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Una de las situaciones de la sociedad contemporánea que considero más difíciles de entender, es la absurda diferencia que puede existir en la remuneración salarial entre hombres y mujeres. Cada año, las estadísticas nos muestran que, pese a la notoriedad y al esfuerzo de muchas mujeres, la brecha permanece.

Dentro de mi experiencia empresarial, que se asigne un salario menor a una persona por su género, no tiene el menor sentido, sobre todo, cuando una de las características de un equipo exitoso es su diversidad. En pleno 2017, es difícil de creer que los reconocimientos salariales no se hagan por cumplir el perfil del cargo o por la experiencia demostrada, sino por el género del trabajador.

Por supuesto, estas estadísticas comprenden una cantidad de factores muy complejos, pero que en su totalidad acaban siendo desfavorables para las mujeres y las terminan llevando a que se tengan que desenvolver en condiciones laborales adversas y no acordes con sus condiciones profesionales y particulares. Las empresas en las que esto sigue ocurriendo no se han dado cuenta de que la satisfacción de sus empleados es uno de los factores determinantes de su rendimiento y la condición de la mujer es parte crucial de un ambiente laboral saludable.

He encontrado que, en lugar de ampliar las diferencias, en equipos de trabajo en los que interactúan personas de diferentes características, florecen nuevas y excelentes ideas. Esto es especialmente notorio en ambientes mixtos, en los que las mujeres tienen la misma oportunidad de participar que los hombres. En términos de temperamento y habilidades, también he visto cómo los rasgos de personalidad propios de las mujeres ayudan a crear entornos más dinámicos y participativos y por ende más eficientes y productivos.

Es desafortunado que las percepciones sobre lo que teóricamente puede hacer o no un género, sean las que definan la vida de muchas personas. Esto trasciende a las organizaciones que , por ejemplo evitan la contratación de mujeres por la posibilidad de que un eventual embarazo perjudique la productividad de la compañía, por ser estar sujetas a permisos y ausencias médicas. Esto es absurdo, cuando se tiene en cuenta que la experiencia de ser madre (o padre), brinda a los trabajadores experiencias invaluables que pueden poner en práctica en la organización donde laboran.

Por fortuna, la idea anticuada de que un género es más capaz que otro, está cerca de acabarse. Si seguimos distanciándonos y creyendo que las mujeres y los hombres somos completamente distintos, estamos generando espacios para que se amplíen nuestras divergencias y este es el pretexto para justificar que haya salarios menores para mujeres que merecen el mismo reconocimiento que hombres.

Especialmente las mujeres, pero también los hombres, nos vemos afectados por los prejuicios que están irremediablemente atados a los géneros. Quiero creer que la crítica y los continuos cuestionamientos a la forma en la que tradicionalmente hemos entendido estos conceptos está abriendo el camino a un futuro más justo y equitativo.

@FDavilaL

Fernando Dávila Ladrón De Guevara

Rector Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano

 

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