Unos raídos trajes de payaso en una playa de Kerala, al sur de la India, llamó la atención de Jessica Scott. La joven no dejaba de tomarle fotos al colorido vestuario bañado por un espumoso oleaje con rigurosa puntualidad. «Hay una increíble historia detrás de esos trajes », le dijo una voz a sus espaldas. Jessica, sorprendida, se volteó y miró a quien sería su relator en los próximos cinco minutos. Se trataba de Rajeev Khatri, un viejo pescador de la localidad de Beypore, sobreviviente de muchas batallas de mar y un buen contador de historias. «A propósito, lo que usted ve ahora es solo una réplica de los vestidos. Están en ese punto para recordarnos lo que allí sucedió. Eran los tiempos en que el gran marajá Swathi-Thiruna reinaba lo que es hoy el estado de Kerala. Para la época, todo este territorio había sido azotado por la peor ola de monzones que la India haya tenido conocimiento. Hubo miseria y desolación, pero el pueblo mostró su tenacidad, y se sobrepuso a la fatal circunstancia». «Después de semejante calamidad, el marajá pensó que sus súbditos merecían un rato de esparcimiento. Fue por lo que el gobernante ordenó traer desde Italia el mejor circo de la época. El espectáculo lo dirigía el conocido hombre de carpas Gaetano Ciniselli, quien reunió a un elenco de payasos, acróbatas, y a un ilusionista de marcada reputación». «Por barco, la tropa circense emprendió la travesía a la India desde la gran Europa. Todo era alegría en la embarcación, hasta que la desventura irrumpió. Cuando ya se divisaba la costa de Kerala, la nave fue asaltada por piratas y todo pasó a ser pánico y zozobra. Fueron los payasos los que, en una noche de descuido, se las ingeniaron para escapar. Bajaron por uno de los lados del barco y nadaron por un corto tiempo hasta esta playa, donde hoy estamos. Era ya de madrugada. Los payasos rieron y celebraron su fuga hasta más no poder, y exhaustos se echaron a dormir –por el frío– lo más junto que pudieron». «Enfurecidos, los sanguinarios piratas habían emprendido la persecución de los fugados. Desembarcaron en la playa. A la distancia podían ver la colorida colcha de ropajes extendida plácidamente sobre la arena. Desenfundan sus filosas dagas y arremeten. Ya de cerca, con asombro, los atacantes ven algo muy parecido a lo que usted observa en este momento: unos coloridos y estropeados trajes de payaso». «Se supo después que, con los payasos, había escapado también el ilusionista, experimentado ejecutor del acto de la desaparición». Marcelino Torrecilla (matorrecc@gmail.com) Kerala, agosto de 2018 |
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