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En sus primeros días, el 2020 ya nos ha sorprendido con los avances que ha tenido la tecnología en diferentes ámbitos. En la más reciente edición de la feria electrónica de consumo, me sorprendió la forma en la que la inteligencia artificial ha llegado a cada uno de los aspectos de nuestra vida, a tal punto que una de las grandes empresas de tecnología lanzó un prototipo de humanos artificiales capaces de expresar emociones, sentimientos y guardar recuerdos.

Después de haber visto tantas innovaciones pensé que si las personas podemos ser sustituidas por humanos artificiales, ¿podrá nuestra comida ser reemplazada también? Las películas de ciencia ficción se han encargado de enseñarnos lo que sería la comida del futuro, desde una máquina capaz de preparar alimentos al instante hasta una píldora que contiene nutrientes requeridos por el ser humano.

Con esta duda decidí investigar sobre los avances que al día de hoy existen en el mundo en el ámbito de la comida del futuro, y así surgieron más preguntas: ¿Nos alimentaremos de pastillas creadas por laboratorios? ¿Ya no tendremos que cocinar ni sentarnos a la mesa para comer? ¿Podremos recibir todo lo que necesita el organismo en una sola forma, así como robots que recargan su batería?

La escasez de alimentos, el crecimiento desmedido de la población mundial y el tan nombrado cambio climático nos han conducido a la inevitable necesidad de dirigir nuestras vidas hacia la sostenibilidad. Por esto los científicos se han encargado de desarrollar alimentos artificiales que parecen sacados de una película de ciencia ficción, con el fin de satisfacer esta necesidad básica para toda la población sin tener un gran impacto en el medio ambiente.

Marius Robles, CEO y cofundador de Reimagine Food, el primer centro disruptivo en el mundo dedicado al futuro de la alimentación, afirma que “estamos en las puertas de la democratización de la alimentación, y ello requiere una amplitud de miradas, rozando en algunos casos la ciencia ficción”. Es así como surgen proyectos disruptivos como el de David Edwards, profesor de la Universidad de Harvard, quien en 2011 creó en su laboratorio ‘Le Whaf’, un dispositivo con forma de pecera que permite ingerir cualquier alimento inhalándolo, como si fuese niebla comestible. O como la NASA, que por su parte se encargó de desarrollar una impresora 3D llamada Heebex, capaz de crear una pizza en tan solo cinco minutos para que los astronautas la pudieran disfrutar en el espacio.

Parecido a Hebbex, en Barcelona fue creada Foodini, una impresora capaz de crear comida en cualquier forma y con ingredientes frescos. Sería algo así como el microondas del futuro. Esta máquina usa el Internet de las cosas para conectarse a un dispositivo móvil a través de la red y la comida es ingresada mediante cartuchos que son reutilizables… comida cocinada y con arte. Sin embargo, sus creadores aún se encuentran realizando avances tecnológicos para que su funcionalidad permita mucho más, lo que en pocas palabras puede describirse como «hacer magia con la comida».

Más cerca a nosotros, en México, encontré a Quinasa, una empresa dedicada a la fabricación de alimentos encapsulados. La labor de convertir el polvo obtenido del alimento deshidratado en una nutritiva pastilla la hace un robot conectado a una tablet que le proporciona el sentido de la vista y que tiene la capacidad de escuchar, utilizando Inteligencia Artificial (AI). Algunas píldoras ya se comercializan en lugares como Dubai, en donde se usan para alimentar a los camellos en sus largos trayectos por el desierto; o en Estados Unidos, en donde planean usarlas para alimentar a los transportistas que pasan largas horas en las carreteras. Dimas Jiménez, director de la empresa, afirma que las pastillas «contienen todos los ingredientes para que el cuerpo humano pueda sobrevivir 60 días sin necesidad de comer otra cosa más».

Respecto a la creciente tendencia de evitar el consumo de proteínas animales, científicos de la Universidad de Maastricht, en Holanda, emplean células madre de vaca para la creación de alimentos. Mark Post, profesor de Fisiología Vascular de la citada universidad, lideró el experimento en el que creó una hamburguesa manteniendo las mismas características biológicas y sabor a la carne natural, llegando así a la conclusión de que producir carne in vitro podría ser el mejor sistema para garantizar una alimentación completa a los 9.000 millones de habitantes que tendrá el planeta en 2050.

Con esta tecnología se reduciría drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, provocada por las flatulencias del ganado, beneficiando así al medio ambiente y otorgando una solución a uno de los principales problemas de los países.

Cambiar las propiedades nutricionales de los alimentos, eliminar los agentes alérgenos e incluso reducir los tiempos de producción y cosecha de los cultivos sin el uso de químicos, será posible gracias a la tecnología y la ingeniería genética. Sin duda alguna, a la industria alimenticia le queda mucho camino por recorrer en la era tecnológica, pero se están dando pasos importantes que ojalá beneficien a las personas.

Nos encontramos en una época de constante evolución y la nueva era de la alimentación es inevitable, no solo en términos de lo que comemos, sino también de la procedencia de esos alimentos, la forma en la que los compramos y en la que son distribuidos. Para finalizar, les comparto una afirmación de Marius Robles, CEO y cofundador de Reimagine Food, el primer centro disruptivo del mundo dedicado al futuro de la alimentación: “Empezamos a acariciar la entrada de una era que abraza lo sintético y artificial, pero a la vez embellecemos lo natural y ecológico”.

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