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La arremetida de Uribe contra el gobierno Santos: ¿estrategia de político o de hombre de Estado? 
Latinoamérica es sin duda una región compleja, diferente. Vive su política de forma intensa y visceral, por más absurdo que a veces sea el tema en cuestión. Por lo general no nos interesan los grandes debates políticos o económicos pero nos apasionan las diferencias personales entre nuestros líderes políticos. Las tomamos como si de afrentas propias se tratara, aún más cuando estos se salen de sus casillas y hacen de estas diferencias cuestiones de Estado.
Vivimos en un continente capaz de inventar las más absurdas guerras. La Guerra del Fútbol (entre Honduras y El Salvador, 1969), la Guerra del Guano (o sea, de la mierda de pájaro – Chile,  Bolivia y Perú – 1879) y conflictos de la Guerra Fría en pleno Siglo XXI, entre otras. Por esta razón no debería causarnos ninguna sorpresa que hoy nos estemos inventando una nueva guerra: la Guerra del Twitter.
La Guerra del Twitter tiene nombre propio: Álvaro Uribe Vélez. Llevamos días, semanas, meses ya, viendo cómo incrementa la arremetida del expresidente contra el gobierno Santos. Al principio muchos pensamos, yo incluido, que se trataba sencillamente de las bravuconadas de un mandatario viudo de poder que veía en esta red social su única plataforma para expresar sus frustraciones. Pero a medida que se intensifican los ataques, los «trinos» de Uribe están demostrando que hacen parte de una estrategia, ante todo, política; se trata de una estrategia calculada y sistemática para quitarle apoyo al gobierno Santos. Y lo está consiguiendo.
La Guerra del Twitter se está convirtiendo en la punta de lanza de las campañas electorales del Uribismo. Se trata de restarle apoyo y credibilidad al Santismo (y de paso al Partido Liberal y a la izquierda) y así allanarle el camino a los posibles candidatos del Uribismo. Esgrimiendo de forma constante el peor miedo de los colombianos – el regreso a los años del terror guerrillero – Uribe ya ha conseguido afectar los índices de popularidad y de aprobación de Santos. También ha conseguido llamar al orden a los uribistas en el Congreso: el Partido de la U y el Partido Conservador han tenido que replantearse su apoyo incondicional al Presidente ante el reciente llamado de atención. Él, palabras más, palabras menos, exige que el accionar político de estos dos partidos se apegue a los principios ideológicos que defendieron durante la era Uribe.
Pero esta guerra, como cualquier otra, puede también tener consecuencias reales y nefastas. Puede llevar a la desestabilización del país, a la polarización de la sociedad, a la baja en la moral de las tropas (y sus terribles consecuencias operacionales), y al envalentonamiento de grupos al margen de la ley (como los que atentaron contra el exministro Londoño), entre otros.
La Guerra del Twitter se está convirtiendo en una herramienta política de gran impacto y sus consecuencias reales están aún por verse. Mi opinión es que el expresidente debe ser muy cuidadoso con su nueva arma. Si la utiliza en aras de defender una postura ideológica que cree que es la mejor para el país, y un accionar político consecuente con ella, está en todo su derecho. Si se trata sólo de una estrategia electoral, la Guerra del Twitter estará a la altura de la compra de votos, las falsas promesas y la propaganda sucia que caracterizan el debate político en Colombia.
El político piensa en las próximas elecciones, el hombre de Estado en la próxima generación. 
William E. Gladstone, Ex-Primer Ministro Británico.

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