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Si bien, el trabajo es el intercambio de habilidades y tiempo por una cantidad acordada de dinero, para muchos, la expectativa es que adicional al dinero, el trabajo proporcione realización, felicidad, sentido de propósito y éxito, ¿se te ocurre algo adicional?, ¿qué más está en tu lista?

Hace un tiempo hable de la diferencia entre carrera, trabajo y propósito en otra entrada de este blog, y mencioné los efectos liberadores que conlleva entender con claridad cada uno de estos conceptos. Sin embargo, en lo que hoy quisiera insistir de nuevo, es que, al final, el trabajo es una transacción y no necesariamente la fuente de la felicidad o realización. Piénsalo bien, tú no eres tu trabajo, ¡tu trabajo es solo una de las actividades que eliges hacer en el día a día!

A pesar de esto, muchos caemos en la trampa y terminamos inmersos en una dinámica peligrosa, en la cual, mientras la retribución económica sea suficiente, nos identificamos tanto con lo que hacemos, que empezamos a sacrificar algunos aspectos importantes de nuestra vida; tiempo de calidad con familia o amigos, tiempo de descanso e implementación de rutinas de autocuidado para contrarrestar los niveles de estrés, y así, sin darnos cuenta, vamos también desprotegiendo nuestra salud mental, y nuestro bienestar empieza a estar ligado a esa volatilidad organizacional.

En mi último cargo como cabeza del departamento de recursos humanos de una empresa mediana, en el segmento de ingeniería, tuve que gestionar el despido de más de treinta personas en menos de dos meses. Esto, debido a las condiciones del mercado, pues no había suficientes proyectos y tuvimos que prescindir de más del 80% de los empleados. Sin duda, este fue un evento que me marcó mucho, y ni hablar del impacto emocional, económico y social para los que se vieron afectados, pero, sobre todo, me ayudó a ganar perspectiva y a tener una mirada más objetiva de lo que realmente significa la relación laboral.

Aprendí que no podemos basar nuestra identidad y sensación de seguridad en un trabajo. ¡Te aseguro que ninguno paga lo suficiente como para arriesgar o sacrificar lo que realmente es importante: nuestro bienestar, nuestra salud mental!

Creo que tener claridad sobre esto nos ahorraría uno de muchos desafíos emocionales que vienen con la vida laboral, el de creer que el éxito personal está ligado al éxito laboral.

Durante los dos últimos años de mi vida como empleada, no me reconocí. Me perdí en medio de las dificultades del negocio y la frustración de sentir que desde mi orilla no era posible contribuir, había muchas cosas fuera de mi control y el día a día se había convertido en una transacción. A pesar de haber escalado satisfactoriamente en el mundo corporativo, haber alcanzado un salario de seis cifras y una buena reputación, me sentía completamente consumida y con episodios de ansiedad como nunca antes había experimentado.

Fue un momento muy desafiante, pero me ayudó a cuestionar esa vieja idea romántica que glorifica el exceso de trabajo malsano, ese que invita a percibir el agotamiento mental, físico y emocional como un trofeo que se otorga a una profesional exitosa y comprometida.

¡Nada más peligroso que vivir bajo esos principios, nada más evidente que la necesidad de un cambio y nada más urgente que cuidar de la salud física y mental!

Si estás pasando por lo mismo o algo similar, recuerda que no eres un producto de tus circunstancias y siempre puedes elegir. Si es necesario busca ayuda para implementar los cambios que sean necesarios. Utiliza este momento para observarte, descubrir tus límites, actuar en coherencia contigo misma(o) y tus valores.

¡El trabajo más importante en tu vida, es el que haces en el día a día para cuidar de tu salud mental!

 

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