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Nos pasamos la vida persiguiendo metas con la certeza de que una vez las alcancemos, seremos más felices, nos sentiremos realizados, y que, por fin, tendremos la vida que siempre hemos deseado vivir.

Hemos aprendido que el triunfo es equivalente a alcanzar lo que nos proponemos, y nos han enseñado desde pequeños, que debemos fijar metas y trabajar incansablemente para alcanzarlas, y que, por fin, cuando lo logremos, habremos triunfado.

¡A veces, incluso llegamos a pensar que nuestra valía depende de cuantos triunfos hayamos acumulado!

Estamos tan enfocamos en el resultado final, que no logramos apreciar todo lo que experimentamos en el camino, y aunque las metas nos den un sentido de dirección en la vida, definitivamente es cada paso que damos en el camino que recorremos, lo que nos lleva al verdadero progreso. Y cuando entendemos esto, podemos reconocer que en realidad el verdadero triunfo no es alcanzar la meta.

Quiero que imagines que todos corremos una maratón, y que la motivación principal es cruzar la línea de llegada. Siendo así, en tu caso, ¿qué estarías dispuesto a hacer para lograrlo?, si crees que de la preparación que hagas, y de tu consistencia depende el resultado de tu carrera, quiero que sepas que estoy completamente de acuerdo contigo.

¡Pienso mucho en esta idea! pues, en el proceso de imaginarme corriendo mi propia maratón, he aprendido que el verdadero triunfo es todo lo que ocurre mientras entreno, me preparo y me presento a correr esta carrera de la vida. ¡La disciplina, perseverancia y determinación que he desarrollado durante ese tiempo son mis verdaderas victorias!

Muchas veces las metas que nos proponemos se convierten en oportunidades para trabajar en nuestro liderazgo personal y comenzar un viaje de autodescubrimiento. Así les ocurre a muchos de mis clientes con los que trabajo en el día a día. Vienen a mí, con la meta de conseguir su trabajo profesional en Australia, pero en realidad inician un proceso de adquirir una nueva perspectiva, desafiar muchas de sus creencias limitantes. Entienden que lo que funcionó antes no necesariamente funciona ahora, y al final del proceso, terminan sintiéndose más seguros de ellos mismos, y listos para salir a conquistar el nuevo mercado profesional. Al final, el objetivo inicial sigue siendo importante, pero no es lo más valioso del proceso. (¡Por eso amo mi trabajo!)

En otras ocasiones, también podemos descubrir que nuestra meta original no era la correcta, o que necesitamos ajustarla en el camino. En estos casos, el triunfo es tener la flexibilidad y la capacidad de adaptarnos, para modificar nuestros planes y seguir avanzando.

Es necesario reconocer que somos seres cambiantes, y que con el tiempo iremos evolucionando y así mismo nuestras ideas. Si tus metas siguen siendo las mismas de hace cinco años, te desafío a que observes a la nueva versión de ti mismo y te preguntes si realmente eso que perseguías hace tiempo es lo mismo que deseas y te hace vibrar en este momento.

A veces estamos tan apegados a la antigua versión de nosotros mismos, que seguimos reproduciendo las mismas ideas y sueños, sin darnos cuenta de que esa versión ya no existe y por ende esas ideas pueden ser obsoletas. Tener nuevas ideas y metas con el paso de los años, nos permite seguir aprendiendo y creciendo, nos mantiene alineados con nuestros valores, y esto nos ayuda a tener una visión más clara de la vida que queremos vivir.

¡Observa cómo corres tu maratón y seguramente te des cuenta de que tu verdadero triunfo no está en la meta!

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