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La amenaza de ciber ataques como WannaCry es un cruel recordatorio sobre la necesidad de tomar conciencia sobre la vulnerabilidad de nuestra presencia en la Red y de la responsabilidad que tenemos frente a lo que publicamos.

Querámoslo o no, lo cierto es que nuestra vida digital ya no está separada de la vida real, hagamos lo posible por protegerla, especialmente en entornos privados y laborales.

Las redes sociales han desdibujado esa línea que separaba nuestra vida pública de la vida privada. De repente, opiniones, secretos y actividades personales, desbordaron la frontera de nuestra intimidad y ahora están a la vista de todos. ¿Qué papel juegan las empresas en esta nueva realidad?

El acceso a información personal facilitaría a las organizaciones tomar decisiones en cuanto a la selección de personal, pues gracias a las redes sociales pueden obtener información que en una entrevista jamás se revelaría.

Algunas ya adelantan estas prácticas con el consentimiento de sus empleados mediante el acceso a redes profesionales como LinkedIn, pero otras más atrevidas pueden llegar a tomar decisiones basadas en publicaciones de Facebook, Twitter e Instagram, aprovechándose de los vacíos legales en los que reposan estas prácticas.

Si imaginamos el entorno de las redes sociales como un sitio público, una plaza o un parque, en la que estamos a la vista de todos y en donde debemos convivir pacíficamente, es de esperar que debamos someternos a una serie de normas de etiqueta y comportamiento, pero lo cierto es que las redes no funcionan de esta forma. En ellas, la relación entre lo público y lo privado pasa de ser dual a ser una especie de espectro de la privacidad, sobre el que se extiende nuestra vida personal y nuestra libertad de expresión.

La “piedra en el zapato” para muchas organizaciones es que las actividades personales de sus empleados registradas en línea son fácilmente asociadas a ellas. Así, a los ojos de una empresa, las fotos embarazosas de un empleado publicadas en Facebook podrían afectar la imagen que se percibe de ella.

Esto plantea una posición muy incómoda que implica que la empresa controle, vigile y supervise lo que su empleado comparta a través de las redes sociales. De otro lado, sugiere que el trabajador cure, censure o verifique que la información que divulgue no perjudique a su empresa. Las dos opciones son indeseables.

Aunque es cierto que debemos ser muy cuidadosos con nuestra actividad en línea,no sería razonable que se imponga a los empleados un manual de etiqueta y comportamiento en las redes, cuando este ámbito se entrecruza con su vida personal.

La reflexión que debe surgir de está problemática debe orientarse a que usuarios entiendan la naturaleza de las redes, que las usen para expresarse de la manera en la que deseen, conociendo sus alcances y condiciones. Por su parte, las empresas deben entender que no tienen control sobre todos los aspectos de la vida de sus empleados. No pueden monitorear o exigir que quienes se manifiesten en redes se apeguen en todo momento a las condiciones de una organización.

@FDavilaL

Fernando Dávila Ladrón De Guevara

Rector Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano

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