Son las 8:30 de la mañana y al entrar en la sala de mi amigo Sahas, se siente un fuerte olor a la sazón india. No, no están cocinando tan temprano. En realidad, este aroma en su casa es permanente.
La escena que anteriormente les enuncio, ilustra el inmenso problema que representa vender o comprar viviendas en donde familias indias hayan vivido por muchos años: el olor de las especias y condimentos que usan es tan fuerte como penetrante, y físicamente parece impregnarse en cada rincón de la casa o apartamento que los indios desocupan.
Para los agentes de bienes raíces es un verdadero reto y una pesadilla, ya que les toca someter a la vivienda a todo un cambio extremo para deshacerse de los persistentes olores.
Un procedimiento estándar de desodorización profunda, implica pintar nuevamente todas las paredes con un aditivo anti-olor, quitar todas las alfombras, hacerle al piso un tratamiento especial y finalmente usar un generador de ozono que se encarga de terminar de barrer cualquier olor remanente, al igual que virus y bacterias.
Personas que se enamoran de las casas donde han vivido indios, están dispuestas ha recurrir al elaborado y dispendioso procedimiento y a pagar una suma extra por el mismo.
A nivel social el problema no es menor, ya que los indios constituyen la colonia de extranjeros más numerosa en los Emiratos Árabes Unidos, con 1.3 millones de habitantes provenientes de la tierra del oloroso curry y el humeante biryani.
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