Hace diez años el gobierno francés fue uno de los más duros críticos contra la intervención militar de George W. Bush en Irak. Francia fue acusada de no cooperar con los esfuerzos en contra del terrorismo mundial y vio cómo su papel en el escenario mundial pasaba a un segundo plano.
Hoy, diez años después, Francia ha tomado el liderazgo en algunos de los frentes militares y diplomáticos más significativos en el mundo y ha logrado éxitos importantes en escenarios donde la opinión pública no mostraba interés alguno.
En Libia, por ejemplo, el gobierno de Nicolás Sarkozy lideró a la OTAN en las acciones militares que ayudaron a derrocar a Mohamad Gadafi. En particular, fue la aviación francesa la que detuvo al ejército gadafista en su avance hacia Bengasi, donde seguramente habrían acribillado a miles de opositores. Francia también fue uno de los primeros países en reconocer al nuevo gobierno de transición libio, aun cuando el fin de la guerra era incierto.
En Costa de Marfil, también en 2011, fuerzas francesas, esta vez bajo mando directo de la ONU, impidieron otro desastre humanitario cuando hicieron retroceder a las fuerzas rebeldes que se habían tomado la capital. Los franceses entraron en Abiyán, atacaron a los insurrectos, capturaron a su líder y permitieron que el Presidente legítimamente electo finalmente se posesionara.
En Siria, en un intento para dar mayor relevancia a una solución negociada a la guerra civil que azota al país, el actual gobierno de François Hollande también ha sido el primero (en Occidente) en reconocer a la oposición como los legítimos representantes del pueblo sirio.
Por último, en Mali, Francia se está embarrando las botas y ha sido el único país que ha enviado tropas para detener el avance de los grupos terroristas que amenazaban con tomarse el resto del país. Hasta ahora la operación ha sido un éxito y los rebeldes islamistas se han replegado hacia el interior del desierto.
¿Qué ha llevado a los franceses a tomar la iniciativa en situaciones tan complejas como estas? Las razones son varias, diversas y no del todo libres de polémica.
Un común denominador en todos los análisis es el afán de París por no perder ni un ápice de control político y económico en lo que considera su esfera natural de influencia, es decir, sus excolonias. En el caso de Mali, por ejemplo, es indudable que el gobierno francés también quiere proteger las grandes minas de oro y, de paso, las minas de Uranio en Níger (que alimentan la industria nuclear francesa).
Pero más importante aún es, creo yo, que Francia quiere impedir que el Sahel, esa vasta extensión de tierra que divide al desierto del Sahara de los densos bosques del África Negra, se convierta en algo similar a lo que Afganistán fue en la década de los noventa: un santuario y refugio para miles de terroristas desde donde podían lanzar ataques contra los intereses de Occidente – algo similar a lo que ya es Somalia en el continente.
Si Mali caía a manos de los yihadistas, el país se convertiría en la mecha de un gran polvorín de tensiones internas en toda la región. Países como Chad, Níger, Nigeria, Senegal, Argelia, Mauritania y Costa de Marfil, entre otros, verían toda clase de grupos islamistas exacerbando las ya tensas relaciones entre estas dos comunidades. Darle a los yihadistas una base de acción en Mali, además de los recursos de todo un país, habría sido fatal para toda África Occidental, todo en una región incapaz de soportar una guerra civil más.
Finalmente, si todas estas acciones obedecen a una cuidadosa política del gobierno francés para volver a ganar protagonismo en el escenario mundial, pues bienvenidas sean. Si bien todos los sectores de la sociedad francesa (gobierno, multinacionales, banqueros, políticos, y sociedad civil en general) aún tienen una gran deuda hacia África, no es nada reprochable que si el país busca fortalecer su imagen a nivel mundial, lo empiece a hacer usando su poder militar y diplomático en favor de los más indefensos.
Porque en este nuevo orden mundial, aquel que tenga la capacidad de proteger, debería tener también la responsabilidad de hacerlo.
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