infiltración del Estado. Sin una sola prueba, éste ‘periodista’ lanza una acusación tan grave. Será tan inocente nuestro politólogo que no conoce como funcionan las milicias urbanas? Quien ha pasado una universidad pública sabe perfectamente como se mueven éstos grupos y como controlan para evitar que se les infiltren.
    Hay 2 posibilidades: que nuestro periodista, polítologo, antropólogo y con estudios en globalización, sea una persona absolutamente inocente o que tenga un interes político…yo le apunto a ésta última…
    Lo que si tengo claro, es que todos sus títulos le han servido para muy poco…

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