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La historia que quiero compartir hoy tiene su inicio en el año 2006, hace más de una década.

Recuerdo claramente que faltaban solo unos días para que terminara el mes de octubre. Ese día  fui a la universidad con la intención de matricularme para el siguiente semestre, estaba termimando mi carrera, y venia de un receso de tres años y medio de aventuras como estudiante internacional en Londres. ¡Esa mañana desperté sin imaginar lo que la vida me tenía preparado!

De vuelta a casa, caminé hasta la parada del bús en las afueras de la universidad, esa que esta en la treinta y nueve con séptima en Bogota. Era alrededor de las cuatro de la tarde, no había mucha gente, pero noté a otro estudiante alli.

También note que a lo lejos a un señor en situación de indigencia, con su costal al hombro, caminaba lentamente hacia mi. Se acercó y me pidió algunas monedas. Le respondí con tranquilidad que no tenía nada, pero incrédulo y no muy satisfecho con mi respuesta, decidió quedarse e insistir nuevamente sin ser amigable.

Un poco asustada, se me ocurrió decirle que «mi novio», el chico que estaba parado cerca de mi en el paradero, seguramente tenía algunas monedas para darle, ¡de repente, él se convirtió en mi novio y, sin saberlo, me había librado de que me quitaran algunas monedas! Todavía recuerdo la expresión de desconcierto en ambos rostros. El señor continuó su camino y el chico y yo, sin cruzar ni una palabra, nos quedamos allí.

Pasaron los minutos y dos autobuses azules repletos de gente pasaron de largo, los conductores ignoraron nuestra presencia. Nos miramos, nos reímos y supimos exactamente que ambos esperábamos el mismo autobús. Un año y dos meses después, en la última semana de diciembre, ese chico se convertiría en mi esposo, el amor de mi vida.

¡La vida nos sorprende en los lugares menos esperados! y esos momentos, ya sean, fáciles o difíciles, nos transforman y traen cambios. Así que, ¡déjate sorprender! Tómate la vida con menos seriedad, experimenta cosas que nunca hayas hecho, arriésgate, preocúpate menos y vive más.

Estamos a punto de cerrar este año y quiero compartir algunos de mis deseos contigo.

Deseo que en el año nuevo seas coherente contigo misma(o), que aprendas a reconocer tus miedos pero no les permitas tomar decisiones por ti, que, de una vez por todas, no pospongas más tus proyectos y te aventures a vivir la vida que sueñas. Dile a la gente que te importa cuánto los quieres, ríete más y, por último, agradece. ¡Agradece por los pequeños milagros de todos los días!

Gracias por estar aquí y por acompañarme en la distancia a través de la lectura de mis historias.

 

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